Capítulo 19: Caso perdido

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El viernes por la tarde, Marcel tuvo una reunión con Rafael. Tenían que discutir unos cambios que uno de sus clientes quería hacer al contrato. Todo se desarrolló sin mayores inconvenientes hasta que Marcel se retiró. Al llegar al estacionamiento en busca de su automóvil, se encontró con que tenía las cuatro ruedas pinchadas.

Alguien las había punzado con algo.

De la rabia, la impotencia y el estupor inicial, pasó a intentar ser práctico. Al darse cuenta de que su automóvil era el único siniestrado, le tomó fotografías, fue a exigir explicaciones al conserje e intentó ver las cámaras de seguridad del edificio para ver si aparecía el culpable. Ante la demora, Rafael decidió hacerse cargo para que Marcel pudiera interponer una denuncia.

El abogado se demoró tanto en la comisaría que, cuando llamó al estudio jurídico para cancelar una reunión que tenía con don Pedro, su cliente, le informaron que él ya había llegado. No tuvo más opción que ofrecer sus excusas y prometer visitarlo al día siguiente en su casa, como desagravio.

A las seis de la tarde, cuando pudo regresar al estudio en busca de los documentos que tenía para don Pedro, Loreto y Gabriel lo esperaban con un problema que se les había presentado: Víctor Subercaseaux había renunciado y dejado tiradas dos cuentas. Necesitaban que Marcel se hiciera cargo porque tenía la misma especialización.

—Puedo ver eso el lunes. Tengo algo que hacer esta tarde —explicó.

—Hay que dejar listo eso hoy. Así dejarás libre tu fin de semana —indicó Loreto.

Por lo general, a Marcel no le molestaba hacer horas extra porque la paga era buena y se entretenía, pero se negó. 

—Nos estamos jugando el prestigio del estudio si no resolvemos esto —porfió Gabriel—. Esto también te incumbe.

Cuando Marcel había llegado cinco años antes, no lo había hecho en las mejores condiciones. Aunque tenía la firme determinación de trabajar y hacerse un nombre de prestigio, también era un hombre herido por una dolorosa traición. De lunes a viernes era un abogado excelente, pero los fines de semana, cuando no hacía más que pensar en Javiera y su engaño, abrió la puerta al alcohol y quedó atrapado.

Entonces trabajaba por su cuenta y apenas le alcanzaba. Gabriel lo vio en un litigio y lo invitó a formar parte de su estudio jurídico porque vio muy buena madera en él, pero pronto notó que era muy solitario, silencioso fuera del trabajo, y que tenía un problema de excesos. Marcel siempre llegaba a la hora, era analítico y suspicaz, pero el hedor del alcohol del domingo en su cuerpo no podía quitarlo ni con cien duchas. Eso derivó a que Loreto hablara con él y lo aconsejara. Le dijo que, si tenía problemas, buscara compañía en su familia, dado que Marcel solía hablar bien de ellos, o si no, que podía confiar en ella o en Gabriel.

Para evitar beber y terminar contándole sus intimidades a sus jefes, Marcel empezó a alcoholizarse los sábados, dejando el domingo para ver a sus padres. En una ocasión, saliendo borracho de un bar, unos delincuentes lo asaltaron y le quitaron la billetera y el celular. Como Marcel se resistió, lo apuñalaron y lo lanzaron a la calle. El abogado fue arrollado y quedó en riesgo vital. 

Sus jefes se hicieron cargo de apoyar a su familia en lo económico el tiempo que Marcel estuvo en el hospital. Jamás se lo cobraron o descontaron. 

Por todo lo anterior, el sentido de lealtad primó en Marcel en ese momento, pero quedó molesto por no poder ir con Brisa.

Para empeorar, Loreto estaba más alterada de lo usual y eso enrareció el, de por sí, tenso ambiente de trabajo. Eso derivó a que tuvieran una discusión y, en su clímax, Marcel puso su puesto a disposición, lo que generó otra discusión. Al lograr ponerse de acuerdo, fue cuando llamó Brisa. Marcel pensó que manejaba la situación hasta que ella cortó y después no le quiso contestar.

Sintiendo DemasiadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora