capitulo 4

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La Preparación para la Aventura:

El sol se elevó por completo, llenando el cielo de luz y calor. Mientras Nasiens nadaba en el lago, la calma del agua le ofrecía un alivio temporal, pero sabía que su tiempo se agotaba. Percival había prometido volver por ella esa noche, y la anticipación de su encuentro la llenaba de una mezcla de emoción y nerviosismo.

Mientras tanto, en el pueblo, Percival comenzó a prepararse para su misión. Se sentía decidido a ayudar a Nasiens, pero sabía que debía estar preparado para lo que pudieran encontrar. Recorrió el mercado, recogiendo provisiones: pan, frutas secas y un poco de agua en una cantimplora. Su mente estaba en constante movimiento, pensando en cada detalle que podría hacer la diferencia en su búsqueda.

El bullicio del mercado era familiar, pero hoy todo parecía diferente. Percival notó cómo los rostros de los aldeanos pasaban de la rutina diaria a miradas curiosas y murmurantes. Había un aire de expectativa en el ambiente, y él no podía evitar preguntarse si había rumores sobre su relación con Nasiens. Sin embargo, no le importaba. Su enfoque estaba en ella, en liberarla de su maldición.

Una vez que tuvo todo lo que necesitaba, se dirigió a su casa para hacer una mochila. Mientras empaquetaba, no podía evitar recordar las historias que había escuchado sobre el hechicero. Se decía que tenía un poder inmenso y que, a menudo, los que lo buscaban no regresaban. Pero la idea de abandonar a Nasiens a su suerte no era una opción.

Cuando la tarde comenzó a desvanecerse, Percival se dirigió de nuevo al lago. Su corazón latía con fuerza, y cada paso lo acercaba más a la revelación de su amistad y el deseo que crecía entre ellos. Sabía que Nasiens también lo sentía, pero la sombra de su maldición a menudo oscurecía esos momentos.

Al llegar al lago, el agua brillaba bajo la luz dorada del atardecer. “Nasiens, estoy aquí,” gritó, su voz resonando en la tranquilidad del lugar. En el silencio que siguió, no hubo respuesta inmediata, pero su corazón latía con esperanza.

Finalmente, la figura de un cisne emergió del agua, sus plumas brillando con destellos dorados. Nasiens se acercó a la orilla, su corazón latiendo con alegría al verlo. Percival se agachó, sus ojos fijos en ella, sintiendo que la conexión entre ellos se intensificaba a cada instante.

“Hoy fui al pueblo y recogí algunas cosas,” dijo, levantando la mochila. “Nos prepararemos para encontrar al hechicero.”

Nasiens se sintió abrumada por la generosidad y el coraje de su amigo. “No quiero que te metas en problemas por mí,” protestó, aunque sabía que su deseo de ayudar era más fuerte que cualquier advertencia.

“Lo haría una y otra vez,” afirmó Percival, decidido. “No puedes librarte de mí tan fácilmente.” La mirada en sus ojos era firme, y Nasiens sintió que se derretía ante su lealtad.

“Acepto tu ayuda, pero tenemos que ser cuidadosos. El hechicero puede no ser lo que parece,” advirtió Nasiens, su voz llena de un toque de preocupación. “Puede ser peligroso.”

“Lo sé,” respondió Percival, tomando su mano en un gesto reconfortante. “Pero enfrentaré cualquier peligro si eso significa verte libre.”

El momento se llenó de una profunda intensidad, y el aire entre ellos vibró con un nuevo entendimiento. A medida que la luz del día comenzaba a desvanecerse, la tensión se hizo palpable. Nasiens se sintió ansiosa; cada segundo que pasaba la acercaba a su transformación, a la necesidad de ocultarse en el lago.

“Es hora de que te vayas, Nasiens. Deberías volver al agua,” dijo Percival con tristeza. “No quiero que te atrape la luz del día.”

Nasiens asintió, sintiendo un nudo en el estómago. “Gracias por todo, Percival. No sé qué haría sin ti.” Sus ojos se llenaron de lágrimas, y antes de que pudiera evitarlo, se lanzó hacia él, envolviéndolo en un abrazo. Percival, sorprendido pero complacido, la abrazó con fuerza.

Ambos sintieron la conexión que crecía entre ellos, un lazo que iba más allá de la amistad. Cuando se separaron, los ojos de Nasiens brillaban con gratitud y tristeza. “Prométeme que estarás a salvo,” le dijo.

“Siempre. Y volveré esta noche, tan pronto como caiga el sol,” prometió él, sintiendo que su corazón se aceleraba. Con un último vistazo, Nasiens se sumergió en el lago, y en un destello de luz, volvió a convertirse en cisne.

Mientras nadaba, su mente se llenaba de pensamientos sobre lo que significaba su relación con Percival. Nunca había sentido una conexión tan profunda con nadie, y la idea de perderlo le rompía el corazón. Sin embargo, también sabía que si quería romper la maldición, debía enfrentarse a su mayor miedo.

Con la noche finalmente cediendo al día, Nasiens emergió del agua, sintiendo la brisa fresca en su plumaje. Mientras tanto, Percival estaba en casa, preparando todo para su viaje al norte. Su determinación era firme, y la noche siguiente sería el comienzo de su aventura juntos.

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