Epílogo: Sombras y Libertad.

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"Mi libertad eres tú."

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El tiempo, en su constante y silenciosa marcha, se deslizó como una sombra, sin que Taehyung lo notara. Lo que alguna vez fue un juego de luces y sombras, una lucha interna entre el deseo y el miedo, ahora se había convertido en su realidad. Habían pasado semanas, tal vez meses, desde que todo comenzó, pero el final parecía estar siempre al alcance, como una niebla que nunca se disipaba. Y sin embargo, algo en Taehyung había cambiado. Algo irreversible, algo profundo.

Cuando pensaba en su vida antes de Jungkook, el hombre que conoció solo como Nox, ya no encontraba los mismos recuerdos. El hombre que había sido, las certezas que alguna vez tuvo, se desvanecían como un sueño olvidado al despertar. La oscuridad, la sombra que Jungkook había dejado en su alma, ya no le asustaba. Había aprendido a moverse dentro de ella, a abrazarla, a ser uno con ella.

Pero lo que más lo sorprendía, lo que más le costaba aceptar, era cómo había llegado a desear esa oscuridad. Cómo había llegado a entender que la libertad y la prisión no siempre eran opuestas, que a veces, el verdadero control nacía en la rendición. Y él había elegido rendirse. Elegir a Jungkook. Elegir el abismo.

Cada día, cada minuto que pasaba a su lado, Taehyung se sumergía más profundamente en el mundo de Jungkook, en sus reglas, en sus juegos. No había lugar para el arrepentimiento, no había espacio para la duda. En el caos de su vida, Jungkook era la única constante. Y en ese caos, Taehyung había encontrado su paz.

Era una paz extraña, incluso peligrosa. Porque, aunque Jungkook lo había marcado, lo había cambiado de una forma que ni él mismo entendía, había algo en su interior que seguía ardiendo. Algo que nunca podría apagarse, ni por todo el control de Jungkook, ni por las sombras que lo envolvían. Un fuego que, por más que lo intentaran, no podría extinguirse.

Y en esas noches en las que todo se sumergía en la quietud, cuando Jungkook lo observaba en silencio, como siempre lo hacía, Taehyung se preguntaba si, en algún rincón escondido de su alma, todavía había espacio para la libertad.

Pero cuando Jungkook lo tomaba de la mano, lo miraba con esa mirada que lo desnudaba sin tocarlo, sabía que no importaba. La libertad y la oscuridad ya eran uno, y él ya no tenía miedo.

Porque en esa prisión, había encontrado su hogar.

El abismo ya no lo reclamaba. Ahora, él lo reclamaba a él.

A love out of the ordinary   [Kookv--Kooktae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora