5. Un lugar que no te pertenece

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❄️☀️


Cuando Satoru empezó a ir a la habitación de Nanami para pasar la noche, creyó que no podría durar demasiado, sin embargo, la primavera se acercaba y ninguno de los dos había manifestado su interés en terminar con esa pequeña invasión a la privacidad del otro, sino todo lo contrario, por ello la delgada línea entre lo que significa compartir una cama con alguien y dormir juntos, comenzó a desdibujarse. Si Satoru no iba a buscar a Nanami, entonces era el alfa quien lo hacía; a Satoru todavía le causaba gracia recordar la primera vez que eso sucedió, pues, estaba tan sorprendido de que él estuviera en su recámara, que el rubio malinterpretó su reacción y estuvo a punto de irse.

Debido a la gran cantidad de misiones a la que era asignado, a Satoru no le quedaba tiempo suficiente para pensar en lo que deseaba, o no, hacer, pero durante el último par de semanas la idea de que tenía que hablar con Nanami sobre lo que estaban haciendo era un constante ruido de fondo en su cabeza, que se esforzaba por ignorar, ya que una parte de sí temía perder lo que había entre ellos. Si bien, podía no saber que era lo que quería dar, ni lo que esperaba recibir de Nanami, todavía estaba seguro de que, carecer de un nombre o una etiqueta para definir lo que eran, era mejor que no tener nada.

Esa noche, luego de una larga jornada de trabajo, se apareció en la habitación de Nanami, justo cuando este se estaba cambiando de ropa. La mueca de sorpresa en el rostro del rubio, hizo que Satoru creyera que recibiría una reprimenda, pero en su lugar, Nanami negó con la cabeza y suspiró con cansancio mientras terminaba de subirse los pantalones.

—¿Día largo? —le preguntó.

—Sí, sólo quiero dormir —respondió dando unos pasos hacia la cama justo antes de que Nanami le bloqueara el paso.

—Ve a ducharte primero —dijo empujándolo sin fuerza. Satoru vio con estupefacción la mano de Nanami sobre su pecho.

—¡Nanami!—chilló.

—Acabo de cambiar las sábanas, Gojo-senpai —Kento suspiró—. Si quieres dormir aquí, primero te duchas, son las reglas.

Satoru quiso alegar que nunca habían hablado respecto a ningún tipo de regla, en cambio, se teletransportó a su propia habitación, en donde se dejó caer, sin una pizca de elegancia, sobre la cama, listo para dormir, pero no fue capaz de quedarse ni cinco minutos. A regañadientes, terminó tomando sus cosas de baño y una vez que se duchó, volvió con el alfa.

Tuvo que entrar intentando hacer el menor ruido posible, pues Nanami ya estaba dormido y no quería despertarlo. Cuando se acercó al escritorio para apagar la lámpara, que era lo único que alumbraba la habitación, se dio cuenta de que Nanami le había dejado una taza de ramen instantáneo, una barra de chocolate, una botella de agua y una nota que decía que no se olvidara lavarse los dientes antes de acostarse, adornado con el dibujo de un gato. Sintiéndose culpable por pensar en no volver, se apresuró a terminar su cena.

Apenas logró ponerse cómodo en la cama, el alfa lo abrazo por la cintura y se pegó a su cuerpo, su aliento le hizo cosquillas en la glándula de su cuello. Esa era otra de las cosas que habían cambiado: antes, Nanami hacía lo posible para que ambos estuvieran recluidos en su propio espacio; ahora dormir abrazados, con las piernas encimadas, o casi uno sobre el otro, era la norma.

Sonaba incómodo, aunque no lo era. A decir verdad, le agradaba mucho tener este nivel de intimidad con alguien, más de lo que le resultaba cómodo admitir, sin embargo, también le parecía extraña la forma en la que conectaron tan rápido. Se sentía mágico, destinado a ser, pero no le gustaba pensar en su lo que sea de esa manera, porque temía que se tratase de una fantasía con fecha de caducidad, igual que los hechizos de las hadas madrinas en los cuentos de hadas.

Sugar and Wine [Omegaverse] [NanaGo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora