Capítulo 16 : El Juego de la Proximidad

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Anastasia:

El silencio en la habitación era denso. Podía escuchar su respiración, sentir el peso de su mirada sobre mí mientras permanecía a pocos centímetros de distancia. No había pensado en esta situación, en cómo la tensión entre nosotros iba a hacer que el aire se volviera tan... espeso, casi irrespirable. Yo sabía que esto no era parte del plan, que acercarme tanto a él estaba fuera de lugar, y sin embargo, no podía evitarlo. Había algo en Aether que me hacía querer jugar al límite, probar su resistencia y la mía.

Él no retrocedió. Me miró con esos ojos intensos, buscando algo, tal vez una respuesta a una pregunta que aún no se había atrevido a hacer. Y yo tampoco me moví. El espacio entre nosotros se había reducido tanto que, si alguno de los dos se inclinaba un poco más, todo podría desmoronarse. Había algo peligroso en esto, pero al mismo tiempo, era emocionante. Como si estuviéramos al borde de un precipicio, desafiando a la gravedad.

La tentación era casi insoportable. Pude ver el leve temblor en su mano, la forma en que su mirada iba de mis ojos a mis labios. Sabía lo que estaba pensando. Lo entendía perfectamente. Aether era fuerte, calculador, pero ahora, frente a mí, era simplemente un hombre, vulnerable, atrapado en un juego que él mismo había creado. Y en ese momento, me sentí poderosa. Tenía el control. Podía ver la confusión en su rostro, la lucha interna, y supe que un solo movimiento podría romperlo todo.

Pero en lugar de ceder, en lugar de darle lo que él esperaba, tomé una bocanada de aire, retrocedí un paso, y lo miré con una sonrisa que sabía que lo dejaría desconcertado.

—¿De verdad pensabas que te iba a besar? —le dije, en un tono cargado de sarcasmo, como si lo que había pasado entre nosotros no hubiera significado nada.

Vi cómo sus facciones cambiaban, cómo la incredulidad y la sorpresa se mezclaban en su rostro. No podía evitar sentir una satisfacción retorcida al ver esa expresión en él. Había ganado este pequeño juego, y aunque sabía que estaba jugando con fuego, la victoria momentánea valía la pena.

Antes de que pudiera responder, giré sobre mis talones y caminé hacia la puerta, dejando a Aether en silencio, tan confundido como yo había planeado. Sentía su mirada clavada en mi espalda, pero no me detuve. No podía permitirme dudar, no ahora. Este momento había sido demasiado peligroso, demasiado cercano, y no podía dejar que volviera a ocurrir.

Caminé por el pasillo del hotel, intentando calmar mi respiración, mi pulso acelerado. Cada paso que daba parecía resonar en el vacío, como si el eco fuera el único testigo de lo que acababa de suceder. Mi mente estaba en un torbellino de pensamientos, intentando comprender por qué había permitido que la situación se descontrolara de esa manera. No podía, bajo ninguna circunstancia, permitirme caer en ese tipo de distracciones. Este plan, esta misión... todo era demasiado importante para arriesgarlo por un momento de debilidad.

"¿Qué estás haciendo, Anastasia?" me pregunté a mí misma, al tiempo que apretaba los puños, intentando recuperar el control. Me había prometido no dejar que nada ni nadie me desviara del objetivo, y sin embargo, ahí estaba, con el eco de sus palabras y su cercanía rondando mi mente como un fantasma.

Me apoyé en una de las paredes del pasillo y cerré los ojos, intentando borrar la imagen de Aether, su mirada intensa y esa tensión palpable que había surgido entre nosotros. No podía permitirme pensar en eso. No debía. Él era simplemente una pieza en este juego, un jugador en una partida mucho más grande de lo que él siquiera podía imaginar.

Pero, ¿por qué entonces había sentido esa atracción? Era irracional, imprudente. Sabía mejor que nadie que los sentimientos eran una debilidad, algo que podía usar en los demás, pero nunca permitir en mí misma. Me había entrenado para eso. Me había endurecido para que nada ni nadie pudieran hacerme flaquear. Y sin embargo, ahí estaba, cuestionándome a mí misma por algo tan insignificante, por un instante en el que casi me había dejado llevar.

Mis pensamientos regresaron a él, a la expresión de desconcierto en su rostro, a la forma en que me había mirado antes de que todo se desmoronara. ¿Acaso había visto en mí algo que yo misma había intentado ocultar? No, eso era imposible. Yo era la maestra de las máscaras, la experta en el engaño. Él no podía saber lo que estaba pasando por mi mente, lo que esa cercanía había provocado en mí.

Suspiré, obligándome a seguir caminando. Necesitaba despejar mi mente, poner mis prioridades en orden. Este no era el momento para distracciones, y menos con Aether. Él era parte del plan, sí, pero no era indispensable. Podía prescindir de él si era necesario. Y si la situación se volvía demasiado complicada, no tendría problemas en eliminarlo de la ecuación. Así era como funcionaba. Así era como yo funcionaba. Me dirigí rápidamente a recepción y ordené la habitación de al lado.

Llegué a mi habitación y cerré la puerta tras de mí, dejándome caer en la cama. Apreté los ojos con fuerza, intentando alejar la imagen de Aether de mi mente. Pero cuanto más lo intentaba, más persistente se volvía. Sentía como si sus ojos estuvieran aún sobre mí, como si esa tensión entre nosotros aún estuviera presente, llenando la habitación de un silencio insoportable.

—Esto no puede volver a pasar —murmuré para mí misma, mis palabras resonando en el vacío de la habitación.

Sabía que tenía que mantener el control, que no podía permitirme caer en este tipo de juegos. Esto no era un romance, no era una historia donde los sentimientos tuvieran lugar. Este era un juego de poder, y yo estaba aquí para ganar. Cualquier debilidad, cualquier error, podría ser fatal. Y Aether... él era una distracción, un obstáculo que debía mantener a raya.

Me incorporé y caminé hasta la ventana, mirando la ciudad de Italia iluminada bajo la noche. Era hermosa, sí, pero también peligrosa. Este país estaba lleno de secretos, de historias que nadie contaba, de traiciones que se escondían en cada esquina. Aquí, la lealtad no existía, solo el poder y la supervivencia. Y yo no iba a dejar que un momento de flaqueza arruinara mi misión.

Mis pensamientos regresaron a él una vez más, a esa mirada que me había dejado inquieta, y un escalofrío recorrió mi piel. No podía negar que había algo en Aether que me atraía, que me desafiaba de una manera que nadie más había logrado. Pero eso era precisamente lo que hacía que fuera tan peligroso. No podía permitir que él se acercara, no podía dejar que viera más allá de la máscara que había construido con tanto cuidado.

—No más juegos —me dije en voz baja, como si al pronunciar esas palabras pudiera borrar el recuerdo de lo que acababa de suceder.

La verdad era que no me sentía tan fuerte como pretendía. Había algo en este viaje, en esta misión, que estaba empezando a hacerme cuestionar mis propias decisiones. Tal vez había subestimado a Aether, tal vez había creído que podía manipularlo sin consecuencias, pero ahora me daba cuenta de que él era un adversario más complicado de lo que pensaba.

Me aparté de la ventana y volví a la cama, intentando borrar todos estos pensamientos de mi mente. Sabía que al día siguiente tendría que enfrentarme a él nuevamente, y que cada mirada, cada palabra, sería una prueba para ver quién cedería primero. Este era un juego peligroso, y ahora que estaba dentro, no tenía otra opción más que seguir adelante.

Cerré los ojos, intentando calmar mi respiración. No podía permitir que esto volviera a pasar. No podía dejar que Aether se convirtiera en una distracción. Por el bien de ambos, por el bien de mi plan, debía mantenerme firme, inquebrantable. Porque si algo fallaba, si alguna vez perdía el control, sabía que todo terminaría en desastre.














































🧍🏻‍♀️.

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