3. El desayuno de los campeones

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REVISADO**

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Paso al interior de la casa siguiendo al chico en calzoncillos que arrastra mis maletas. Las deja en la entrada y empieza a andar por el pasillo hasta una habitación. Le sigo sin dejar de fijarme en todo lo que me rodea. Esta casa es preciosa.

Comienza a enseñármela por el salón. Las paredes son de un amarillo claro y los muebles de madera oscura. Las grandes ventanas y las puertas que dan al jardín hacen que la habitación este plenamente iluminada. Parece la típica habitación de una casa en la playa.

Pasamos al gigantesco jardín. El césped está bien cortado, adornado con unas flores en los bordes de la casa y con una enorme piscina. También hay una pequeña casita que según me dice el chico, es para guardar los trastos.

Volvemos a la casa y me lleva directamente a la cocina. ¡Pedazo cocina! Creo que cualquier persona a la que le guste cocinar la adoraría. Mantiene los colores marrones del salón. Una de las paredes está cubierta por una serie de azulejos blancos y marrones a juego con los muebles. Las encimeras son de mármol beige y los cajones y armarios marrón oscuro. Tiene una enorme isla en medio con mínimo 8 taburetes. Cuando digo que es grande, no miento.

Estoy en el mismísimo cielo.

– ¿Tienes hambre? - pregunta el chico de los calzoncillos.

–Sí, claro. - le digo– Perdona, pero creo que no me has dicho tu nombre. - él se ríe y se apoya en la isla.

–Me llamo Mike Bennet. - yo sonrío y me siento en frente de él

–Rose Taylor, encantada. - le digo.

–Ya que nos hemos presentado, vamos a desayunar. ¿Qué te apetece? - pregunta mientras abre todos los armarios.

–Cualquier cosa que te venga bien. Soy fácil de complacer. - Mike se gira hacia mi levantando una ceja– En lo referente al estómago. - Se ríe y mira en la nevera.

-¿Huevos y beicon?- pregunta y yo asiento. Mike sigue en calzoncillos mientras saca los ingredientes de la nevera. No puedo evitar mirarle el culo y cuando se da la vuelta veo como sonríe. Me ha pillado de lleno.

– ¿Quieres que te ayude?- le pregunto intentando parecer decente.

Casca los huevos en el bol y empieza a mezclarlos. Se gira y me sonríe con suficiencia, en plan "Si chica, se cascar huevos", con guiño incluido.

–Si quieres. - dice encogiéndose de hombros. Antes de que consiga acercarme a él veo que coge el salero y lo vacía. ENTERO.

Me acerco corriendo para intentar parar el desastre cuando él se gira y me vuelve a sonreír con esa sonrisa de suficiencia.

–Se ve que eres un chico muy salado. - le digo intentando contener la risa ante mi broma. – ¿Me dejas? - le pregunto y el asiente. Cojo el bol y tiro la mezcla de sal con un poco de huevo al desagüe mientras él me mira sorprendido. Al segundo suspira mientras se pasa la mano por el pelo y se mueve por la cocina. Puede que me haya excedido, total esta no es mi casa ni mi cocina, todavía. Cuando se da la vuelta lo hace con una gran sonrisa.

–Vale, he de confesar que yo nunca cocino, eso lo hace sobre todo Ryan, aunque también los demás. -dice mordiéndose el labio. Me rio y lo miro con cariño. ¿Ha dicho Ryan? De pequeña tuve un mejor amigo que se llamaba así.

–Si quieres hago el desayuno y tú me hablas sobre ellos. - propongo. El suelta el aire y se deja caer encima de la encimera.

–Me has quitado un peso de encima. Por un momento he temido envenenarte.- dice y yo no puedo evitar reírme.

Fraternidad mixta...¡UNA MIERDA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora