Aether:
La puerta se cerró detrás de Anastasia, dejándome solo en la habitación, envuelto en una rabia silenciosa. No podía creer su descaro, la forma en que había jugado conmigo, acercándose tanto solo para soltar ese comentario sarcástico. ¿De verdad pensabas que te iba a besar? Las palabras resonaban en mi cabeza, y cada vez que lo hacían, sentía que el fuego de mi enojo crecía.
Pero había algo más. Algo que no quería admitir: una chispa de curiosidad, de admiración incluso, por la manera en que ella me desafiaba. Había esperado que Anastasia fuera seria y controlada, fría y calculadora, pero nunca había anticipado ese toque de insolencia, esa habilidad para hacerme sentir como si estuviera perdiendo el control. De alguna manera, esa actitud desafiante me atraía, aunque sabía que debía resistir.
Mientras me movía por la habitación, con las manos apretadas en puños, trataba de organizar mis pensamientos. Había venido a Italia con un propósito claro, una venganza que había esperado toda mi vida. Mi madre merecía justicia, y no iba a permitir que nada ni nadie se interpusiera en mi camino. Anastasia, por atractiva o intrigante que fuera, no iba a desviarme de mi objetivo.
Respiré profundamente, intentando calmar el latido acelerado de mi corazón. Era evidente que ella estaba jugando un juego, probando hasta dónde podía llevarme. Y si había algo que odiaba más que nada, era sentirme manipulado, sentir que alguien intentaba tener poder sobre mí. Pero al mismo tiempo, había algo en su forma de mirarme, en ese tono sarcástico y esa sonrisa desafiante, que me retaba, que despertaba en mí una atracción que no quería reconocer.
—Esto no es más que un juego —murmuré para mí mismo, intentando poner en orden mis pensamientos.
Sabía que Anastasia era un obstáculo en mi misión, una distracción que debía mantener bajo control. No podía permitirme caer en sus provocaciones, no cuando estaba tan cerca de obtener lo que siempre había deseado. Mi madre había muerto por culpa de aquellos que pensaban que podían destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino, y yo no iba a dejar que su muerte quedara impune. Esta era mi oportunidad de hacer justicia, de ajustar cuentas, y no había espacio para distracciones emocionales, mucho menos para alguien como Anastasia.
Me arrojé en la cama y cerré los ojos, pero en lugar de calmarme, su imagen continuaba apareciendo en mi mente. Esa sonrisa sarcástica, esos ojos brillantes, la forma en que había logrado encender una llama dentro de mí con solo unas palabras. Era frustrante, insoportable... y fascinante al mismo tiempo. No quería admitirlo, pero había algo en ella que me gustaba, una intensidad que rara vez encontraba en alguien.
Apreté los dientes, decidido a no ceder. Al amanecer, cuando nos encontráramos de nuevo, iba a tratarla como si nada hubiera pasado. Haría que comprendiera que no podía jugar conmigo de esa manera, que no iba a permitirme caer en su trampa. Ella era un peón en este tablero, nada más. Y yo iba a mantenerme enfocado en lo que realmente importaba.
A la mañana siguiente, el sol apenas había empezado a iluminar el horizonte cuando salí de mi habitación. Me dirigí al salón del hotel, donde habíamos acordado encontrarnos para comenzar nuestro día. La ciudad de Roma se desperezaba lentamente, y el ambiente era tranquilo, en contraste con el tumulto que había sentido la noche anterior.
La vi sentada, esperándome, con una expresión despreocupada, como si el incidente en la habitación no hubiera significado absolutamente nada. Me acerqué con pasos firmes, dispuesto a no darle la satisfacción de verme afectado.
—Buenos días, Anastasia —dije con un tono neutral, ocultando cualquier rastro de mis emociones. Ella me miró y sonrió levemente, sin dejar de mostrar ese aire desafiante.
—Buenos días, Aether —respondió, y pude ver el brillo de burla en sus ojos, como si estuviera esperando alguna reacción por mi parte.
Pero no le iba a dar el gusto.
—Hoy es el día en que realmente ponemos en marcha nuestro plan. Estamos en Italia por una razón específica, y no voy a permitir que nada nos desvíe de eso —dije, manteniendo mi voz firme y directa, sin dejar que mis emociones se filtraran.
