𝐵𝑢𝑒𝑛 𝑐𝒉𝑖𝑐𝑜

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Por la mañana, Argentina se preparó para ir a desayunar al gran comedor. Iba un poco retrasada, últimamente el sueño se le estaba haciendo más pesado. No quería despertar, ni salir de sus acogedoras sábanas para comenzar un día más de estudios, sobre todo pensando en los EXTASIS que tendría que brindar al finalizar el año.

Sin embargo, al salir de su sala común, vio a un perro sentado, esperando. Este era de talla media, su pelaje era brillante y tenía un color café oscuro con toques avellana, y ojos ambar. Ella no sabía si era de alguna raza, pero era muy parecido a un Husky Siberiano.

En cuanto el can hizo contacto visual con ella, su cola empezó a moverse de un lado a otro, saltó y dio un ladrido, acercandose hacia ella. Argentina se sorprendió bastante, pues le parecía extraña esa actitud en un animal que no la conocía. Ella tenía mucha experiencia con criaturas mágicas, y la mayoría eran todo lo contrario.

—Oww!! Hola! De dónde saliste cosita. Cómo llegaste aquí? Tenés dueño? —preguntó. Ella se agachó para acariciarlo, mientras el cachorro le daba la patita, y le movia la colita, alegre por sus tiernas caricias sobre su cabeza.— Estás entrenado, debes tener dueño.

La rubia miró a un lado y luego al otro, en busca de algún alumno cerca. Para su sorpresa, encontró a España acercandose a ambos.

—Es de vos el perro? —preguntó con una sonrisa de oreja a oreja. Los animales solían ser su curita contra los males.

—Qué? Claro que no, que voy a estar teniendo yo un perro sarnoso.

Ella se molestó de inmediato. El perro le quitó la vista un momento y se dirigió al español, a quien le mostró sus afilados colmillos y gruñó, como si supiera lo que había dicho.

—Sabes cómo se metió? Tendré que avisarle a Snape, no quiero que se ande paseando por nuestra sala común y la deje apestando a inmundicia.

—Ya callate! —gritó enfurecida. Odiaba la forma tan déspota de ser de España. Odiaba su expresión estirada, como si estuviera oliendo porquería. Odiaba como despreciaba a los animales, y es más! Odiaba su acento seco y sin gracia.— Yo voy a encargarme de él, y no quiero quejas. Ah, y si me entero que le dijiste a Snape, vas a vertelas conmigo. —Lo amenazó, mirandolo a los ojos. Ya estaba cansada de que le hable como si él fuera más que ella. En definitiva, ambos eran totalmente incompatibles— Ahora, largo de aquí!

España le lanzó una mirada indignada. Luego miró al perro y volvió a hacer esa maldita expresión de asco. Afortunadamente el can ladró fuerte y él salió corriendo, despavorido.

Perú tenía razón. España parecía un espanta pajaros.

La muchacha dejó que se fuera y volvió hacia el perro. Esta vez se colocó en cunclillas para estar a su altura.

—Voy a clases, creo que tengo que dejarte en mi cuarto, no quiero que nadie más te...

Pero como resistirse a esos ojitos tan tiernos? Al perro no le hizo falta ni aullar de tristeza para que la muchacha seda ante su obvia petición.  

—Está bien, te llevaré pero promete que no vas a ladrar. —el can dio vueltas al rededor de la muchacha, y se le lanzó encima para lamerla, mientras ella reía, enternecida por las muestras de afecto del animal. —Que buen chico sos, buen chico.

Una vez en la clase, la rubia escondió al can debajo de su carpeta y le pidió que guarde completo silencio. Sorprendentemente este hizo caso.

Al cabo de unos minutos se dio cuenta de que Perú no estaba, y eso le pareció muy extraño. Él nunca faltaba a clases, mucho menos si se trataba de las que compartía con ella.

𝐴𝑚𝑜𝑟𝑡𝑒𝑛𝑡𝑖𝑎 - 🇵🇪 ִֶָ 🇦🇷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora