VIAJE AL PLANETA DIMENSIS

LA MUJER DE ARENA

Los chicos corrieron hacia todos lados, excepto Vania, quien flotó preocupada, al ver a sus amigos escapar aterrados.

—¡Corran más rápido! —gritó—. ¡Y cierren los ojos y la boca para que no les entre arena!

El suelo temblaba tanto que ya no pudieron correr, Gastón abrazó a Colomba y ambos se acurrucaron para protegerse. La joven trató de estirar la mano para proteger a César, pero el gatito estaba lejos de su alcance. La arena formó una gran cabeza, a continuación, el tronco y por último las extremidades.

Era una mujer de arena gigantesca.

Se estiró y bostezó como si despertara de un largo sueño. Sus ojos eran dos pozos oscuros y profundos. Se dio cuenta de que no estaba sola. Miró hacia abajo y parpadeó.

—Oooh, que veo —murmuró encantada, pero con un dejo retorcido que hizo que un escalofrío recorriera la columna vertebral de Colomba—. Invitados al desierto de Ar.

La mujer sacudió su cabeza como si quisiera despejarse y granos de arena cayeron de su cuerpo.

—¿Ar? —preguntó Vania.

—Es mi nombre. Yo soy el desierto en este lugar. ¿Qué los trae por aquí?

—Pues, queremos llegar a Dimensis —titubeó Gastón. Tenía los ojos irritados a causa de la arena

—¿A Dimensis? —se extrañó la mujer—. ¿Por qué iban a querer ir allí?

—Tienen un objeto que nos pertenece —explicó Vania con cansancio.

—He oído que es un lugar muy peligroso —prosiguió Ar.

—¡No me digas! —ironizó Gastón—. No nos lo habían dicho.

Colomba le dio un codazo y Ar entrecerró los ojos.

—Cuidado, jovencito —advirtió ella, levantando un dedo amenazador—.Soy muy perspicaz y no me gustan los sarcasmos.

—Gastón no lo decía con mala intención —explicó Colomba tratando de apaciguarla —. Es que mis amigos están cansados y lo único que queremos es llegar a nuestro destino.

—¿Sabes cómo llegar a la siguiente dimensión? —preguntó Vania con tiento.

—Sí.

—¡Excelente! ¿Cómo se llega?

—Dije que lo sé, no que lo diría.

La alegría de Colomba se desinfló.

—¿Por qué? —preguntó perdiendo la paciencia.

—Porque no se me da la gana —Ar se cruzó de brazos—. ¿No es suficiente motivo?

—Mira... —comenzó Gastón de mal talante, pero Vania lo interrumpió.

—Esa no es una respuesta razonable.

—¿Quién lo dice?

—Bueno, es de mala educación...

—Este es mi mundo ¡son mis reglas!

—Por favor —prosiguió la fantasma— nunca fue nuestra intención perturbar tu sueño, te pedimos disculpas...

—¡Oh, no querida mía! Estoy encantada de tenerlos aquí. Duermo continuamente porque me aburro. He llegado a dormir durante mil años seguidos. De vez en cuando cae por estos rumbos, algún humano u otro ser que se extravía de sus viajes.

—¿De verdad?

— Oh, sí, llegan muy perturbados —explicó Ar con una sonrisa siniestra.

—¿Y... dónde están esos seres? —quiso saber Gastón, mirando al desierto como si fueran a aparecer.