Marcel jamás ventilaba sus problemas con nadie, sin embargo, esa tarde, ante el hombre al que siempre admiró, consideró claudicar por unos instantes.
—Pensaba en... conocí una mujer. Una... una mujer sencilla, bonita, muy bonita, pero... habla cosas un poco raras, que si de almas gemelas, de vidas pasadas, recicla y... no sé. Me parece poco seria.
—Entiendo. Es esotérica. ¿Eso?
—No... es decir, sí, un poco esotérica si cree en esas cosas, pero me parece que más bien tiene un problema. —Marcel se apuntó la cabeza con un dedo—. Un problema aquí.
—¿Es agresiva?
Brisa, ¿agresiva?
—Es bastante comprensiva, la verdad. Y educada. Tiene muy buen genio, pero algo no encaja en ella.
Jaime se encogió de hombros.
—Entonces, si algo no encaja en ella, como dices, déjala ir.
—Ese es el problema. Que no puedo. Es más fuerte que yo —admitió Marcel.
Jaime miró con cariño a su exyerno. Solo Dios sabía lo mucho que él deseaba su bien.
—Yo podría asegurar que mi hija no tiene ningún trastorno mental, sin embargo, no resultó ser una pareja confiable. Rocío, en cambio, padecía uno grave y con la medicación estuvimos bastante bien. Desgraciadamente duró muy poco.
—Sé que su muerte fue muy difícil para usted.
—Yo aprendí, de la peor manera, que nunca hay que dar nada por sentado. Yo di por sentado que ella siempre estaría bien, que siempre aguantaría mis ausencias, que siempre tomaba sus medicinas. La vi tan capaz que la dejé sola, y ese fue mi error. Confiar y privilegiar mi trabajo. Debo reconocer que el trabajo me sostuvo después de su pérdida y supongo que por eso tengo una relación malsana con él, de amor y odio. No puedo dejar de trabajar o me vuelvo loco.
Marcel reflexionó en sus palabras. Jaime prosiguió.
—Si me permites darte un consejo, te diría que las personas pueden decir muchas cosas, que si los astros o las estrellas, pero en lo que te tienes que fijar es en sus acciones, en lo que ella provoca a su alrededor y en ti. Si dices que aquella mujer tiene buen genio, es comprensiva y educada... créeme... esa triada es difícil de encontrar, pero si además te está volviendo loco, ¿por qué no intentas algo con ella?
Una enfermera ingresó, indicando que se había terminado el horario de visitas. Marcel se despidió de Jaime, apretando sus manos e inclinándose para darle un abrazo. Le prometió seguir en contacto, seguro de que superaría la operación. Incluso le encomendó darle saludos a César en su nombre y después se retiró. Iba saliendo del hospital y reflexionando en los consejos de su mentor cuando unos tacos resonaron tras él. Javiera le dio alcance.
—Gracias por venir. Mi papá en verdad quería verte. ¿Qué tanto hablaron?
—De todo y de nada —respondió Marcel con cierto fastidio—. ¿Vendrás mañana?
—Sí. Esperaré aquí el resultado de la operación. Marcel, me gustaría hablarte. ¿Estás muy apurado?
—No lo estoy, ni quiero hablar —admitió Marcel con brutal sinceridad.
—Creo que nos vendría bien —aseguró Javiera, acomodándose el cabello tras una oreja. Él la miró, implacable.
—Es fácil querer hablar cuando te encuentras en una situación sensible, como ahora. Eso no me sirve. El momento adecuado fue antes de casarnos o después de separarnos, naciendo de ti de modo espontáneo.
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Sintiendo Demasiado
RomansA Brisa le encanta Marcel, abogado, pero tiene 3 cosas en contra: Él cree que ella miente, él no quiere volver a enamorarse, y ella tiene un severo trastorno mental que pondrá en jaque su vida y la poca relación que ha conseguido con él. Obra con es...