Contenta, Brisa fue prepararse para dormir. Marcel, en cambio, se quedó en la mesa, atando cabos. ¿Era posible lo que se le acababa de ocurrir? Por supuesto que no. Nadie en su sano juicio enviaría a otra persona a su entrevista de trabajo, sin embargo, la idea lo empezó a obsesionar.
Él era un abogado, un hombre que trabajaba con suposiciones objetivas. Su instinto no lo estaría machacando si no hubiera algo de verdad en lo que pensaba. Al llegar al dormitorio, Brisa se estaba quitando los pequeños calcetines que se había dejado puestos para circular por el departamento. Al verla inclinada, con el cabello tomado, la hipótesis que tenía cobró más fuerza, porque su cuerpo reaccionó a Brisa como esa mañana a Karina.
Con gracia, la mujer se quitó el vestido y abrió la cama para meterse. Marcel apretó un puño, decidiendo qué hacer.
—¿Sabes? Ayer le apuntaste. Me levanto temprano porque tengo varios trabajos, y uno es en una empresa —dijo de pronto, apoyado en el marco de la puerta.
Interesada, Brisa se sentó en la cama y se abrazó las rodillas. Le lanzó una mirada luminosa.
—Guau. ¿Por qué trabajas tanto? ¿Qué haces, Marcel?
Sin poder evitarlo, él se comenzó a acercar.
—Yo también evito la quiebra, como tú.
Marcel se sentó en la cama, puso una rodilla encima, se apoyó en un brazo y proyectó su torso hacia Brisa.
—Soy abogado y me pidieron investigar un caso, pero no le digas a nadie lo que te estoy contando.
Brisa estaba tan entusiasmada, que en ningún minuto relacionó a Marcel con el abogado a quien pagó lo adeudado por su padre.
—¡Claro que no le diré a nadie! Puedes confiar en mí. Si eres abogado, eres de los que ayudan a las personas y eso es muy bueno.
Marcel pensó que él se debía a sus clientes y que, aunque evitaba cierto tipo de trabajos, no se consideraba un hombre «bueno». Menos considerando lo que pensaba hacer.
—Deja que te cuente. En mi empresa descubrieron un caso de suplantación de identidad, por lo que estoy recabando datos para llevar a juicio a esa persona. Pediré 541 días de prisión efectiva para Karina por estafa, y en cuanto logre identificar a la otra mujer mediante las cámaras de seguridad, también la mandaré a la cárcel.
—¿Cárcel? —preguntó Brisa con los ojos muy abiertos, su piel pálida—. Pe... pero... ¡eso es mucho!
—¡¿Conoces a Karina Avendaño? —aventuró Marcel, rogando en su mente que Brisa negara. Pero ella bajó la mirada.
En su inmenso amor, Brisa consideró que no era bueno mentir a Marcel. Aunque moría de la vergüenza, prefirió confesar y pedir piedad para su prima y su pequeño hijo. Eduardito sufriría mucho si Karina iba a la cárcel, ¡y ni hablar de su tía Haydee!
—¡No lo hicimos por maldad y no queríamos estafar a nadie! —reconoció, rompiendo a llorar—. Mi prima estaba desesperada, necesitaba el trabajo...
—¿Prima? —Al encontrarse en el peor escenario, Marcel se levantó de un salto de la cama—. ¿Karina es tu prima? —Iba a decir un improperio, pero se abstuvo—. Brisa, ¿tienes una idea de lo que hiciste? Todo este tiempo supiste que habías ido a esa entrevista, que mentiste... ¡y así y todo te involucraste conmigo!
Brisa se cubrió con la sábana, al sentir vergüenza de su desnudez.
—Yo... espera, no queríamos estafar... es que Karina tenía un jefe malo que la humillaba, y su trabajo quedaba muy lejos y ella pasaba mucho tiempo viajando y necesitaba estar más tiempo con su hijito. Lo hicimos por eso. Por favor, no la metas a la cárcel, su falta no fue tan grave. Fui yo a la entrevista, yo mentí —gimoteó—. Pero tampoco quiero ir a la cárcel.
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Sintiendo Demasiado
RomanceA Brisa le encanta Marcel, abogado, pero él la cree una mentirosa y no tiene intención de enamorarse. Brisa tiene un severo trastorno mental que pondrá en jaque su vida y la poca relación que ha conseguido con él. Obra con escenas sexuales, intentos...