Final

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Pálido como un cadáver, Louis dejó la taza sobre la chimenea y se puso de rodillas delante de él.

—Mírame, Harry.

— ¡No me mientas!.

—Cariño, no voy a hacerlo, sólo espero que me creas. Claro que quiero amarte. He intentado negármelo a mí mismo, no quería reconocerlo. Pero te amaba y te sigo amando.

Harry lo miró a los ojos, buscando confirmación. No era lo que el rizado creía, que no podía amarlo porque no confiaba en él. ¡Siempre lo había querido, pero no quería que él lo supiera!

Con furia ciega, lo golpeó en el pecho con el puño.

— ¡Maldito seas! ¿Por qué?

Louis cerró los puños aguantando la furia de él. Sabía que se lo merecía.

—Para castigarte, pero te juro por Dios que no me di cuenta del daño que te estaba haciendo hasta que supe que podía perderte. Cuando estaba contigo en el hospital te miré y vi lo que había hecho.

— ¿Qué es lo que viste? —preguntó con un nudo en la garganta, a punto de explotar.

—Vi a un hombre que se escondía detrás del hecho de que su esposo lo amaba demasiado como para dejarlo. Durante todo ese tiempo te apartaba con una mano y te retenía con la otra. Te negué mi amor mientras me aseguraba de que no te perdía.

Harry se apoyó en los cojines mirándolo.

Se imaginaba cuánto le habría costado decir esto. Tenía que ser la verdad porque era demasiado doloroso para ser otra cosa.

Había removido sus emociones y como si se tratara de alguien que despertara tras un largo sueño se dio cuenta de por qué lo hacía. Se lo había contado no sólo porque el rizado merecía saberlo sino para intentar sacarlo de su apatía, sabiendo muy bien que podía explotarle en la cara. No quería perderlo y por eso había antepuesto sus emociones a las del castaño. Eso demostraba su valor.

—Es toda una historia —dijo, pensando en cómo dos personas supuestamente cuerdas podían haberse hecho aquello a sí mismas.

—Tenías que saberlo.

—Ahora que me lo has contado, ¿qué quieres de mí? —preguntó.

—Quiero que me perdones. Sé que no me lo merezco, créeme. No estoy orgulloso de mi comportamiento, pero necesito que me perdones, Hazz, como yo debería haberte perdonado.

—No pides mucho, ¿no? —preguntó con una risa cansada.

— ¿Es demasiado pedir? —preguntó él roncamente.

—No lo sé —susurró el rizado con los ojos llenos de lágrimas que no dejaba rodar—. Me has hecho mucho daño. Lo que hice estuvo mal, pero lo hice por amor. Lo que tú hiciste...—no pudo seguir.

—No tienes que decírmelo. Por mi culpa has tenido ese accidente y nunca me perdonaré por ello —dijo con una voz ahogada por el dolor.

De repente, se levantó y se dirigió hacia la ventana.

—Ya no me conozco, Harry —siguió—. No sabía que podía ser tan egoísta y tan cruel. ¿Cómo puedo pedirte que me perdones? ¿Cómo puedo pedirte que sigas queriéndome después de lo que he hecho? ¡Casi mueres, por amor de Dios!.

Angustiado, vio cómo agachaba la cabeza incapaz de soportar el dolor. Su propio dolor lo ahogaba ahora. Louis se estaba culpando de todo y no podía dejar que fuera así.

— ¿Louis? —lo llamó con una voz entrecortada—. Ya te he perdonado.

— ¿Cómo puedes hacerlo?

EL PROMETIDO DE MI HERMANO - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora