𝐴𝑚𝑜𝑟𝑡𝑒𝑛𝑡𝑖𝑎 - 🇵🇪 ִֶָ 🇦🇷

𝑇𝑜𝑟𝑟𝑒 𝑑𝑒 𝐴𝑠𝑡𝑟𝑜𝑛𝑜𝑚𝑖́𝑎

Cómo era posible que su subconsciente pudiera traicionarla de esa manera?

Perú le había mandado miles de pergaminos a través de una lechuza que iba y venía llevando mensajes que, claro, no pensaba ver. Por supuesto que tenían un trabajo pendiente... Pero no, no, no. No podía relacionarse con él, no después de ese sueño.

Se pasó la mano por el rostro, tratando de despejar la confusión que la invadía. Los recuerdos del armario, los detalles que le dio, sus palabras tan profundas, el beso, todo surgía como un eco en su cabeza, que ya no podía evitar. "Deben ser efectos secundarios de la poción" intentó argumentar a su propia mente, no había forma de que ella deseara que eso pasara, no había forma!

Aceleró más sus pasos, que resonaban con cada pensamiento furioso que le atravesaba. "¡No puede ser!", masculló, apretando los puños. Se sentía acorralada en el castillo, a cualquier lado que mirara temía encontrar la presencia del peruano. La rabia la consumía, no podía creer que estaba permitiendo que sus estúpidos sentimientos la dominaran, pero a la vez había una parte de ella que se preguntaba que significaba esa escena tan apasionada en su mente. Estaba atrapada en un torbellino de emociones, luchando entre el odio que siempre le había tenido y una extraña atracción que nunca había querido, ni pensaba, reconocer.

"No importa lo que sueñe, o lo que haga, no puedo dejar que esto me afecte" se dijo decidida. Sin embargo, la tensión en su pecho no desaparecía. Había una línea delgada entre el odio y el deseo, y esa noche, su sueño la había llevado a ese borde peligroso.

Basta Argentina, ya basta.

—Argentina.

La figura de su hermano menor emergió repentinamente frente a ella, sacandola de sus pensamientos.

Para la rubia fue una completa sorpresa verlo, ya que a pesar de pertenecer a la misma casa, cada uno siempre iba por su propio lado. Comían en la misma mesa, pero manteniendo una distancia prudente. Ambos se sentían cómodos así, pues tenían asuntos mucho más importantes, como cargar con todo el peso de llevar un apellido tan imponente como el de su familia y sobre todo, hacer lo mejor para que siga en lo alto.

—Tengo que hablar sobre algo importante contigo. —informó serio.

—Más te vale que no sea nada sobre los TIMOS. —respondió con los brazos cruzados y mirada de superioridad, habitual hacia su hermano.

—Estoy saliendo con alguien. —soltó sin rodeos.

Argentina enarcó una ceja completamente absorta de la impresión. No era común que su hermano compartiera secretos con ella; de hecho, nunca antes le había mencionado con quién salía. Ni ella a él. Exactamente eso, ver esa nueva faceta en Paraguay, aquella confesión tan íntima, la dejó perpleja, incluso se podría decir que le produjo una sensación de incomodidad, casi vomitiva.

—Con... Bolivia —murmuró el menor, con miedo en la voz.

—¿Bolivia? —repitió Argentina, confundida.

Paraguay la miraba con ansiedad, como esperando una reacción violenta de su parte. Por el contrario, solo recibía muecas de confusión.

—Y se puede saber quién es ella?

—No lo sabés?! —ella ladeó la cabeza dando a entender que obviamente no. Paraguay estaba impactado, no imaginó que su noticia sería doblemente difícil de anunciar.— Es... Es que ella es... —Tartamudeó nervioso, mirando al suelo y luego a ella.— La hermana menor de Perú...

Al escuchar ese nombre, Argentina abrió completamente los ojos, paralizada, tanto así que Paraguay se asustó mucho de verla.

El muchacho había preparado todo un monólogo que parecía haber sido borrado de su mente, simplemente las palabras no salían al ver a su hermana, y la rubia no parecía querer relajar su expresión terrorífica.