Aether:
La casa de Alekos era, como siempre, una fortaleza imponente. Situada en las afueras de la ciudad, su fachada de piedra y acero reflejaba el poder y la influencia que su dueño había logrado acumular a lo largo de los años. Cuando llegamos, no había necesidad de palabras. El simple hecho de estar en ese lugar ya nos daba la sensación de estar un paso más cerca de destruir a los que se habían atrevido a tocarnos.
Dionisios y yo nos bajamos del coche sin prisa. El ambiente era pesado, la tensión entre nosotros palpable. Sabíamos que lo que estábamos a punto de hacer podría cambiarlo todo. El plan de venganza ya estaba en marcha, pero nada nos aseguraba que sería fácil. Los enemigos a los que nos enfrentábamos no eran simples rivales. Eran jugadores del mismo nivel, con una red de contactos, poder y dinero que podría ser un obstáculo difícil de sortear. Pero nada de eso nos detendría. Si algo había aprendido de mi madre, era que la venganza no tiene límite cuando lo que se ha perdido es irrecuperable.
Cuando entramos, Alekos ya nos esperaba. Su rostro, normalmente indiferente, se suavizó al vernos. La forma en que su mirada recorrió a Dionisios y luego a mí reflejaba una mezcla de respeto y reconocimiento. No era la primera vez que hacíamos negocios juntos, pero en este momento, todo parecía tener un aire diferente. La situación había cambiado, y esa vez no se trataba de una simple conversación sobre dinero o territorio. Estábamos armando una guerra, una guerra en la que no iba a haber piedad.
Nos dirigimos hacia el estudio de Alekos, donde un gran mapa de la ciudad y una serie de documentos estaban extendidos sobre la mesa. Los tres comenzamos a hablar en voz baja, cada uno planteando estrategias, posibilidades, maniobras que podríamos usar para infiltrarnos en la organización enemiga. Lo que no esperaba era que, en medio de todo eso, mi mente comenzara a vagar. La rabia y la angustia que sentía por la pérdida de mi madre me nublaban la mente, y por más que trataba de concentrarme en lo que se decía, no podía dejar de pensar en el dolor. El sentimiento de impotencia seguía ahí, como un peso que me aplastaba.
A la hora, me levanté de golpe. No podía seguir sentándome en esa sala, escuchando a los demás trazar estrategias como si nada importara. Necesitaba un respiro, un poco de espacio para procesar lo que estaba sucediendo.
— Voy al baño un momento. — Le dije a Dionisios sin mirar a nadie, apenas emitiendo un sonido con mi voz.
Salí rápidamente de la sala y me dirigí al pasillo. La mansión de Alekos, aunque imponente, también tenía una sensación acogedora. Los pasillos amplios, las paredes adornadas con cuadros y esculturas, todo parecía estar diseñado para inspirar respeto y una extraña comodidad. Pero mi mente no estaba en la decoración, ni siquiera en lo que acababa de suceder en la sala de reuniones. Mi mente solo estaba centrada en una cosa: mi madre, y la venganza que la muerte de ella me había impulsado a planear.
A medida que caminaba por el pasillo, casi sin darme cuenta, mis pasos me llevaron hacia una habitación que no había notado antes. La puerta estaba entreabierta, y justo cuando me iba a detener para darme cuenta de qué hacía, una figura apareció de repente frente a mí.
Era Anastasia.
Ella estaba parada allí, en la entrada del baño, como si me hubiera estado esperando. Su rostro, normalmente serio y calculador, mostraba una expresión diferente. No sé si era la preocupación en sus ojos o algo más profundo, pero el hecho de verla de pie allí me detuvo en seco.
Anastasia Nikolaos era una de las pocas personas que realmente me hacía sentir incómodo. Su presencia era siempre fuerte, casi desafiante, pero había algo en su comportamiento que, aunque siempre calculado, también tenía una especie de vulnerabilidad oculta que a veces lograba percibir. Y en ese momento, esa vulnerabilidad parecía brillar en su mirada.
— Aether... — Su voz sonó suave, pero firme, algo que nunca antes había notado. — Me enteré lo de tu madre.
La manera en que lo dijo, tan directa y sin rodeos, hizo que un escalofrío recorriera mi espalda. No era una mujer que se anduviera con rodeos. La conocía bien, y sabía que si ella lo decía, era porque había escuchado algo más de lo que yo estaba dispuesto a compartir.
Me quedé en silencio, sin saber qué responder. No podía sacar de mi cabeza la imagen de mi madre, la forma en que la había perdido, y cómo todo lo que estaba pasando me arrastraba más y más a una espiral de venganza y dolor. Necesitaba mantenerme enfocado, pero al verla frente a mí, algo comenzó a cambiar. No entendía qué era, pero había algo en su presencia que me hacía sentir extraño.
Antes de que pudiera hablar, ella dio un paso hacia mí. Fue un movimiento rápido, casi instintivo. Sin pensarlo, me envolvió en un abrazo.
Mi cuerpo quedó rígido por un segundo. La sensación de sus brazos rodeándome, su calor, era algo inesperado. No estaba preparado para eso. En mi mente, me preguntaba qué significaba, por qué ella, de todas las personas, había elegido ese momento para mostrarme su apoyo de esa manera. No podía comprenderlo, pero al mismo tiempo, no podía negar lo que sentía.
El abrazo duró solo unos segundos, pero para mí fue eterno. En ese instante, el caos y el dolor parecieron desvanecerse por un momento. Sentí una calma extraña, como si todo lo que había estado tratando de controlar se desmoronara, solo para ser reemplazado por una sensación de consuelo, aunque fuera momentáneo.
Cuando finalmente se apartó, sus ojos no se apartaron de los míos. Había algo en su mirada que me desconcertaba. No sabía si era preocupación, simpatía o algo más profundo. Pero lo que dijo al final, antes de girarse para marcharse, me dejó pensando.
— Si necesitas algo... lo que sea... puedes contar conmigo, Aether. — Su voz era suave, pero había una firmeza inconfundible en sus palabras.
Observé cómo se alejaba, sus pasos resonando en el pasillo mientras se dirigía hacia el otro extremo. Me quedé allí, parado en la misma posición, sintiendo el eco de sus palabras en mi cabeza. Si necesitas algo, puedes contar conmigo.
Algo en mi pecho se apretó. No sabía por qué, pero sus palabras, ese gesto tan inesperado, me habían hecho sentir algo que no había sentido en mucho tiempo. No lo entendía, no sabía cómo interpretarlo, pero el abrazo, aunque fugaz, había dejado una huella en mí. Y esa sensación... esa sensación era nueva, algo que me incomodaba pero a la vez me atraía de una manera que no podía explicar.
Cuando finalmente logré reunir los pensamientos suficientes, me dirigí al baño, pero mi mente ya no estaba en el plan de venganza ni en los enemigos que debíamos destruir. Estaba en el abrazo de Anastasia, en sus palabras, en la extraña calma que había dejado en mí.
Los babyssss 💖
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CRIADO PARA LA MAFIA
RomanceAether Konstantinou no es un hombre común. Criado bajo la sombra de uno de los capos más temidos de la mafia griega, su vida ha sido un campo de entrenamiento constante, un curso intensivo en crueldad y poder. En su mundo, la debilidad es sinónimo d...