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"Porque es doloroso ver las heridas de la gente que quieres."

- Marie O. López Cama

Al salir de la casa, siento que todavía tengo algo que decirle a Lucas sobre la noche anterior, sobre lo que ocurrió cuando los truenos me despertaron y lo ví en el sofá en vez de en su habitación. Trato de mencionarlo mientras subo al coche, pero cuando empiezo a abrir la boca, Lucas cambia su expresión.

—Oye, lo de ayer... —empiezo, titubeando.

Su mirada se endurece apenas percibe a qué me refiero. Su semblante, normalmente tan fácil de leer, se vuelve impenetrable. En su rostro se dibujan tensiones que no había notado antes. Una parte de mí desea ahondar en la incomodidad que ambos sentimos, pero la otra parte me frena. Lo último que quiero es hacer que se sienta mal, así que decido guardar mis pensamientos.

—No hace falta, Al —dice, cortante, pero no tajante. Es extraño, como si quisiera desviar la conversación y evitar una incomodidad que ambos sentimos.

Nos quedamos en silencio. Me tenso, preguntándome si he cometido un error al mencionarlo. La atmósfera entre nosotros se vuelve densa, como si una niebla invisible hubiera caído de repente. Al final, sin saber cómo arreglar el ambiente, cambio de tema. Me esfuerzo en relajarme un poco y murmuro:

—Y... ¿qué tal con las prácticas?

Lucas parece aliviado por el cambio de tema y me cuenta de las horas interminables, de sus supervisores que ni siquiera le dirigen la palabra y de las cosas que tiene acumuladas. Puedo ver el cansancio en su expresión, el mismo que yo siento cada día, aunque por motivos diferentes. Entre sus quejas y bromas, logro relajarme lo suficiente como para sentir, al menos, que la mañana avanza de forma normal.

A medida que Lucas habla, me doy cuenta de que, a pesar de la tensión inicial, hay un ritmo en su voz que me resulta familiar y reconfortante. Habla de sus experiencias en las prácticas, de lo que espera aprender y de lo que le gustaría hacer en el futuro. Cada vez que menciona algo que le entusiasma, su rostro se ilumina brevemente, y eso me recuerda por qué valoro tanto nuestra...¿relación?...tal vez...¿amistad?

Durante el trayecto, dejamos que el silencio se instale entre nosotros. A veces, simplemente me detengo a observar cómo la luz atraviesa el parabrisas o a escuchar la música que él ha puesto para llenar el ambiente. Sin embargo, mientras conversamos, la necesidad de abordar lo que ocurrió la noche anterior sigue presente en mi mente, como un eco insistente. Es algo que no puedo ignorar. Al llegar a un semáforo en rojo, decido que es hora de enfrentar el tema. Tal vez, si se lo digo de forma más directa, él no podrá evadirlo.

—Lucas, en serio, solo quiero saber si tengo que estar atento a ti cuando llueve.

Él me mira, sorprendido por mi súbita frontalidad. Su expresión cambia, se torna más seria, y puedo ver cómo lucha por contener su irritación.

—No te metas en eso, Al —responde, su tono de voz firme.

Pero yo no puedo quedarme callado. No después de haber visto su expresión, esa expresión que he visto tantas veces en el espejo.

—Tenía derecho a meterme desde que te vi debajo de la mesa en la delegación, Lucas. No puedes simplemente ignorar lo que pasó.

Sus ojos se ensombrecen, y puedo sentir que la conversación se está tornando más intensa de lo que esperaba. La tensión entre nosotros es palpable, y mis manos comienzan a sudar. Estoy temblando por dentro, pero me esfuerzo por mantener la calma.

—Al, esto no tiene nada que ver contigo. No tienes que involucrarte —me dice, intentando desviar la mirada.

—Solo quiero... quiero que no tengas que recurrir a una mesa porque no tienes a nadie a quien recurrir. Además, no creo que sea sano que mantengas eso guardado.

Volver a bucear [Primer borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora