EL CÍCLOPE

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Era una criatura rechoncha, de piel ambarina y arrugada. Su cabeza era calva y en el centro de su frente tenía un solo ojo verde e inyectado en sangre. Leandro gritó con los ojos abiertos como platos.

—¡Es el cíclope Dámacir! ¡El alborotador del mar!

El monstruo rio con malicia, posando sus maquiavélicos ojos sobre los humanos y el felino. Golpeó las aguas con los puños, salpicándolos una y otra vez y haciéndolos mecer violentamente.

—OOOOARRRGRRRR —gruñó, volcando el bote.

Los chicos gritaron, boqueando y escupiendo agua. Colomba manoteó desesperada.

—¡No sé nadar! —chilló—. ¡No sé...! —tragó agua y escupió.

—¡Miaaaaauuu...glglgl!

—¡Dios santo! —exclamó Gastón sosteniendo a la chica por la cintura e intentando mantenerse a flote con el peso de los dos—. ¡César!

Vania cerró los ojos, su ectoplasma comenzó a brillar e hizo levitar al gato unos centímetros sobre el agua.

—No desesperen —dijo la fantasma—. Yo me encargo de Dámacir.

—¡No lo hagas! —gritó Gastón.

—¡Por favor! —suplicó Colomba, temblando de pies a cabeza—. ¡No te sacrifiques!

Leandro habló al cíclope en su idioma y la horrible criatura lo tomó del brazo, alzándolo por el aire, tragándoselo de un bocado como si fuera una anaconda.

—¡¡Noooo!! —chillaron todos. A continuación, el cíclope fijó sus ojos en César. Lo tomó de la cola, zarandeándolo violentamente.

—Trataré de atravesar la piel del Dámacir —dijo Vania, desesperada—. No debo emitir demasiada energía, pero... ¡Es lo único que puedo hacer!

El monstruo llevó su brazo hacia atrás con la intención de lanzar a Leandro por el mar, pero algo lo detuvo, comenzó a babear y a bizquear. Luego expulsó de su boca a Leandro quien cayó de sopetón al agua, rodeado de vómito de cíclope.

Pero César continuaba en su poder.

—¡Estás vivo! —gritó Gastón mirando al joven atlante—. ¿Cómo...?

—¡No hay tiempo para explicarlo! ¡Tenemos que rezar a Poseidón!!

Dámacir lanzó al felino, enloquecido de odio. Vania no lo soportó más y atravesó su cuerpo.

—¡César! —lloró Colomba.

—¡Recen a Poseidón! —pidió Leandro—. ¡Yo iré por él!

El bote se había alejado demasiado por el agua, sin embargo, El Atlante con su característica energía, nadó en dirección al felino, mientras la siniestra criatura comenzaba a gritar desesperado, llevándose las manos a la cabeza y al estómago.

—¿Cómo se supone que vamos a rezar? —preguntó Gastón al borde de la desesperación.

—¡No... no lo s... sé! —Tartamudeó su amiga, aferrada a su cintura—. Imagina que... lo tienes fren... frente a ti y le pides ayuda.

—Pero...

—¡No hay tiempo que perder!... ¡Poseidón, por favor, Dios del Mar, ayúdanos, somos simples humanos,... pero hemos venido desde muy lejos... sálvanos de Dámacir!

—Eso... no parece un rezo.

—Lo sé... ¡Pero en vez de criticar, ayúdame a pedir a Poseidón!

Su amigo tragó saliva e intentó repetir la plegaria de Colomba.

VIAJE AL PLANETA DIMENSISWhere stories live. Discover now