Ella arqueó una ceja, sin perder esa expresión de seguridad. Era como si no tomara en serio mis palabras, como si estuviera segura de que podía controlar la situación. Me molestaba profundamente, pero al mismo tiempo, ese desafío me incitaba, me daba ganas de demostrarle que no iba a caer en su juego.
—Perfecto —respondió con un tono ligero, como si todo fuera una simple formalidad—. Entonces, ¿qué estamos esperando?
La miré fijamente, intentando descifrar qué pasaba por su mente. Había algo en ella que me desconcertaba, que me hacía cuestionarme si realmente la conocía. No sabía si esa actitud despreocupada era real o una fachada para ocultar algo más profundo. Pero fuera lo que fuera, no iba a perder el tiempo intentando averiguarlo.
—Entonces, empecemos —respondí con frialdad, y comencé a caminar hacia la salida.
Podía sentirla a mi lado, caminando con una seguridad que rozaba la arrogancia. Era irritante, y a la vez, intrigante. No podía negar que había algo en ella que despertaba mi curiosidad, que me hacía querer descubrir más. Pero no era el momento para eso. No podía dejarme llevar por mis emociones, no cuando tenía una promesa que cumplir, una deuda de sangre que saldar.
Pasamos el resto de la mañana revisando los detalles del plan. Sabía que todo dependía de la precisión de cada paso, de la forma en que ambos mantuviéramos la calma y el enfoque en nuestra misión. La fachada de turista en Italia tenía que ser convincente para no despertar sospechas, pero cada momento juntos, cada instante de cercanía, era como una prueba constante a mi autocontrol.
Anastasia se comportaba de manera impecable, sin mencionar en ningún momento lo que había sucedido la noche anterior. Era como si ella misma hubiera cerrado ese capítulo, sin intención de recordarlo. Pero yo... yo aún lo tenía grabado en mi memoria, cada palabra, cada gesto. No podía evitar pensar en cómo había jugado conmigo, en cómo había logrado desestabilizarme sin esfuerzo.
Mientras hablábamos de la siguiente fase del plan, observé cómo sus manos se movían con elegancia, señalando algunos puntos clave en un mapa. Su voz era firme y clara, y por un momento, me encontré absorto en la forma en que manejaba la situación, en cómo parecía tener todo bajo control.
Era una mujer que no se dejaba intimidar, que no retrocedía, y de alguna manera, eso me gustaba. Era refrescante encontrar a alguien que no intentara complacerme, que no buscara mi aprobación. Anastasia era una fuerza en sí misma, y aunque eso complicaba las cosas, también le daba un interés inesperado a esta misión.
Sin embargo, debía recordar mis prioridades. La venganza por la muerte de mi madre era lo único que importaba. Anastasia era un recurso, una aliada temporal, pero nunca alguien en quien pudiera confiar realmente. Ella misma lo había dejado claro la noche anterior, con esa sonrisa sarcástica y esas palabras cargadas de burla.
Al finalizar el día, me sentía más preparado, más enfocado. Sabía que tendría que lidiar con Anastasia y sus juegos mentales, pero también estaba convencido de que podía superarlo. No iba a permitir que ella me distrajera de mi objetivo. Tenía una misión que cumplir, y nadie, ni siquiera alguien tan desafiante como ella, iba a desviarme de mi propósito.
La miré una última vez antes de que cada uno se retirara a su habitación.
—Mañana empezaremos temprano. Asegúrate de estar lista.
Ella me devolvió la mirada, con esa chispa desafiante que parecía parte de su ser.
—Siempre lo estoy, Aether.
Y con eso, se giró y se marchó, dejándome en el mismo dilema que la noche anterior, entre la atracción y la necesidad de mantener mi enfoque. Pero esta vez, estaba seguro de algo: nada me desviaría del camino hacia la venganza.
Ayyyy Anaaaaa 🫠🫢
![](https://img.wattpad.com/cover/375762617-288-k850516.jpg)
ESTÁS LEYENDO
CRIADO PARA LA MAFIA
RomanceAether Konstantinou no es un hombre común. Criado bajo la sombra de uno de los capos más temidos de la mafia griega, su vida ha sido un campo de entrenamiento constante, un curso intensivo en crueldad y poder. En su mundo, la debilidad es sinónimo d...