tw: este capítulo contiene descripciones de violencia fisica y sangre
❄️☀️
Se armó un pequeño alboroto después de la revelación: por un lado, las mujeres Ainu estaban preocupadas leyendo los signos para asegurarse de que podían continuar con el banquete, por el otro, Satoru intentaba averiguar a qué se referían con maldito. Nadie respondió sus preguntas. Demonios, ni siquiera se atrevían a mirarlo, lo que solo hizo que su frustración aumentara hasta transformarse en una ira ardiente que amenazaba con convertirse en la chispa que destruiría el claro por completo.
Zuiho, a quien las demás habían estado abrumando con preguntas y comentarios, pareció darse cuenta de lo que pensaba, porque se le acercó, con la misma cautela con la que las madres se acercan a sus cachorros que están haciendo una rabieta para negociar; le ofreció algo con que secarse y le pidió que le diera unos cuantos minutos para tranquilizar a su gente. Satoru accedió, ¿qué otra cosa podía hacer? Necesitaba respuestas para calmar el miedo creciente a una maldición que pudiera ser indetectable para su Seis Ojos, y al parecer, solo ella estaba dispuesta a hablarle.
El banquete siguió su curso, se le permitió quedarse, pero, sabiendo que la mayoría se sentiría incómodo al verlo rondando, Satoru eligió volver a su habitación en el complejo, además creía que la atención ya había estado mucho tiempo sobre él y odiaría que Toge se sintiera eclipsado en su día especial.
Después de cambiarse, se recostó en la cama a esperar a que Zuiho, u otra persona, fuera a buscarlo y, a medida que los minutos pasaron, comenzó a tener frío. Al principio, eligió ignorarlo, creyendo que solo necesitaba olvidar la desagradable sensación de la ropa empapada pegándose a su cuerpo, pero cuando sus dientes castañetearon, lo extraño de la situación se hizo evidente. Estaban casi a veintiséis grados, era una típica noche de verano, cálida y tan húmeda que daba asco, ¿entonces porque estaba temblando tanto?
Satoru cerró los ojos y apretó la mandíbula. No quería pensar en el malestar que lo invadía, ni tampoco en la voz en su cabeza que le gritaba "no estás a salvo" y mantenía a su corazón acelerado; pero resultó imposible, pues a medida que los segundos seguían avanzando, el frío insidioso le calaba cada vez más hondo, como si no proviniera del clima, sino desde el interior de su propio cuerpo, quizás del núcleo de su energía maldita, de su misma alma.
«Quizás estoy muriendo», pensó, recordando la hoja de la alabarda celestial invertida clavándose en su cuello, desde donde su filo se deslizó hasta su abdomen, desgarrando carne, músculo y órganos a su paso; el dolor que le arrebató el aliento, el sonido de latido de corazón desbocado que martilleaba sus oídos, luchado por bombear la sangre que se filtraba a borbotones por sus heridas y el frío que paralizó sus extremidades, haciéndolo creer que esa bestia las había cercenado antes de botarlo en el suelo para morir, como si no fuese nada más que basura.
Un escalofrío que sacudió hasta el último de sus cabellos, lo obligó a hacerse un ovillo sobre la cama. Para evitar seguir temblando, Satoru apretó los dientes, tan fuerte que el dolor hizo que las lágrimas se acumularan en sus ojos. A lo largo de su vida se había acostumbrado a convivir cada día con ciertos temores: perder a Nanami o lastimarlo de manera irremediable; que Tsumiki y Megumi acabaran odiándolo o la posibilidad de que Shoko, Yaga e Ijichi le dieran la espalda. Incluso se sentía capaz de lidiar con el temor constante a ser traicionado por un ser querido y con la soledad interna, producto de una infancia descuidada, que al crecer se arraigó tan profundamente en su ser, que acabó convirtiéndose en uno de los cimientos de su identidad.
Sin embargo, el miedo a ser vulnerable en un mundo que había intentado matarlo desde el instante en que nació era muy diferente. Aunque el sentimiento no siempre estuvo allí, sino que fue otro de los regalos que Toji Fushiguro le dejó como recordatorio de que un buen plan y las armas correctas podrían llevarlo a los brazos de la muerte. Con solo diecisiete años y ningún apoyo apropiado, la única forma que Satoru encontró para lidiar con el estrés postraumático fue concentrando sus esfuerzos en pulir sus defensas y también en encontrar todos los objetos malditos con el potencial de vulnerar su infinito.
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Sugar and Wine [Omegaverse] [NanaGo]
FanfictionSatoru Gojo esconde celosamente un secreto: Es un omega. Un omega incapaz de concebir a causa de la técnica maldita que lo vuelve el hechicero más fuerte de la era moderna. Puede que haya sido idea de sus padres criarlo como a un Alfa, pero al inter...