capitulo 1

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El Hechizo:

El viento susurraba suavemente a través del denso bosque mientras la luz del sol se filtraba entre las hojas, creando un tapiz de sombras danzantes sobre el suelo. Nasiens, una joven de cabello castaño y ojos ámbar, siempre había sentido que era diferente de los demás. Desde pequeña, había tenido una conexión especial con la naturaleza, sintiendo cada hoja, cada susurro del viento como una extensión de sí misma. Sin embargo, también sentía una profunda soledad que la acompañaba, como si estuviera destinada a ser una observadora en lugar de una participante en la vida.

Mientras las risas de sus compañeros resonaban a lo lejos en el pueblo, Nasiens se alejaba cada vez más, buscando la paz que solo el bosque podía ofrecer. Aquella mañana, decidió aventurarse más allá de los límites que conocía, impulsada por un deseo de encontrar algo más, algo que no pudiera describir. Su corazón latía con fuerza mientras se adentraba en la espesura, sintiendo la emoción de lo desconocido.

Tras una caminata que parecía interminable, Nasiens llegó a un claro oculto donde un lago cristalino reflejaba el cielo azul. Era su lugar secreto, un refugio donde podía ser verdaderamente ella misma, lejos de las miradas curiosas y de la presión de encajar. Al acercarse al agua, se arrodilló y sumergió sus manos en el líquido fresco, sintiendo cómo la serenidad del lugar la envolvía.

Sin embargo, aquel día, algo en el aire era diferente. Una extraña energía parecía vibrar a su alrededor, y antes de que pudiera reaccionar, una figura oscura emergió entre los árboles. Era un hechicero, envuelto en sombras y con ojos que brillaban con una malicia inquietante. Se acercó a ella con pasos decididos, y su presencia hizo que Nasiens se sintiera pequeña y vulnerable.

“Eres hermosa, pero tu corazón es débil”, dijo el hechicero con una voz profunda y resonante. Sus palabras estaban impregnadas de un poder que la paralizó. “Por ello, serás castigada”. Nasiens, confundida y aterrorizada, intentó alejarse, pero él levantó su mano, y un destello de luz la envolvió, cegándola temporalmente.

Cuando la luz se desvaneció, Nasiens se dio cuenta de que había cambiado. En lugar de su reflejo humano, vio un cisne blanco flotando sobre el agua, sus plumas brillaban como el marfil. Su corazón se hundió mientras comprendía la magnitud de la maldición que la había atrapado. Durante el día, sería un cisne, incapaz de hablar o de ser vista como la Nasiens que conocía. Por la noche, al caer la oscuridad, recuperaría su forma humana, pero solo para enfrentarse a la realidad de su situación.

El cisne, ahora prisionero en su propia belleza, comenzó a nadar sin rumbo en el lago. Las lágrimas se deslizaban por su pico, sintiendo el peso de la soledad en su corazón. No había manera de comunicar su angustia, y el deseo de ser libre la consumía. ¿Cómo podría alguien amarla ahora, cuando su verdadera forma estaba oculta tras el hechizo?

Cuando la luna finalmente asomó en el cielo, Nasiens emergió del agua, su forma humana regresó y las lágrimas brotaron de sus ojos. Cada vez que se miraba al espejo del lago, el reflejo del cisne la recordaba la angustia de su existencia. A pesar de que podía ser humana por la noche, el miedo a no ser aceptada la mantenía cautiva. Miró hacia el bosque, donde las sombras danzaban, preguntándose si algún día encontraría la manera de romper la maldición y ser verdaderamente libre.

En ese momento de desesperación, una figura familiar apareció entre los árboles. Era Percival, su amigo de toda la vida, con cabello verde que brillaba como esmeralda y ojos morados que reflejaban curiosidad y preocupación. Había algo especial en él, una chispa de vida que siempre la había atraído, aunque nunca había tenido el valor de admitirlo. Al verla, sus ojos se iluminaron con sorpresa y alegría, contrastando con la tristeza que Nasiens sentía.

“¿Nasiens?” preguntó, su voz llena de incredulidad. “¿Eres tú?” Su expresión revelaba una mezcla de asombro y angustia al notar que algo no estaba bien. Nasiens sintió que su corazón latía con fuerza; en su mirada había algo que le dio esperanza, aunque sabía que la verdad que guardaba podría separarlos para siempre.

“Percival…” su voz tembló al pronunciar su nombre, el peso de su secreto casi la ahoga. Quería contarle todo, compartir su dolor, pero temía que al hacerlo, perdería la única conexión genuina que había tenido.

“Estaba tan preocupado por ti. Te he estado buscando”, dijo él, dando un paso adelante, como si intentara cruzar la brecha que los separaba. La vulnerabilidad en su voz resonó en Nasiens, provocándole una mezcla de alegría y desesperación. La idea de ser rechazada la aterraba.

“No estoy bien…”, murmuró, intentando esconder su angustia. Pero sus ojos lo delataban, y Percival se acercó más, su preocupación transformándose en determinación.

“¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras?” Su tono era suave, y Nasiens sintió que su corazón se abría a su cercanía. Sin embargo, el peso de la maldición la mantenía encadenada, incapaz de liberarse del miedo que la asediaba.

Las horas pasaron en silencio, cada instante se sentía como una eternidad mientras Nasiens luchaba con la verdad que podía cambiarlo todo. Percival permanecía a su lado, sin saber que su mera presencia era un bálsamo para su herido corazón. A medida que las estrellas brillaban en el cielo, Nasiens comprendió que la maldición no solo la había transformado físicamente; también había desatado un torrente de emociones en su interior.

El hechizo había comenzado a tejer su historia, pero también había encendido la chispa de algo más profundo. Mientras Percival se acercaba, Nasiens sintió que el amor que siempre había estado oculto en su corazón comenzaba a florecer, aunque la oscuridad de la maldición la amenazaba con separarlos. En un momento de valor, decidió que debía encontrar una manera de liberar su verdadero yo, y tal vez, con el tiempo, encontrar una manera de abrir su corazón a Percival.

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