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Gianna

Habían pasado unos cuantos días más, era casi la última carrera de la temporada. Lando estaba emocionado de saber que estaba pisándole los talones a Max en el campeonato, aunque solo me importaba que estuviera feliz. Era un chico increíble. George y yo ahora éramos amigos, hasta que...

–Creo que le gustas –comenta Alonso mirándolo desde lejos junto a mí.

–¿Perdona?

–Lo que oyes.

–No digas bobadas.

–¿Quieres que te cuente qué hablé con él?

–Lo que quieras, pero yo estoy con Lando.

–... ¿"Estás" o estás?

–Nos hemos acostumbrado a esto.

–¿Y? ¿Estás enamorada de él o algo?

–Algo hay.

–Joder, pues pobre Russell.

–¿LE GUSTO O NO? –Fernando se exaltó al oírme alzar la voz. No me gustaba que me tuvieran especulando.

–¡Sí! Sí, coño. Sí. Hay que ser gilipollas para no darse cuenta. Lo sabe todo el mundo.

–Si tú lo dices.

–Eso, tú piensa lo que te salga del coño.

–Es que sería raro.

–¿Por qué? Yo creo que hacéis buena pareja.

–Veeeenga el otro.

–Max también lo piensa, y Pierre, y Charles, y...

–CALLA. No quiero saber nada.

–Joder, como estamos hoy...

Alcé una ceja.

–Folla un poco y relájate, que estás muy tensa.

–¿Vale?

–Tira con tu novio, anda.

Ambos nos reímos y me fui con Lando, que ni idea de donde estaba. En su lugar, encontré a George. Odiaba tener que torcer el cuello para mirar para arriba. Uno ochenta y cinco el cabrón.

–Me vas a provocar tortícolis, macho.

Así que simplemente, me cogió por debajo de las axilas y me levantó como el que levanta un gato.

–¿Mejor?

Abrí los ojos. ¿Hola? Él solo rió y me dejó con delicadeza en el suelo.

–Al menos de esa manera no tienes que mirar hacia arriba.

–No importa.

–Es gracioso. Pareces un cachorro.

Rodé los ojos. Pero me quedé un rato hablando con él mientras me contaba cosas.

–Tengo la sensación de que hablo demasiado y que no te importa... –apartó la mirada riendo.

–Claro que me importa, bobo.

–También me importa lo que me puedas contar tú –se apoyó de lado en la pared mientras me miraba.

–Pues yo venía de hablar un ratillo con Alonso.

–¿Y qué se cuenta?

–Que te gusto.

–... Em... no.

–Según dice se lo has dicho –reí.

–Lo habrá soñado –le restó importancia.

–Seguro.

Todo lo que odio de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora