LA HISTORIA DE VANIA

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—¿Quién... quien eres tú? —tartamudeó Colomba.

La aparecida flotó un poco más cerca de la cama de la chica. Ella se levantó con prisa.

—¿Cómo entraste a mi pieza?

—Puedo atravesar las paredes —respondió la otra joven como si fuera lo más normal del mundo.

—Oh... —Colomba cerró los ojos con fuerza, esperando que de esa forma la aparecida desapareciera de su vista. De pronto sintió una brisa fría frente a su nariz. Al abrir los ojos descubrió que la joven se había acercado mucho más. Podía ver a través de ella como si estuviera ante un rio de aguas cristalinas. Uno hermoso, pero triste.

—¡No te asustes! — exclamó ella al ver que Colomba se arrastraba hasta la pared.

—¿E... eres un fantasma?

—Si...

—Oh... —repitió Colomba casi tan pálida como la fantasma.

—No temas, por favor. Aparecí porque me llamaste.

Colomba respiró profundamente para tratar de calmarse, aunque no se atrevió a acercarse a la chica. Sin embargo se percató de que a pesar de su mirada triste mostraba una sonrisa amable.

—Yo... yo no te he llamado.

—Sí que lo hiciste. En cierta ocasión me preguntaste si sabía dónde estaba tu regalo.

Colomba lo recordó entonces.

Por favor, había suplicado en la soledad de su cuarto, Seas quien seas, dime dónde está mi reloj. La angustia me está matando. Ayúdame... por favor.

—¿Eres tú quien me arrojó la hoja de papel? —preguntó con cautela.

La fantasma asintió.

—Puedo hacer levitar cosas pequeñas si me concentro. También lo hago con objetos grandes, pero no es conveniente para mi ectoplasma ya que puede desaparecer si consumo demasiada energía.

—Oh... y ¿eras tú quien me susurrabas cosas?

La joven asintió otra vez.

—Al principio solo podía manifestarme a través de la voz y moviendo objetos. No podía aparecer. Los fantasmas como yo provenimos de un Limbo muy hermoso, rodeado de luz, bosques y arcoíris. Cuando descendemos a la Tierra debemos concentrarnos para poder comunicarnos con los humanos por primera vez. Es un proceso lento y estaba desesperada por hablar contigo. Hay mortales que son capaces de ver más allá de sus ojos. Tú eres uno de ellos, afortunadamente.

Colomba no entendió del todo sus palabras, pero las sintió como un elogio.

—¿Qué quieres de mí?

—El reloj que perdiste era mío.

—¿Qué?... —Colomba pestañeó varias veces—, pero... papá lo compró en la feria.

—Lo sé. Pero antes me perteneció en vida.

—¿Quieres que te lo devuelva? —murmuró Colomba a punto de llorar—Lo siento, lo perdí.

—Tranquila, no tienes que disculparte. Quiero el reloj de vuelta, pero no para mí. Ya estoy muerta. No lo necesito físicamente, pero si emocionalmente. Me alegré mucho cuando supe que tú eras su nueva dueña y que lo apreciabas tanto como yo. Estaba desesperada por decirte que no eras la culpable de su extravío.

Colomba la miró con ojos suplicantes.

— ¿Cómo lo sabes? ¿Conoces al ladrón?

—No lo conozco, pero he oído hablar de él en el Limbo —la chica habría jurado que de estar viva la fantasma se hubiera estremecido—. Es una larga historia. No sé si quieras escucharla.

VIAJE AL PLANETA DIMENSISWhere stories live. Discover now