Mientras que Darius bebía y fumaba con una tranquilidad pasmosa en el sillón de una habitación, dos rubias voluptuosas se besaban y acariciaban de manera provocativa sobre la cama, mirando al hombre de vez en cuando para engordar su morbo e incentivándolo a unirse a ellas.
Pero las dos chicas sabían a la perfección que, cuando él estuviera listo, las tomaría como quisiera y se marcharía sin decir ni una palabra. Cada encuentro era igual; ellas en medio de la cama besándose y tocándose, demostrándole al hombre un placer indescriptible, pero él solo se unía a ellas cuando dejaba de fumar y beber.
Parecía que él las contemplaba con fijeza, pero su mente se encontraba muy lejos de aquellos cuerpos tan perfectos y esbeltos y dispuestos a ofrecerle el mayor de los placeres. En ese momento solo podía pensar en lo miserable que se sentía y en lo vacío que era cada encuentro con cada una de las mujeres que pasaban por su cama. Si bien le costaba excitarse, al fin el morbo de ver a ambas chicas masturbándose y tocándose en busca de su propio placer, despertaba todo el fuego que parecía haberse extinguido.
Bebió sin prisas de la botella de whisky, fumando un cigarro tras otro hasta que se hartó de la interacción de las chicas y se levantó del sillón, acercándose a ellas que estaban envueltas en un hado de placer que se acrecentó cuando lo vieron venir hacia ellas, tan duro como una roca y la mirada perdida pero encendida de lujuria.
Darius tomó a una de ellas del cuello y la guio a su dura verga mientras se bajaba los pantalones y el bóxer al mismo tiempo. Sin darle tiempo a nada, se adentró en su boca de una sola estocada, llegando tan profundo como ella se lo permitió, sujetando su cabeza con fuerza dolorosa y arrasadora.
La chica tomó una honda exhalación, pero las embestidas rudas y salvajes que Darius dejaba en su boca le impedían respirar con normalidad. Sentía que le arrancaría los cabellos con lo fuerte que los sujetaba y tiraba de ellos en cada movimiento brusca que hacía.
Darius clavó la vista en la otra chica, que deseosa de atención se frotaba el clítoris con velocidad y fuerza, adentrando sus dedos en su chorreante coño y gimiendo con desesperación. Le hizo una seña con su dedo pulgar y la chica gateó hacia él con una sonrisa ladina y se posicionó para recibirlo, abriendo la boca para que se la follara sin contemplación alguna.
Así lo hizo él, golpeando hasta el fondo de su garganta hasta que solo podía escuchar el sonido gutural de su verga invadiendo cada recoveco de la boca de la chica, que llorosa y con arcadas, estaba dominada por un inmenso placer. Ya era el tercer contrato que firmaba con el hombre y sin dudarlo era uno de los mejores clientes con el que había estado. No las demandaba para nada más que no fuese tener sexo y ellas podían ser libres por las calles, ir con sus familias y pasear cuanto quisieran.
Recuerdos indeseables llegaron a la mente del hombre y lo incentivaron a arremeter con mayor rudeza, haciendo que la chica llorara y pidiera con sus manos que la dejara respirar, pero él ya no era consciente de sus actos. Solo podía pensar en una sonrisa venenosa y en una mirada que lo hechizaba, pero que a la vez odiaba con todas las fuerzas de su corazón.
Cerró los ojos y trató de no recrearse en ese cuerpo del infierno, pero tarde fue cuando su subconsciente dibujó en su mente esa rubia preciosa, de ojos tan azules como el mar y cuerpo del demonio, sonriéndole, gimiendo en su oído, besándolo con desesperación. Por más de que tratara de arrancarla de sus pensamientos, cada vez que estaba bajo el efecto del alcohol Jolie aparecía para terminarlo de hundir en un pozo oscuro y sin salida.
Fastidiado de pensar en ella, salió de la boca de la chica y la giró con brusquedad, levantando su trasero en pompa y buscando un preservativo en el bolsillo de su pantalón. Vio a la otra chica hacerse de piernas abiertas a la altura de la que iba a follar y sonrió. El morbo lo incentivaba lo suficiente, pese a que tan pronto terminaba, se seguía sintiendo vacío y solo.
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Desliz
RomanceJolie creyó que huir era la solución correcta ante el desliz que cometió al casarse en una noche loca desenfrenada, pero cinco años después debe volver al lugar al que juró nunca más regresar y enfrentarse a las consecuencias de sus actos. Solo que...