𝐶𝒉𝑖𝑐𝑜 𝑀𝑎𝑙𝑜

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Al llegar al castillo, Argentina fue directamente al gran comedor, para cenar. Detrás de ella venía Perú, con un aura triste, derrotada.

Colombia notó la tensión entre ellos, él avergonzado, apenado y ella enojada, aparentando frialdad. El moreno suspiró y supo que todo había terminado mal, tal y como lo suponía. No comprendía cómo Perú podría ser tan idiota para tomar desiciones tan estupidas que obviamente saldrían mal. Su teoría era que lo tarado, en parte de nacimiento, también era influenciada por el gran enamoramiento que sentía por la argentina. Su dignidad se estaba viendo enormemente afectada, y esto no pasaría si no fuera por la rubia. Sin esa chica en la cabeza y en la poronga, estaba seguro de que él no actuaría de esa manera. Sus compañeros de gryffindor ya comenzaban a rumorear sobre él y a Colombia no le daba muy buena pinta esa serpiente. Él sólo quería lo mejor para su amigo, y eso solo podría ser estndo con una chica que lo quiera tanto como él.

En la distancia, la joven slytherin los miraba de reojo, mientras le daba una mordida a su manzana verde y pensaba en como vengarse de ese par por atreverse a engañarla.

Después de cenar, Argentina se encaminó hacia la biblioteca, decidida a no dejar que el asunto con el muchacho la distrajera de sus deberes. Le gustaba estudiar sola, por lo que se adentró a los más profundo y solitario de la biblioteca, en donde los murmullos eran escasos y sólo el ruido de los relámpagos de la reciente tormenta hacían vibrar los estantes. Al parecer Madame Pince no se encontraba en la biblioteca, y eso era un verdadero milagro.

Entró por el pasillo buscando los libros de transformaciones cuando sintió una presencia detrás de ella, lo que le hizo poner los ojos en blanco.

—Vas a seguirme lo que resta de la noche? Ese es tu gran plan? —preguntó notoriamente hastiada, siguiendo su camino.

El anillo brillando de Perú era la única fuente de luz que iluminaba el oscuro pasillo por el que la muchacha se había adentrado. Las velas flotantes, que siempre alumbraban el camino, parecían insuficientes en ese momento, incapaces de penetrar la densa tensión que emanaba de la pareja. El aura pesada de león y serpiente se respiraba en el aire.

—En realidad, no lo puedo evitar. —La voz de Perú se oía muy apenada, y aunque ella estaba molesta, no podía evitar sentir un nudo en la garganta que le provocaba ver su vulnerabilidad y arrepentimiento.—Siempre termino haciendo lo contrario a lo que me dice Colombia, no sé como me soporta.

Iba cabizbajo, siguiendola aunque ella no le hable, con el temor de haberla perdido para siempre en la cabeza. Se sentía una completa basura, un idiota. Pero la verdad es que no pensaba irse sin solucionar el problema que había causado. Tenía que actuar, no podía arriesgarse al fracaso.

—Perdón por lo que hice. No estuvo bien. —confesó— Entiendo que te duela, yo finji ser un animal del que te encariñaste y ahora no lo podrás ver más. Yo... Me aproveché del reto, e hice que fuera para mi beneficio, para buscar tu cariño. Arge... Perdóname.

Argentina volteó y lo miró a los ojos. Esos mismos ojos miel que le hacían acordar a su ex mascota, y que le decían que estaba muy arrepentido. Pero no sólo eso, esos ojos también eran los que más le gustaban de todo el maldito planeta.

—Que bueno que lo sepas. —expresó con seriedad y le entregó la pila de libros que llevaba, para que él los carge.

No entendía su propio corazón. Debía odiarlo por lo que había hecho, pero en cambio sentía el irresistible impulso de quedarse a su lado, de no atacar. Su cerebro le gritaba que lo golpeara y lo maldijera con la mayor ferocidad posible, pero su corazón lo protegía con un amor incondicional. Era su tesoro más preciado, su moneda de oro, el dueño de la llave de su corazón.

𝐴𝑚𝑜𝑟𝑡𝑒𝑛𝑡𝑖𝑎 - 🇵🇪 ִֶָ 🇦🇷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora