En la penumbra de su oficina, Richard se reclinó en su elegante silla de cuero, sus ojos fijos en Oliver, quien estaba sentado en una esquina, con un semblante de inquietud que delataba su nerviosismo. El joven, ajeno a los oscuros planes que se gestaban a su alrededor, parecía atrapado en un mar de incertidumbre.
Richard entrecerró los ojos, una sonrisa maliciosa asomándose en su rostro. "Eres un peón valioso, Oliver", murmuró en un tono casi inaudible, disfrutando de la situación. "Tus hermanos vendrán a buscarte, y eso es precisamente lo que estoy esperando".
Mientras observaba al chico, su mente comenzó a tramar estrategias siniestras. “Adam y Valeri piensan que pueden jugar en mi terreno, pero no tienen la más mínima idea de lo que les espera. Los necesito como herramientas, pero una vez que cumplan con su propósito, serán desechados sin dudarlo. En este juego, nadie se interpone en mi camino y sale ileso”.
Richard se acarició la barbilla, reflexionando sobre la entrega que había planificado para ellos. “Si fracasan, no dudaré en hacer que sufran las consecuencias. Y si logran salir con vida, siempre tendré la opción de convertir a Oliver en un activo aún más valioso para mí. Esto es un verdadero juego de poder”.
Con esa idea en mente, se acomodó en la silla, sintiendo una satisfacción oscura y casi placentera. “Dejaremos que se sientan seguros por el momento, pero pronto se darán cuenta de que han caído en mi trampa. Y cuando lo hagan, será demasiado tarde para ellos”. Su risa resonó en la habitación vacía, impregnada de promesas de traición y manipulaciones calculadas.
En ese instante, la puerta se abrió y Adam y Valeri hicieron su entrada, mostrando una mezcla de nerviosismo y determinación en sus rostros. Richard enderezó su postura, borrando la sonrisa de su rostro y adoptando una expresión seria que imponía respeto.
“Ah, por fin han llegado”, dijo Richard con voz profunda y controlada. “Me gustaría que se unieran a nosotros para discutir los detalles de su misión”.
Un subordinado de Richard, un hombre llamado Rocco, apareció en la puerta, su mirada fría y calculadora. “Jefe, estoy aquí para abordar el tema de la entrega”, anunció con firmeza, mientras los otros hombres se apartaban para dar paso a la conversación.
Richard asintió, invitando a Adam y Valeri a acercarse a la mesa que dominaba la habitación. “La misión que les encomendaré es bastante sencilla en teoría: deberán recoger un cargamento de armas y drogas en el puerto y, posteriormente, trasladarlo a un viejo almacén en los límites de la ciudad. El enemigo al que se enfrentarán es conocido como la banda de los 'Rojos', y estarán al tanto de esta transacción. No se detendrán ante nada para hacerse con ese cargamento”.
Adam frunció el ceño, sintiendo la tensión palpable en el aire. “¿Qué tipo de resistencia podemos esperar? Y si nos atacan, ¿con qué recursos contaremos para defendernos?”.
Rocco, con su expresión imperturbable, respondió: “La banda de los Rojos es notoriamente violenta y no vacilarán en recurrir a la fuerza. Necesitarán estar completamente preparados para cualquier eventualidad. Además, hay un dispositivo de rastreo en el cargamento, así que asegúrense de no perderlo de vista”.
Valeri miró a Adam con preocupación, sintiendo el peso de la responsabilidad que recaía sobre ellos. “¿Y qué sucederá si encontramos problemas imprevistos durante la entrega?”.
Richard los observó con una mirada intensa, dejando caer el peso de sus palabras. “Si fallan, las repercusiones serán severas. No solo para ustedes, sino también para Oliver. Recuerden que su seguridad depende de su éxito en esta misión”.
Adam, decidido a mostrar confianza, se adelantó. “Entonces, ¿cómo nos defenderemos? Necesitamos algo más que solo buenas intenciones para enfrentar a la banda de los Rojos”.
Richard esbozó una sonrisa casi burlona y, de repente, se inclinó hacia un cajón de su escritorio. Sacó una pistola y la sostuvo en alto, como si fuera un trofeo. “Oh, lo siento, no sabía que estaban buscando esto”, dijo con un tono cómico, mientras examinaba el arma. “Es una Beretta, ¡la mejor amiga de un hombre en apuros!”.
Mientras giraba la pistola entre sus dedos, continuó: “Así que aquí tienen, un pequeño regalo de despedida. Úsenla con responsabilidad... o no. Eso ya es asunto suyo”. Luego, le lanzó el arma a Adam con un gesto despreocupado.
Adam la atrapó con sorpresa, sintiendo el peso del arma en sus manos. “Gracias, muy amable de tu parte”, respondió con ironía, mientras Valeri lo miraba con inquietud.
“Ahora, asegúrense de que este juguete no termine en manos equivocadas”, añadió Richard, su tono volviendo a ser serio. “La entrega se llevará a cabo en menos de 24 horas. No me fallen”.
Con esas palabras resonando en sus mentes, Adam y Valeri abandonaron la oficina, conscientes de que el tiempo se estaba agotando y que su misión podría significar la vida o la muerte para ellos y para su hermano.
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Solos Tú y Yo
RandomAdam, un chico de 19 años que vive con su abuela solamente tendra un camino muy interesante, con algunas lagunas oscuras.