Capítulo X

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Los días transcurrían de lo más normal, al menos hasta hoy. Estaba en el comedor de la preparatoria cuando presencié un momento que cambiaría mi percepción de la amistad para siempre. Jack Brown, con una voz temblorosa pero llena de determinación, se acercó a mi mejor y única amiga y, con el corazón en la mano, le declaró su amor.

Jennifer, no puedo más—, comenzó Jack, con una voz cargada de emoción y sinceridad, —tengo que decir que desde el día que te miré, me gustaste más de lo normal. ¿Quieres ser mi novia? —. Sus ojos, llenos de admiración y esperanza, se clavaron en los de Jennifer, buscando una respuesta que definiera ese momento.

Jennifer, con el rostro iluminado por una sonrisa que nunca antes había visto, contestó con una simplicidad y una alegría que retumbó en mi corazón: —Jack, claro. Tú también me gustas—. Sin pensarlo dos veces, se inclinó hacia él y lo besó apasionadamente, bajo la mirada de todos los presentes, quienes no pudieron evitar compartir esa pequeña parcela de felicidad que se había formado en nuestro alrededor.

Fue en ese instante cuando sentí que oficialmente me había quedado sin amiga. Ahora, Jennifer y Jack serían inseparables, sumergidos en el nuevo mar de su relación. Sentí una mezcla de emociones: por un lado, un vacío profundo de soledad; por otro, una alegría genuina por la felicidad de mi única amiga. Me sentía complacido de que ella hubiese logrado algo tan anhelado, algo que yo nunca pude conseguir en toda mi vida.

En medio de este torbellino de sentimientos contradictorios, reflexioné sobre la naturaleza de la amistad y el amor. Aunque me dolía, entendí que los momentos y relaciones cambian, evolucionan y encuentran su propio camino. A veces, ese camino nos separa de aquellos a quienes más queremos, pero también les lleva hacia nuevas experiencias y alegrías que merecen ser vividas.

Así, mientras la escena continuaba desarrollándose ante mis ojos, me di cuenta de que, a pesar de sentirme relegado, seguiría apoyando a Jennifer. Porque la amistad verdadera consiste en desear la felicidad del otro, incluso cuando eso significa aceptar nuestra propia soledad.

Navegaré por este nuevo estado de nuestras vidas, y aunque Jennifer y yo tomemos rumbos diferentes, siempre llevaré con cariño los momentos compartidos. La vida sigue su curso, y en su trayecto, siempre nos enfrentará con nuevos desafíos y alegrías incomparables.

Mientras Jack se llevaba a mi única amiga a la mesa con su grupo de amigos, yo me quedaba nuevamente solo. Al finalizar las clases, regresé a casa solo, mientras caminaba sobre la acera de la calle, sin poder dejar de pensar en todos los bellos momentos que había pasado con Jennifer. Al llegar a casa, Jennifer entraba detrás de mí, muy contenta.

Sam, no vas a creer, ¡pero me invitaron a la fiesta que está organizando Marcus! —mencionaba Jennifer, muy emocionada.

Qué bien, Marcus es uno de los chicos con mayor popularidad en la preparatoria—respondía de una manera sin interés, tratando de ocultar mis verdaderos sentimientos.

¿Vendrás conmigo? —preguntaba Jennifer con una mirada de cachorrito, imposible de ignorar.

Jennifer, a mí no me invitaron; dudo que sepan de mi existencia—murmuraba mientras caminaba rumbo a mi habitación, intentando evadir la situación.

Le pregunté a Jack si podías venir, y me dijo que sí. Por favor, hazlo por mí —suplicaba Jennifer, siguiéndome con la misma insistencia que me resultaba desconcertante.

Bien, pero no me dejes solo —mencionaba mientras entraba a mi habitación, resignado a acompañarla.

Te lo prometo —respondía Jennifer, entrando a su habitación con una sonrisa de triunfo.

Diario de un AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora