La huida

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Mientras Adam y Valeri se acercaban al puerto, el ambiente era denso y cargado de tensión. Las luces parpadeantes de los contenedores creaban sombras alargadas, y el sonido del agua golpeando el muelle proporcionaba un fondo inquietante. Ambos sabían que se adentraban en un territorio peligroso, pero la determinación de completar la misión los mantenía en movimiento.

Al llegar a la zona designada, Adam detuvo el vehículo y ambos se bajaron, revisando su entorno con cautela. “Recuerda, tenemos que ser rápidos y discretos. No podemos permitir que nos descubran”, dijo Adam, su voz baja y decidida.

Valeri asintió, su mirada escaneando el área. “Ahí, esos son los contenedores que necesitamos”, indicó, señalando una serie de cajas metálicas alineadas en el muelle.

Mientras se acercaban, la tensión en el aire aumentaba. Cada sonido parecía amplificarse, y la sensación de ser observados estaba presente. Adam tomó un respiro profundo, intentando calmar sus nervios. “Solo un poco más”, murmuró, avanzando hacia el primer contenedor.

Sin embargo, en las sombras del puerto, Oliver había estado siguiendo a Adam y Valeri desde la distancia. Después de salir corriendo de la oficina de Richard, había sentido que debía hacer algo. Pero antes de eso, había tenido que arriesgarse y colarse en la oficina de Richard para obtener información sobre el paradero de su hermano y Valeri. Recordaba la tensión en el aire cuando logró infiltrarse. Había escaneado rápidamente los documentos en el escritorio de Richard, buscando cualquier pista que pudiera ayudarlo. Entre papeles y archivos, encontró un mapa que indicaba la ubicación del puerto y detalles sobre la misión de Adam y Valeri. Esa información le había dado la determinación necesaria para actuar.

A medida que se acercaba al puerto, Oliver vio a un grupo de hombres armados de la banda de los Rojos rodeando a Adam y Valeri. Los corazones de ambos latían con fuerza mientras intentaban concentrarse en su misión, sin saber que la amenaza se acercaba rápidamente.

“¡Tienen que salir de aquí!”, pensó Oliver, sintiendo la adrenalina correr por sus venas. Con un rápido movimiento, decidió que era hora de intervenir.

Mientras Adam y Valeri se preparaban para enfrentar a los hombres, el ambiente se tornó caótico. Los hombres de la banda comenzaron a avanzar, y Adam, sintiendo que no tenían otra opción, sacó la pistola que Richard les había dado. Sin embargo, al mirar el arma, su corazón se hundió al darse cuenta de que estaba vacía.

“¿Qué demonios?”, murmuró Adam, frustrado, mientras Valeri retrocedía, sintiendo la presión de la situación.

En ese momento, Oliver salió de las sombras, corriendo hacia ellos. “¡Adam, Valeri, atrás!”, gritó, atrayendo la atención de los hombres armados. Con rapidez, se lanzó hacia los hombres, utilizando todo su entrenamiento previo para desarmar a uno de ellos y tomar su arma.

Los disparos comenzaron a resonar en el aire mientras Oliver se movía ágilmente, cubriendo a Adam y Valeri. “¡Sigan adelante! ¡Yo me encargaré de esto!”, les gritó, lanzando golpes precisos y utilizando la confusión a su favor.

Adam, sorprendido y aliviado de ver a Oliver, no podía dejar de pensar en la valentía de su amigo. “¡Pero no puedes enfrentarte a ellos solo!”, exclamó, intentando hacer lo que pudiera con su pistola sin balas.

“No tengo otra opción”, respondió Oliver, mientras esquivaba un ataque y contraatacaba con determinación. “¡Salgan de aquí!”.

Valeri, viendo la valentía de Oliver, se sintió impulsada a actuar. “No podemos dejarlo solo. ¡Vamos a ayudarlo!”, dijo, y los tres comenzaron a trabajar juntos, moviéndose como un equipo.

