Lyssa estaba sentada en la mesa con una copa de vino en la mano. Bebía mientras observaba a los invitados a la cena. Daemon estaba a su lado, mientras sus hijas, Baela y Rhaena hablaban con sus primos, Jacaerys y Lucerys. Los hijos pequeños de Rhaenyra y Laenor habían quedado al cuidado de una mucama, igual que Aegar y Baeserys.
Rhaenyra y Laenor estaban en un lado de ellos, hablando en voz baja. Las dos primas hicieron contacto visual y se sonrieron. Lyssa miró entonces al bando verde. Alicent estaba sentada con hastío al otro lado de la silla correspondiente al rey. Su hija Helaena parecía estar en su mundo. Aegon y Aemond hablaban en voz baja detrás de ella.
Lyssa clavó la vista en el tuerto. Había visto la mirada de admiración de este hacia Daemon, pero lo que más parecía tenerla en tensión era aquel momento en el que se encontrara con Lucerys. Sabía lo que había ocurrido hace años, cuando Aemond se atrevió a robar a Vaghar, la dragona de Laena justo después de su funeral. Ella misma presenció la pérdida de ojo de aquel chico. E incluso ella había amenazado a Alicent si se atrevía a tocar a sus sobrinos o a sus hijas.
Las puertas del salón se abrieron. El rey estaba entrando, cargado por cuatro guardias que lo llevaban, en su demacrado estado a presidir la mesa. Lyssa no pudo sentir una gran lástima por Viserys. Él siempre había sido amable y cariñoso con ella y su familia. Y ahora estaba en un estado deplorable. Cogió la mano de Daemon, apretando suavemente. Sabía cuanto podía afectarle a su marido ver así a su hermano.
Todos tomaron asiento, a esperas de que Viserys hablara.
-Me llena de dicha veros a todos, esta noche, juntos.
- ¿Una plegaria?- preguntó Alicent.
-Que la madre bendiga esta reunión con su amor. Que el herrero vuelva a forjar los lazos que se rompieron. Y que Vaemond Velaryon descanse en paz.
-Parece que en este día hay mucho que celebrar. Mis nietos, Jace y Luke, se casarán con sus primas Baela y Rhaena. – Lyssa los miró con una sonrisa, observando las miradas cómplices entre ellos.- Fortaleciendo el vínculo entre nuestras casas. Un brindis, por los príncipes y sus prometidas.
- ¡Brindemos! - exclamó Daemon, levantándose de su asiento junto con Lyssa, que levantó la copa hacia sus hijas.
-Brindemos también... Por el príncipe Lucerys, futuro señor de las Mareas.- todos en la mesa miraron al chico, felicitándolo. Salvo los verdes. Lyssa notó la mirada de odio de Aemond hacia el chico y su cuerpo se tensó más.
Viserys, con un esfuerzo descomunal, se levantó del asiento. - Me alegra y al mismo tiempo me llena de pesar, ver vuestros rostros en esta mesa. Los rostros más queridos para mí y que tanto se han distanciado en estos años. - se quitó la máscara que le cubría el rostro, sorprendiendo a todos con el avanzado estado de su enfermedad.
-Mi rostro tampoco es ya tan agradable. Si alguna vez lo fue, pero ahora quiero que todos me veáis como soy. No como rey, sino como padre, como hermano, como marido, como abuelo y como tío, porque sé que no estaré mucho más entre vosotros. Os ruego que no guardéis más rencor en vuestros corazones. La casa del dragón se debilitará si aún sigue dividida. Olvidad vuestras diferencias. Si no lo hacéis por la corona, hacedlo por este anciano que os quiere a todos, profundamente.
Lyssa sintió como el pecho se le contraía por las palabras de Viserys y, por un momento, Rhaenyra y ella se miraron. Ambas parecieron entenderse. Tantos años de camaradería habían hecho mella en ellas. Rhaenyra se levantó de su asiento, con copa en la mano. - Quiero alzar mi copa por su alteza, la reina. Amo a mi padre, pero reconozco que nadie le ha acompañado tan fielmente como su esposa. Se ha mantenido a su lado con inquebrantable devoción, amor y honor. Y por ello le ofrezco mi gratitud y mis disculpas. – Lyssa la miró y asintió con la cabeza, en señal no solo de respeto, sino de apoyo.
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Agua y fuego.
FanficUn mundo de agua que se unirá al fuego de los Targaryen. ¿Podrá el agua apagar el fuego? ¿Será el fuego el que consumirá el agua? ¿O podrán unirse para formar algo sólido?