Grace jamás se imaginó, ni en sus sueños mas locos, que un hombre como Nicholas se fijaría en ella. Primero; porque es mayor, segundo; porque es el hombre más guapo que sus ojos han visto, y tercero; porque es su profesor.
Pero detrás de esos ojos o...
"Quisiera tener la certeza de que te veré mañana y pasado mañana y siempre en una cadena ininterrumpida de días; que podré mirarte lentamente aunque ya conozca cada rinconcito de tu rostro; que nada entre nosotros ha sido provisional o un accidente"
Elena Poniatowska
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Al llegar a mi habitación mis pies tocaron el suelo, si no hubiera sido porque mi espalda tocaba la pared y su cuerpo estaba sobre el mío me hubiera caído de rodillas al piso.
Sus besos me habían dejado mareada y extasiada, sin aliento y con ganas de más. Podía sentir el fuego quemando todas mis terminaciones nerviosas, cada célula de mi ser estaba en sincronía con él y su manera de tocarme y de besarme, en cada una de sus respiraciones entrecortadas yo trataba de tomar aire, y fue así como compartimos el aire de nuestros pulmones, y algo que estaba implícito en todo aquello.
Era la oscuridad de la noche, tal vez la lluvia que caía fuera con fuerza, el frío que no sentía, o simplemente era su cálido y duro pecho que presionaba contra el mío, pero estaba sintiendo todo, por primera vez en mi vida, reprimiendo todo lo demás.
Las dudas, las tristezas, los rencores, el duro pesimismo del que soy esclava, nada importaba, todo estaba en el fondo de mi conciencia, en silencio y aguardando hasta que dejara de correr la adrenalina por mi sangre.
Sus caderas presionaban las mías, podía sentir su dureza rozarme el vientre, gemí aferrada a sus antebrazos, mientras él me sostenía con ambas manos, con los pulgares sobre mi mejilla y los demás dedos en mi nuca, ladeando mi cabeza para introducir su lengua y hacerla bailar con la mía.
Me encantan sus besos, o quizá era la manera en la que aquellos me hablaban, cada roce de sus labios era un cumplido, cada roce de su lengua era una promesa.
Y cada vez era como la primera. De hecho creo que cada vez era mejor, debía ser porque nuestras bocas ya se conocían bien.
Ya sabía que cuando se separaba de mis labios se volvía a sumergir pero cambiando de lado, cada vez que me mordía el labio inferior, comenzaba a chuparme el superior, y así.
Pero yo necesitaba más, mucho más.
Él lo entendió cuando me froté en su muslo, de arriba abajo y con fuerza. La luna iluminó perfectamente el momento en el que sus ojos dieron con los míos, eran oscuros, y su expresión era tan distinta, podría definirlo como "lujuria", aunque nunca he estado con otro hombre en esta situación, era fácil entenderlo.
Era la manera en la respiraba, en la que ni siquiera pestañeaba, en el agarre fuerte de sus dedos sobre mi cintura, su pecho expandiéndose en pesadas respiraciones.
Me levantó otra vez del suelo por la parte posterior de mis muslos y yo lo envolví con mis piernas, pronto mi espalda sintió la esponjosidad de mi cama, y su cuerpo sobre mí.