La situación se tornó más intensa, pero con la ayuda de Oliver, Adam y Valeri encontraron una oportunidad para escapar. A través de disparos y caos, lograron salir del puerto, dejando atrás a la banda de los Rojos.

Mientras huían, Adam, sintiendo la urgencia del momento, recordó que necesitaban un coche para escapar. “¡Vamos, tenemos que encontrar un vehículo!”, dijo, y los tres comenzaron a moverse rápidamente, escaneando el área.

Afortunadamente, unos metros más adelante, vieron un auto estacionado, un sedán oscuro que parecía perfecto para la huida. “Rápido, este puede ser nuestra salvación”, dijo Valeri, mientras se acercaban al auto con sigilo.

Adam fue el primero en llegar, intentando abrir la puerta. Al girar la manija, se sorprendió al ver que estaba sin seguro. “¡Perfecto!”, exclamó, y rápidamente se metieron en el coche.

Adam se puso al volante y, sin perder tiempo, arrancó el motor. “¿Listos?”, preguntó, mientras giraba la llave. Al escuchar el rugido del motor, salió disparado del lugar.

Mientras se alejaban, Adam echó un vistazo por el espejo retrovisor. “No veo a nadie detrás por ahora, pero eso no significa que estén lejos”, dijo, acelerando más.

Valeri miraba nerviosamente por su ventana. “¿Y si nos reconocen? Necesitamos confundirlos”.

Oliver, con la mente trabajando a mil por hora, recordó algo. “Tienes razón. Si cambiamos de aspecto, tal vez podamos despistarlos. Adam, ¿puedes dar la vuelta y tomar esa calle lateral?”.

Adam asintió y tomó una curva abrupta, conduciendo hacia una calle menos transitada, donde la iluminación era escasa. “Espero que esto funcione”, dijo, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.

“Podemos hacer algo más”, sugirió Valeri, mirando a su alrededor. “Si encontramos un lugar donde podamos cambiar de ropa, mejor”.

A lo lejos, vieron un pequeño centro comercial con un estacionamiento vacío. Adam detuvo el coche y los tres se apresuraron a entrar. “Rápido, busquemos algo que podamos usar”, dijo Oliver, mientras entraban.

En el interior, encontraron un par de tiendas de ropa. En cuestión de minutos, lograron cambiarse y deshacerse de las ropas que los identificaban como los que habían estado en el puerto. Valeri se puso un abrigo oscuro, mientras que Adam optó por una gorra. Oliver encontró una chaqueta que le quedaba bien y se la puso.

“Esto debería ayudar”, comentó Adam, mirando su reflejo en un espejo. “Ahora, solo tenemos que salir de aquí sin levantar sospechas”.

Al salir del centro comercial, se sintieron un poco más seguros. Adam volvió a montar en el coche, y tras asegurarse de que nadie los estaba observando, se alejaron del lugar.

“Ahora solo tenemos que mezclarme con el tráfico y salir de esta ciudad”, dijo Adam, mientras el vehículo avanzaba por las calles.

Mientras conducía, Valeri y Oliver se aseguraban de que no los siguieran. Después de unos minutos de tensión, comenzaron a relajarse un poco al ver que no había vehículos sospechosos detrás de ellos.

“Lo logramos, al menos por ahora”, dijo Valeri, sintiendo una mezcla de alivio y agotamiento.

Sin embargo, la sensación de que el peligro aún acechaba era palpable. Sabían que la banda de los Rojos no se detendría tan fácilmente, y que tendrían que estar siempre un paso adelante para sobrevivir.

“Vamos a encontrar un lugar seguro donde podamos planear nuestro siguiente movimiento”, dijo Oliver, mientras Adam conducía con determinación. “No podemos dejar que esto termine aquí”.

Así, con un nuevo sentido de unidad y determinación, los tres continuaron su camino, sabiendo que juntos podían enfrentar cualquier desafío que se les presentara.

Solos Tú y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora