¿𝑉𝑒𝑟𝑑𝑎𝑑 𝑜 𝑅𝑒𝑡𝑜?

39 6 16
                                    

—Vamos, te acompaño a tu sala común. —Argentina se levantó de la banca, extendiéndole la mano para ayudarlo.— Debes descansar, no te ves del todo bien.

Perú, sorprendido por el cambio repentino en la muchacha, la detuvo, limpiando rápidamente cualquier rastro de lágrima acumulada en sus ojos.

—Espera, no quieres jugar algo? —preguntó.

No quería que así acabe su conversación. Deseaba estar con ella más tiempo, cambiar el ambiente tan tenso que se había formado entre ambos y tal vez lograr acercarse un poco más a ella.

—Jugar algo? —Repitió Argentina, intrigada.

—Sí. Estuve pensando mucho, y adivina qué? Encontré los anillos con los que jugábamos verdad o reto cuando éramos niños. Te acuerdas? —de su bolsillo sacó un par de anillos dorados, que extendió a la vista de la muchacha.

Ella se inclinó hacia él para verlos, y en ese instante su vista se iluminó. Aquello fue como un chispazo en su cabeza, evocando algunas memorias de su niñez.

Recordó perfectamente el rostro de Perú cuando era pequeño, con esa sonrisa tan tierna y alegre que perduraba hasta el día de hoy. Él siempre trataba de ser valiente frente a ella, para demostrarle a sus padres que era digno de su amistad. También solía ser muy torpe, pero hábil para los encantamientos. De hecho, la rápidez con la que logró hacer su primer encantamiento la llevó a envidiarlo un tiempo, pero no pasaba de más.

Ambos eran inseparables, hacían muchas travesuras juntos, como aquel día en el que jugaron a hacer una poción mágica, mezclando distintas hierbas. Ese día, por poco y obligan al papá de Perú a beberla.

—Vos los encontraste y los hechizaste. Aún no sé como lo hiciste siendo tan pequeño. —opinó la muchacha.

—Papá me ayudó.

En ese tiempo cualquier cosa con la que pudieran jugar era genial. Los anillos resultaron una maravilla, pasaban horas y horas jugando, sin saber el verdadero significado de tal objeto, de aquella alianza.

—Qué dices? —preguntó el trigueño.

Su mirada entusiasmada le recordó a aquellos días sin preocupaciones, cuando todo eran simples juegos de niños. Donde ambos eran muy pequeños para entender lo que era el amor romántico, y hasta les parecía asqueroso cuando veían a sus padres besarse. Una gran diferencia a hoy en día.

—Ah, pero y... Paraguay?

—Déjamelo a mí, de acuerdo? Confía en mí —pidió con sinceridad en sus ojos.— Además, podría ser tu oportunidad de pedirme lo que más deseas ¿O acaso la serpiente tiene miedo de que un "Gryffindor" de sangre "muggle" le gane? —preguntó burlón, resaltando las últimas palabras en voz alta para persuadirla.

—Sueñas. —respondió Argentina de inmediato.

Perú sonrió de lado, pues había logrado su objetivo.

—Bien, recitemos el juramento.

El muchacho extendió la mano hacia la rubia. Ella la observó unos minutos y la tomó.— "¿Y eso? ¿Por qué se la di tan rápido?" —pensó.

El azabache sujetó con delicadeza su extremidad estilizada, cremosa como la leche, y le colocó el primer anillo en el dedo anular derecho. El aro mágico resbaló suavemente en su lugar, adaptandose a la perfección en ella. Al finalizar, la rubia se quedó acariciando el objeto sobre su dedo, pensativa.

Tal vez no debería estar haciendo algo como eso, pero sentía una extraña sensación de déjà vu que no le permitía ponerse en marcha e irse del lugar. Más bien, contrario a eso, tomó el siguiente anillo y se lo colocó a Perú en el mismo dedo, mientras miraba el proceso como si su vida dependiera de ello.

𝐴𝑚𝑜𝑟𝑡𝑒𝑛𝑡𝑖𝑎 - 🇵🇪 ִֶָ 🇦🇷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora