Capítulo 6: Un café a las 10

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Rafael y Marcel encontraron a Viviana en la vereda, rodeada de personas. Marcel se apresuró a buscar el automóvil, en lo que Rafael indagó qué había pasado: un asaltante intentó quitarle su cartera, pero Viviana no logró soltarla a tiempo y producto del tirón cayó al suelo sobre sus rodillas y después sobre uno de sus costados. 

Tenía mucho miedo de que le pasara algo a su bebé con el golpe y lloraba, en tanto una mujer a su lado intentaba tranquilizarla y darle agua. Al llegar Marcel, la misma señora le recomendó llevar a la secretaria a la urgencia del hospital San Borja Arriarán, que quedaba más cerca. Gracias al poco tráfico demoraron quince minutos en llegar, y Viviana fue atendida con prontitud.

Cuarenta minutos después llegaron Hugo, el esposo de Viviana, y Cecilia, hermana de la mujer. En cuanto Cecilia distinguió a los amigos, lejos de saludarlos se lanzó contra Marcel, dándole un bofetón en el brazo izquierdo que le hizo dejar caer su botella de agua mineral recién comprada.

—¡Usureros! ¡Esclavistas! ¡Mi hermana no tenía nada que hacer en su oficina porque está embarazada! ¡Esto que le pasó fue por su culpa, por obligarla a trabajar así como está! ¡A ustedes solo les interesa que trabaje, pero no su salud!

Marcel dio un paso hacia atrás cuando Cecilia se le fue encima una vez más. Hugo tomó por la cintura a su cuñada para controlarla, momento en el cual el abogado notó labial en el cuello de su camisa, que coincidía con el que le quedaba a Cecilia en la boca. 

Una guardia de seguridad se acercó para llamarles la atención y Rafael, menos flemático que su amigo, se enfureció.

—Pero ¿qué te pasa, mujer? ¡Yo soy el jefe inmediato de Viviana! ¿En qué estás pensando? Ella trabaja para mí, no para Marcel aquí presente. Y no se ha vulnerado ninguno de sus derechos. A ella la asaltaron, por eso está aquí.

Un médico salió, llamando a los familiares de Viviana para dar información sobre ella. Los cuatro se acercaron. Viviana y su bebé se encontraban bien, la ecografía practicada no había mostrado nada anormal o de riesgo, pero el médico prefería mantenerla en observación esa noche. Comentó que había sido trasladada a una habitación y que podrían visitarla pasando de a dos personas. 

Hugo hizo ademán de seguir al doctor, pero Marcel estiró una mano y lo miró con unos ojos que dieron miedo. A él y a Cecilia.

—Rafael y yo pasaremos primero y diremos que ustedes aún no han llegado. Mientras tanto, Hugo, te recomiendo que te limpies el labial de Cecilia que tienes en el cuello. Y tú, hermana del año... ¡qué hipócrita eres!

Con decisión, Marcel siguió al doctor por el pasillo, seguido de su socio. Ante la pregunta de Rafael de que por qué no dejó que Viviana descubriera la traición, Marcel dijo que la descubriría por sí misma otro día, pero que en ese momento era mejor que solo pensara en recuperarse.

—Deberíamos decirle. Somos sus amigos —cuestionó Rafael.

—Antes de venir a Santiago me dediqué a Derecho de familia y me tocó ver diferentes procesos de divorcio. Lo que te puedo decir es que, si nos metemos y le contamos a Cecilia, es probable que ella nos crea y quiera terminar su relación, pero también es probable que después perdone a Hugo y se aleje de nosotros porque le recordaremos lo sucedido. Cecilia y Hugo son un par de desvergonzados, no te preocupes. Esto se destapará pronto. Solo espera y verás.

** * **

Karina recibió la llamada por la mañana. Había quedado seleccionada en Tecnolosys y se le preguntaba si podía comenzar el lunes. Dudó unos segundos antes de contestar que sí, y que allí estaría. Al cortar, se encontró con el problema de renunciar de inmediato, por lo que imprimió una carta de renuncia que tenía escrita desde hacía tres meses, y fue a hablar con su jefe. El hombre se tomó a mal su renuncia, pero Karina, con aplomo, enumeró sus motivos y no se dejó amedrentar cuando su jefe se puso a gritarle. 

Sintiendo DemasiadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora