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Gianna

Estuve durante varios días encerrada en los hoteles. En los días libres, y los fines de semana de carrera. No me apetecía ver a nadie y dar explicaciones. Lando un día de esos me tocó la puerta, acabé abriéndole con pocas ganas.

–Estaba preocupado, ¿qué haces aquí metida? Se me hace raro que no vengas a darme un abrazo después de correr...

–No tenía ganas. De nada.

–Gianna... –me miró con algo de pena.

Me encogí de hombros. El rodeó sus brazos en mí y me estrechó entre ellos.

–Estoy aquí, lo sabes, ¿no? –me acarició el pelo.

–Gracias. Lo siento por dejarte el otro día así con el calentón.

–Qué calentón ni que nada. Tenía ganas de verte, si surgía, surgía. Pero no quería tener sexo solo porque nos habíamos liado desesperados en un cuarto. Eso me la pela. ¿Estás bien? –me mira.

–Sí, gracias.

Me dio un beso en la frente y me acarició la mejilla con su dedo pulgar.

–Puedes irte si quieres. Estoy bien.

–No quiero irme. No me eches.

Asentí. Entramos y él solo siguió abrazándome y dejándome el silencio que había antes de que él llegara. Me sentía querida por un momento. También me daba algún beso en la frente y me dejaba contra su pecho, escuchando los latidos de su corazón.

–Gracias.

–Estoy aquí porque te quiero, no tienes que agradecer nada.

–Ya te arrepentirás de decir eso.

–De momento estoy muy bien.

–De momento...

–Cállate y disfruta del momento. Hay mucho tiempo para lamentarse.

–Es muy difícil para mí eso.

–No tiene nada de malo, cada uno se toma su tiempo para asimilar las cosas.

–Me refiero que para mí es difícil disfrutar del presente sin pensar en el futuro.

–Y para mí. Pero aquí estoy, viviendo. Tú también puedes hacer algo así. Si tienes miedo, hazlo con miedo.

–No lo entenderías.

–Me da igual no entenderlo. Quiero que lo intentes. Algún día, pero que al menos pienses en mi y te entren ganas de hacerlo. No me gusta ver a las personas que me importan congeladas en una habitación pudriéndose en sus pensamientos.

–Aprecio mucho tus palabras. Gracias, de corazón.

–Te digo esto porque te quiero. Te haces de querer, Gianna. No sé lo que te habrá pasado, pero aquí estás segura. Nadie de los que estamos aquí tiene intención de hacerte daño.

–Y lo sé, por eso me odio por sentir estas cosas con vosotros. Porque no tenéis culpa de nada, y tenéis unos corazones muy nobles y bonitos. Ninguno os merecéis esto.

–Lo entenderán. No pasa nada –me dio un beso en la frente.

–George ya sabe muchas cosas y creo que fui una estúpida, pero no importa.

–George es un buen chaval, deberías darle una oportunidad. Él me ha escuchado cuando nadie más lo hacía.

Asentí y lo miré. Lando me besó en la frente y me hizo sentir segura. Era un chico especial. Seguro que había muchos chicos especiales que no me había esforzado en conocer por mi miedo.

Todo lo que odio de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora