Capítulo XII

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Me encontraba en la habitación viendo a Logan mientras se vestía, mencionó brevemente con una sonrisa: —Iré al supermercado, no tardo—. Intrigado por su premura, le pregunté con un tono juguetón: — ¿A qué irás?

Logan se acercó con decisión y, mientras me besaba con suavidad en los labios, respondió: —No tengo pan y quiero que te quedes a desayunar—. Sus palabras resonaron en mí con la promesa de un momento compartido.

Tras su partida, me levanté y bajé a la cocina. Sentía mi garganta ligeramente seca, así que llené un vaso con agua y bebí despacio. Mientras caminaba hacia la sala, un ruido inesperado proveniente del sótano capturó mi atención y me dejó inquieto.

¿Logan? —, llamé en voz alta, en dirección a la puerta del sótano. Al intentar girar la manija, me sorprendí al notar que estaba bajo llave. Me pareció curioso que mantuviera esa puerta cerrada con llave. Con una mezcla de curiosidad y preocupación, comencé a buscar las llaves por toda la casa sin éxito.

Regresé a la puerta del sótano y, casi gritando, pregunté: —Hola, ¿hay alguien abajo? —. Un segundo ruido, como el de un objeto que caía, volvió a surgir desde el interior del sótano, profundizando mi inquietud. ¿Acaso Logan tendría a alguien encerrado allí?

Mi determinación me llevó a actuar. Me dirigí a la cocina y, con la ayuda de un cuchillo, forcé la cerradura. La puerta cedió y, con un nudo en el estómago, comencé a descender lentamente cada escalón, sumergiéndome en la penumbra de aquel enigmático sótano. La atmósfera se tornaba densa, cargada de misterio y la perspectiva de desvelar lo que se ocultaba tras esos muros me impulsaba a seguir adelante.

Cada escalón que bajaba resonaba con un quejido inquietante, como si el propio aire susurrara secretos oscuros. Estaba más que seguro de que alguien más estaba aquí, aguardando en las sombras. Al descender aquellas escaleras de madera que crujían bajo mi peso y encender la luz, mis ojos se encontraron con una escena que no podía creer.

Katherine, ¿Quién te hizo esto? — Mi voz era temblorosa mientras observaba, con asombro y pavor, a Katherine atada de pies y manos, una mordaza impidiéndole gritar. La silueta de su figura encadenada se proyectaba en las paredes, haciendo que el lugar se sintiera aún más opresivo.

Cuando logré sobreponerme al horror, mis manos temblorosas retiraron la mordaza que sellaba sus labios. —Por favor, ayúdame. Logan me atrapó, — suplicaba Katherine entre lágrimas desesperadas. Su voz era una mezcla de miedo y esperanza.

Está bien, te ayudaré, — respondí con determinación, mientras mis ojos buscaban frenéticamente algo con lo que cortar las cuerdas que la mantenían prisionera. —Apresúrate, Logan nos puede escuchar, — susurraba Katherine, sus ojos llenos de pánico clavándose en los míos.

Por fin, mis manos encontraron una navaja. Con un suspiro de alivio contenido, me disponía a cortar la cuerda de una de sus manos cuando una voz helada bajó en espiral desde lo alto de las escaleras. — ¿Por qué tenías que bajar al sótano?

Logan, — comencé, mi voz reflejando tanto confusión como alarma, —no entiendo qué sucede aquí. Explícame.

Pero la respuesta de Logan solo logró aumentar mi desconcierto. — ¿Por qué no te quedaste arriba? Hubiéramos desayunado muy rico, traje pan, — susurraba con una locura palpable en su tono. Aquella simple frase encerraba un delirio que erizaba la piel, y en la penumbra del sótano, la realidad y la cordura parecían desgarrarse en fragmentos.

Mientras Logan se acercaba, el miedo inundaba cada rincón de mi ser. Sin más opción en mi mente, empuñé con fuerza aquella navaja que sostenía en mi mano derecha. —Detente, no quiero lastimarte—, decía con un hilo de voz, mi intento desesperado de detener su avance. Mis palabras parecían no tener efecto alguno, como si atravesaran un muro invisible.

Logan, impasible, avanzaba sin mostrar miedo. — En verdad me encantaba cómo te movías en la cama, tu cuerpo es perfecto, pero no me dejas más opción—, respondía con una frialdad que erizaba mi piel, cada paso suyo retumbaba en mi mente como una sentencia ineludible.

Retrocedí unos pasos, mi aliento se tornaba más pesado. — Logan, detente, por favor—, supliqué, las palabras salían torpes, atropelladas, mientras retrocedía en un vano intento de escapar. Pero la distancia se acortaba y la amenaza era inminente.

En un instante, que pareció eterno y a la vez fugaz, Logan se abalanzó sobre mí. Forcejeamos en una lucha desesperada, y con la navaja logré hacerle un corte en el brazo izquierdo. Sin embargo, su fuerza y determinación superaron mis esfuerzos; logró desarmarme y, con pericia, me ató a una silla. La cuerda raspaba mis muñecas y dejaba una sensación de absoluta impotencia.

No quería que vieras esto, pero no me dejaste otra opción—. Sus palabras resonaban en el aire con una mezcla de reproche y satisfacción. Logan se dirigió hacia Katherine, su objetivo final. Cuando estuvo frente a ella, de un fuerte tirón, le arrancó la blusa, y con una delicadeza perturbadora, le quitó el sostén, dejándola desnuda de la cintura para arriba.

Los gritos de Katherine llenaban la habitación, su terror palpable en cada sonido desgarrador. Logan, por su parte, parecía embriagarse con el horror que provocaba, su rostro era una máscara de morboso deleite. Las imágenes y sonidos de aquella escena quedaron grabados en mi mente, marcando un antes y un después en la historia de nuestras vidas, como cicatrices invisibles que nunca desaparecerían.

Diario de un AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora