capitulo 7

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El Encuentro con el Hechicero:

La cueva era un laberinto de sombras y ecos. A medida que Nasiens y Percival avanzaban, el aire se tornaba más frío y denso, como si la misma piedra estuviera viva, observándolos. Cada paso resonaba en las paredes, y el silencio que los rodeaba era casi ensordecedor.

“¿Estás lista?” preguntó Percival, su voz un susurro en la oscuridad.

“Listo o no, tenemos que seguir adelante,” respondió Nasiens, tratando de contener su miedo. Su corazón latía con fuerza, y la tensión en el ambiente le hacía sentir que algo inminente estaba por suceder.

Mientras se adentraban más en la cueva, comenzaron a notar extrañas inscripciones grabadas en las paredes, símbolos que parecían brillar débilmente. Nasiens se detuvo, su mano extendida hacia una de las marcas. “¿Qué son estos símbolos?” preguntó, sintiendo que resonaban con una energía que la atraía.

“No lo sé, pero parecen antiguos,” respondió Percival, observando con interés. “Tal vez sean una advertencia o una señal de lo que está por venir.”

Justo cuando estaban a punto de continuar, una risa resonó en el aire, profunda y oscura. “Bienvenidos, intrusos,” dijo una voz que reverberaba en la cueva. “He estado esperando su llegada.”

De las sombras emergió el hechicero, una figura imponente envuelta en un manto oscuro que absorbía la luz. Su rostro era difícil de discernir, pero sus ojos brillaban con un resplandor casi hipnótico. Nasiens sintió un escalofrío recorrer su espalda al encontrarse con su mirada.

“Soy el que concede deseos y, a la vez, el que castiga a quienes se atreven a cruzar mis caminos. ¿Qué desean?” preguntó, su voz resonando con un poder palpable.

“Venimos en busca de tu ayuda,” respondió Percival, con firmeza, aunque su corazón se debatía entre la valentía y el miedo. “Nasiens ha sido maldecida, y necesitamos romper el hechizo que la mantiene cautiva.”

El hechicero soltó una risa suave, casi burlona. “¿Y qué te hace pensar que yo ayudaría a alguien tan… débil?” Su mirada se centró en Nasiens, quien sintió que la presión de su presencia la oprimía.

“No soy débil,” replicó ella, sorprendiéndose de su propia valentía. “Aunque he estado bajo esta maldición, tengo el poder de luchar por lo que amo. He venido aquí para demostrar que puedo ser más de lo que crees.”

El hechicero la observó con interés, como si evaluara su determinación. “¿Y qué estás dispuesta a ofrecer a cambio de tu libertad, joven?”

Nasiens sintió que su estómago se encogía. “No tengo riquezas ni poder, pero lo que puedo ofrecer es mi sinceridad y mi lucha por ser quien soy. No quiero ser una víctima; quiero ser dueña de mi destino.”

El hechicero se rió de nuevo, esta vez con más intensidad. “¿Crees que tu valentía puede cambiar tu destino? La maldición que te ató a la forma de un cisne es antigua y poderosa. Pocas veces he encontrado a alguien que se atreva a desafiarme.”

Percival, sintiendo que el tiempo se agotaba, dio un paso adelante. “Nasiens es más fuerte de lo que imaginas. Ha enfrentado su miedo y ha luchado por su libertad. Si no estás dispuesto a ayudarla, entonces solo estás perpetuando un ciclo de dolor.”

El hechicero observó a Percival por un momento, luego volvió su atención a Nasiens. “Interesante. Si deseas romper el hechizo, deberás enfrentar una prueba. Deberás demostrar que tu amor es más fuerte que el poder de la maldición. Deberás enfrentarte a tus propios miedos y renunciar a lo que más temes.”

“¿Qué tipo de prueba?” preguntó Nasiens, sintiendo que su corazón se encogía nuevamente.

“Deberás revivir el momento en que aceptaste la maldición,” dijo el hechicero, gesticulando con su mano. De repente, la cueva se iluminó con imágenes flotantes que representaban su pasado, el momento fatídico que había llevado a su transformación.

Nasiens vio cómo, en su juventud, había estado en el lago, disfrutando de la libertad de ser ella misma. Luego, un hechizo maligno la había envuelto, transformándola en cisne, robándole su voz y su humanidad. El dolor y la confusión la inundaron mientras revivía ese instante.

“Debes aceptar lo que ocurrió y dejarlo ir,” dijo el hechicero, su voz resonando en su mente. “Solo así podrás romper la maldición.”

Nasiens se sintió abrumada. “No sé si puedo,” murmuró, sus ojos llenos de lágrimas.

“Debes hacerlo, Nasiens,” animó Percival, dándole la mano. “No estás sola en esto. Estoy aquí contigo.”

Sintiendo la calidez de su apoyo, Nasiens cerró los ojos y respiró profundamente. “Acepto lo que sucedió. Aunque fue doloroso, me ha llevado hasta aquí. Y aunque he sido maldecida, no perderé la esperanza de encontrar mi verdadero yo.”

El hechicero sonrió, y de repente, la cueva comenzó a vibrar. Las imágenes se desvanecieron, y una luz intensa iluminó el espacio. “Has mostrado valor y amor verdadero, Nasiens. Te concederé una oportunidad.”

La luz envolvió a Nasiens, y sintió que una energía poderosa recorría su cuerpo. “Pero ten cuidado. Este poder puede ser tanto tu salvación como tu perdición.”

Justo cuando la luz parecía alcanzarla, Nasiens se sintió flotar. “¡Percival!” gritó, extendiendo su mano hacia él.

“¡Estoy aquí!” respondió él, su voz llena de aliento y determinación.

Mientras la luz crecía más brillante, Nasiens comprendió que este era el momento en que su vida podría cambiar para siempre. Se aferró a la fuerza de su amor por Percival y a su deseo de liberarse de la maldición que la había mantenido cautiva.

Con el poder del amor verdadero y la luz que la rodeaba, Nasiens se sintió renacer. Todo lo que había sufrido se unió en un solo pensamiento: su deseo de ser libre.

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