Marcel estaba harto de la escalera. Él era un hombre grande y quedaba incómodo sentado sobre un peldaño, sin mencionar que el que seguía se le incrustaba en las costillas. Necesitaba una silla y una mesa decentes para comer y conversar con Brisa, por eso tomó la decisión de prestarle dinero para que amoblara su casa de una vez. Le brindaría facilidades de pago y cobraría intereses mínimos.
Redactó un contrato respecto al préstamo, pero, tras recordar al orangután rubio del otro día, escribió otro. Imprimió todo y, más tarde, fue a buscar a Brisa, quien vivía su último día de trabajo.
** * **
Tras despedirse de Patricia y agradecer su amistad, Brisa abordó el automóvil de Marcel. Exhausta, lo saludó y cerró los ojos al acomodarse en el asiento.
Llevaba en su regazo su cartera y una maceta con un rosal enano que le había regalado Patricia, el que tenía algunos botones anaranjados. Se estaba quedando dormida cuando Marcel estacionó y apagó el motor. Reaccionó al mirar en torno y darse cuenta de que estaban en una calle desierta.
—¿Pasa algo? ¿Por qué estacionamos aquí?
—Traje los dos... traje el contrato del que te hablé, pero antes... quería hablar contigo de otra cosa —respondió Marcel un tanto vacilante.
El día que él llegó temprano a la casa y se encontró con Brisa despidiéndose de un enorme tipo con pinta de extranjero, cayó en cuenta de un par de cosas: primero, que ella era una mujer atractiva, objetivamente hablando; y segundo, que, si él quería tener una relación con Brisa como la del principio, tenía que apresurarse. Tomar tecito todas las noches lo acercaba más a la friendzone que a la del amante, que era la que él quería. Si el grandulón del otro día se le adelantaba, estaría acabado.
Necesitaba una ofensiva drástica para establecer su posición. Dado su nerviosismo, acudió al tono que usaba cuando hablaba con sus clientes y colegas.
—Bien... He reflexionado y seré claro. Tú me gustas mucho y no puedo dejar de recordar la forma en que nos conectamos en el ámbito íntimo.
Brisa no se esperaba eso y enrojeció de vergüenza al recordar una conexión... literal. Marcel prosiguió.
—Esta es la oferta: por mi trabajo estoy ocupado gran parte del día, no obstante, me encuentro disponible para asuntos personales desde las seis y media de la tarde. El fin de semana lo dedico a mi familia que vive en Cartagena, y eso es algo que no pienso dejar de hacer. Como se puede desprender de lo anterior, puedo dedicar tiempo para ti las tardes de lunes a viernes. Lo que necesitaré de ti será muy puntual, básicamente algo de compañía como hasta ahora, pero, además, relaciones íntimas en la medida en que tú estés dispuesta. No me quedaré a dormir en tu casa porque, como dije antes, trabajo mucho y necesito estar descansado y despejado para cumplir a mis clientes, y dudo que contigo duerma mis horas necesarias. No obstante, lo anterior, estoy dispuesto a dejarte mi número privado, al que contestaré cuando requieras, como muestra de mi compromiso e interés hacia ti, siempre que no se trate de asuntos complejos que requieran una solución presencial. Ahora, es necesario que hablemos de lo que pase en caso de un embarazo. Soy consciente de que ningún método de anticoncepción es cien por ciento efectivo, yo me protegeré y espero que tú también lo hagas, toda vez que...
—Espera, espera... —interrumpió Brisa, apenas él tomó aire para respirar—. ¿De qué estás hablando?
—De organizar nuestra relación para que ambos estemos conformes...
—¡Pero si te dije que no quiero ser tu amante!
—Entiendo que eso lo dijiste en un momento de ofuscación, debido a que tuviste reparos con mi comportamiento.
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Sintiendo Demasiado
DragosteA Brisa le encanta Marcel, abogado, pero tiene 3 cosas en contra: Él cree que ella miente, él no quiere volver a enamorarse, y ella tiene un severo trastorno mental que pondrá en jaque su vida y la poca relación que ha conseguido con él. Obra con es...