El pequeño juego

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Capítulo 9

—Romanoff... —escucha la voz de Fury del otro lado de la línea, pero le interrumpe.

—Sabe que lo respeto, señor. Pero me tendría que haber avisado que Barton venía también. Me parece que lo que hizo está muy mal. —le habla con voz baja, apenas se despertó recibió la llamada de S.H.I.E.L.D. y teme que alguien la escuche.

—Lo sé, Natasha. No tenía planeado mandar a Barton, pero luego me comunicaste de Melissa. Además, algo malo anda pasando con ustedes dos, y quizá puedan hacer las paces de una vez por todas. —dice Fury con su típica voz mandona. —¿Alguna novedad?

—Barton se está encargando de sacarle información a Melissa, estoy segura que hoy me trae algo. De parte de Levvi, no hay mucho, pero dentro de poco le voy a poder quitar algo. Cuando tenga la posibilidad voy a buscar si la pieza faltante está en esta casa.

—Bien. Mantengame informado, Romanoff. —ordena.

—Lo haré.— y finaliza la llamada, un poco enojada. El hecho de que Fury no le haya avisado de que Barton también participa en está misión la enoja.

Después de un baño y de maquillarse, va a su armario y opta hoy por una camisa negra, una pollera gris y zapatos de tacón alto negros, toma su abrigo, la agenda y unas carpetas y sale de la habitación.
Toma su desayuno rápidamente, intercambia algunas palabras con Carmen y Alex y luego se dirige a la puerta de entrada, donde lo espera a Levvi.

—Nataline —dice con voz agitada mientras baja de las escaleras rápidamente —, hoy tenemos una reunión muy importante en el laboratorio donde trabaja Meli. Hay que apurarnos.

Levvi sale de la casa poniendose su abrigo, seguido de Nat y su chofer.
—Pero, señor —indica Natasha, mirando la agenda mientras camina al auto. —Esa reunión no está agendada.
—Lo sé, Nataline, es de último momento. —entran todos al auto y se ponen en marcha.

El camino a el laboratorio fue largo y cansador, especialmente para Natasha. Las pocas horas de sueño le están afectando ahora, lucha por no caer en el cansancio y se mantiene alerta todo el tiempo.
Últimamente no puede dormir bien, y lo sabe. ¿Le preocupa? No, esto le pasó varias veces en su vida ¿Le molesta? Muchísimo.
Quiere poder dormir tranquila durante la noche, quiere poder hacer bien su trabajo, quiere no tener pesadillas sobre su pasado, quiere no soñar con Barton y esa estúpida pelea... Quiere tantas cosas, pero no obtiene ninguna.

El timbre del ascensor la saca de sus pensamientos y cuando las puertas se abren en el piso número 23, se encamina junto con Levvi a los largos pasillos blancos.

El centro de investigación donde trabaja Melissa consta de un edificio de 25 pisos, con laboratorios orientados en diferentes areas de investigación y desarrollo, varias salas de conferencia y salones de presentaciones, además de depósitos donde se archiva toda la información.
El piso número 23 es el único que posee enteramente salones de conferencia y pequeñas oficinas.

Ambos caminan a paso rápido, giran en una esquina y cruzan una puerta de cristal. Una mujer de unos treinta años saluda a Levvi y le indica el lugar de la reunión, al que se dirigen luego.

Apenas pisaron el suelo de la sala de conferencias, Natasha se dedicó a observar cada una de las personas que habían allí. La sala no era muy grande, la ilumina las grandes ventanas del costado izquierdo, una mesa de madera oscura y brillosa se luce en el centro de la sala junto con unas diez sillas que la rodean y los pocos muebles y decoración luchan por hacer de ese lugar, un lugar más cómodo.
Natasha observa a tres hombres con delantales blancos hablar entre si en una esquina de la sala, cerca de las ventanas. Las tres personas llevan la identificación colgadas de sus prendas, lo que se supone que trabajan en ese lugar. El siguiente que ve es un hombre calvo, bien vestido, con la mirada concentrada en su celular caro parado cerca de la mesa, luego a unas dos mujeres de unos cuarenta a cincuenta años, también con delantales blancos. Ellas hablan, casi susurrandose mientras beben un poco del contenido amarronado de su vaso. Y finalmente: Melissa y Barton, ambos parados en una esquina de la sala, casi escondidos a un costado de un mueble con libros. Los dos están parados uno en frente del otro, muy juntos y sonrientes. Natasha baja la mirada para ver como Melissa toma cariñosamente la mano del arquero. Trata de no soltar un bufido.

Misión 100 | ClintashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora