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Hoy es mi primer día de trabajo en la librería.

Llegué temprano, como me habían dicho. Quería causar una buena impresión. Apenas crucé la puerta, me encontré con Evelyn.

—¡Ah, Alessandro! —saluda con una sonrisa—. Qué puntual eres. Me alegra verte aquí temprano.

—Gracias. Quiero asegurarme de hacer todo bien desde el principio —respondí, tratando de parecer relajado.

—¡Perfecto! Escucha, necesito salir un momento, pero te dejo encargado. Aquí está tu delantal —me entrega un delantal verde con el logo de la librería bordado—. Regresaré a las cuatro, y entonces podrás irte.

—No hay problema, me encargaré de todo —aseguró, poniéndome el delantal.

—Hoy tendrás que ordenar las nuevas entregas de libros en los estantes, reacomodar la mercancía vieja y atender a los clientes ocasionales —me explicó, señalando las cajas apiladas junto al mostrador.

Evelyn se inclinó hacia mí y susurró en voz baja, con una expresión seria.

—Solo entretén a Harika en un rincón de su habitación con sus libros y no te molestará para nada. Si te pide salir, dile que no. ¿Okey?

—Okey...

Luego de eso, se fue.

Aún me sentía un poco incómodo por las instrucciones, pues eran un poco ¿Raras?. Pero aun así decidí buscar a Harika en su habitación, como me había indicado Evelyn.

—Buenos días... —salude al entrar.

Al llegar, contemplé una habitación que parecía pertenecer a una niña de 11 años.

Las paredes estaban pintadas en suaves tonos pastel, con un mural de mariposas y flores que adornaba una de ellas. En la esquina, había una cama cubierta con una colcha color rosa pálido y cojines con forma de mariposa. Sobre la cama, varios peluches de mariposa estaban cuidadosamente alineados, como si fueran sus guardianes nocturnos.

En el suelo, montones de libros estaban apilados de manera estrictamente ordenada, formando pequeñas montañas de conocimiento. Había libros de todos los tamaños y colores, muchos de ellos sobre biología, psicología y, por supuesto, mariposas.

Ella estaba sentada en la cama, concentrada en su desayuno. Los huevos revueltos, tostadas y frutas estaban dispersos meticulosamente en su plato, sin que los alimentos se tocaran entre sí.

—Hola, Harika —saludé, intentando romper el silencio.

Ella levantó la vista y me sonrió tímidamente.

—Hola, Alessandro.

Observé su meticulosa organización del desayuno y decidí iniciar una conversación ligera.

—¿Siempre separas tu comida así?

—Sí, no me gusta que se toquen —respondió, volviendo a concentrarse en su plato.

—Interesante. Oye, ¿Cuántos años tienes? —le pregunté, queriendo conocer más sobre ella.

—Dieciséis.

Me sorprendió, ya que había pensado que tenía 13 o 14 años por la decoración de su habitación y su comportamiento.

—Oh, pensé que tenías menos.

—Sí, a veces la gente lo piensa. Pero tengo 16. Me gusta mucho la librería, aunque mi tía no me deja salir mucho —comentó, con un tono de resignación.

—Entiendo. Bueno, cualquier cosa, solo ven a buscarme, ¿de acuerdo?

—Sí —regresa a ordenar la comida en su plato.

Ⲋⲟⲙⲃⲅⲁ⳽ ⳕⲛ𝖽ⲉⳏⲉⲛ𝖽ⳕⲉⲛⲧⲉ⳽ [VOL.1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora