Narrador omnisciente
Era una tarde tranquila en Medellín, la luz del sol se filtraba a través de las ventanas, iluminando el pequeño apartamento que Luciana había estado compartiendo con sus amigos. Después de semanas de trabajo arduo y desfiles, había decidido tomarse un merecido descanso. Sin embargo, su mente no podía dejar de pensar en Richard. La distancia seguía siendo un desafío, y aunque se comunicaban con frecuencia, la ausencia de su presencia física era palpable.
Mientras se preparaba para salir, su teléfono sonó. Era un mensaje de Richard:
"¿Listo para una sorpresa? Estoy en Medellín."
El corazón de Luciana dio un vuelco. No podía creerlo. Había estado deseando un momento así, pero nunca imaginó que realmente vendría.
"¿Qué? ¡No me estás engañando, verdad?"
Richard: "Nunca. Te espero en el café de siempre."
Sin pensarlo dos veces, Luciana salió de su apartamento y se dirigió al café, su corazón latiendo con fuerza. La idea de volver a verlo, de sentir su presencia, la llenaba de emoción.
Al llegar, el café estaba lleno de gente, pero su mirada se centró en una figura familiar. Allí estaba Richard, sonriendo, con un aire de confianza que siempre había admirado.
—¡Richard! —exclamó, corriendo hacia él.
Él se levantó, y la abrazó con tanta fuerza que sintió que todos sus problemas se desvanecían en ese instante.
—Te extrañé tanto —susurró Richard, apartando un mechón de su cabello detrás de la oreja.
—Yo también, pero esto… esto es una sorpresa increíble —respondió Luciana, sintiendo cómo el calor del reencuentro la envolvía.
Se sentaron en una mesa, y la conversación fluyó con naturalidad, como si la distancia nunca hubiera existido. Hablaban de sus vidas, de los desafíos que habían enfrentado y de los sueños que aún querían cumplir.
—He estado pensando en ti en cada partido —admitió Richard—. Cada gol que marco, lo dedico a ti.
Luciana sonrió, sintiendo una mezcla de orgullo y felicidad.
—Y yo en cada desfile. No puedo evitarlo. Tu apoyo significa todo para mí.
A medida que la conversación continuaba, la conexión entre ellos se hacía más intensa. Había algo en el aire que era casi eléctrico, y ambos lo sentían. Sin embargo, había un matiz de ansiedad que flotaba entre ellos.
—¿Sabes? A veces dudo de cómo manejar la distancia —dijo Luciana, mordiendo su labio—. No quiero que esto se convierta en un problema.
Richard tomó su mano, mirándola a los ojos con seriedad.
—No lo será. Siempre encontraremos la manera de estar juntos. La distancia no puede vencer lo que tenemos.
Luciana asintió, sintiendo la verdad en sus palabras. Sin embargo, la conversación pronto se desvió hacia lo inevitable: la presión de las expectativas y los compromisos que ambos enfrentaban en sus carreras.
—La vida es un poco loca, ¿no? —dijo Richard, sonriendo con ironía.
—A veces, se siente como una montaña rusa. Pero siempre hay momentos como este que hacen que todo valga la pena.
Y así, entre risas y confidencias, el tiempo pasó volando. Sin embargo, había algo más que Luciana deseaba compartir, algo que había estado guardando para sí misma.
—Richard, hay algo de lo que necesito hablarte.
La expresión de Richard se tornó seria, y la miró fijamente.