Todo lo que odio de ti

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Gianna

No sabía si había perdido a George, solo esperaba que volviera a mi y fuéramos los amigos de antes. Todo el mundo parecía que desde que estaba con Lando tenía algún problema y mi cabeza no entendía porque, mi cabeza solo estaba en George y las ganas que tenía de lanzarme a por él. Lando era el único que no tenía problemas. Bueno, ni él se salvaba. George seguía de la misma manera, aunque el finde siguiente, George ni se molestaba en complicar a Lando.

–Creo que me gusta George.

–Gracias por admitirlo –comenta Charles.

–Joder.

–Es que, mi niña... –dice Alonso obvio.

–Yo que sé.

–Siempre: yo que sé y nunca: perdón, la he cagado y ahora no sé cómo remontado. Por favor, ayudadme, chicos –habla Gasly.

–Necesito procesar.

–Necesitas un guantazo –suelta Max.

–¡Max! –le riñe Daniel.

–Yo... yo pensaba que era lo normal en una relación, basarla todo en el sexo. Y me he dado cuenta que no. Que hay mucho más, y que todo ese más lo he sentido y vivido solo cuando he estado con George. Las mariposas, las miradas, los roces, los besos tiernos y las palabras bonitas.

–Es que una relación es eso, guapita –dice Lance.

–¿Y qué hago ahora?

–Paso uno: dejar a Lando. Paso dos: tocarle la puerta a George. Paso tres: hacerle el amor y hacer las paces –suelta Fernando.

–¿Dónde está Lando?

–Y a mí que me cuentas –se encoge de hombros.

–Vale tío.

–Está en su cuartillo –dice Óscar saliendo de detrás de Gasly.

Asentí y fui a por Lando. Tenía que hablar con él cuanto antes e ir a buscar a George. Lando me recibió con una sonrisa y cuando fue a besarme, le puse las manos en el pecho y lo empujé ligera y lentamente para que me mirase a la cara. Intente expresarme de la mejor manera para que me entendiera.

–... ¿Me estás dejando porque...?

–Ya te lo he dicho.

–Sigo sin ver una razón.

–No la tienes que ver. Yo te la estoy dando y ya está. Es por mí.

–Vale. Te arrepentirás algún día.

No me podía creer que me hubiera dicho aquello, pero ahora tenía una tarea más importante. Ir a buscar al chico que me lo había dado todo. Pregunté como loca donde estaba. Me dijeron que no lo sabían muy bien, pero según uno de los ingenieros, estaba en el segundo piso, en la terraza. Subí lo más rápido posible a buscarlo. Quería hablar con él y decirle que quería todo con él. Mi pecho subía y bajaba rápidamente y una gota de sudor frío empezaba a aparecer en mi sien, pero no iba a detenerme de ir a por él. Cuando llegué donde me indicaron, ahí lo vi. Le toqué el hombro como pude y se giró a mirarme. Suspiró y se apoyó en la barandilla mientras se quitaba los auriculares.

–... Hola.

–Hola.

–No quiero que digas nada. Solo escúchame. Después te dejo vía a que digas lo que quieras –asintió, por lo que proseguí–. Me he dado cuenta, tarde, de lo que es el amor. Y no he sabido lo que era gracias a Lando, me he dado cuenta lo que es el amor al estar con él y no tener lo que me dabas tú, una de esas las mariposas y sensación de paz. Me he dado cuenta que con quien quiero estar contigo. Tú me das todo lo que es el amor. Contigo he aprendido a lo que es querer y no tener miedo de que se vayan de mi lado –él se quedaba mirándome esperando a que acabase–... Y que te quiero. Lo quiero todo contigo.