Aether:Después del breve encuentro con Anastasia, traté de volver a la sala con la mente en blanco. Me repetía que no podía permitirme distracciones. No en un momento como este. Sabía que cualquier señal de debilidad sería un lujo que no me podía permitir. Pero, aun así, la sensación persistía en mi pecho, como una sombra que no podía sacudirme.
Al regresar, encontré a Dionisios y Alekos sumidos en una conversación, sus voces bajas, pero llenas de determinación. Parecía que no se habían percatado de mi breve ausencia, lo cual agradecí. Me senté de nuevo en el sillón junto a mi padre, y él me dirigió una breve mirada, evaluándome, como si quisiera asegurarse de que estaba listo para seguir.
—Bien, Aether —dijo Dionisios, su tono tan cortante y decidido como siempre—. Escucha bien, porque esto no es un simple ataque. Esto es una guerra, y en una guerra, uno no deja cabos sueltos.
Alekos asintió, abriendo un mapa sobre la mesa. Señaló varias ubicaciones estratégicas en la ciudad, puntos donde podríamos golpear al enemigo donde más les dolía. Las operaciones de estos hombres iban más allá de simples negocios. Controlaban rutas de tráfico, contactos políticos, incluso personas clave en el sistema de justicia. Si íbamos a desmantelar su imperio, tendríamos que hacerlo con precisión quirúrgica.
Dionisios me miró directamente, sus ojos llenos de una intensidad que solo había visto en contadas ocasiones.
—Sé que tienes razones personales para querer hacer esto —continuó, su tono suavizándose apenas un poco—, pero necesitas recordar que esto es por ella. Por tu madre. Y no permitiré que nada ni nadie se interponga en nuestro camino.
Sentí un nudo en la garganta al escuchar a mi padre hablar de esa manera. Sabía que Dionisios había amado a mi madre profundamente. Aunque su fachada siempre fuera de hielo, en el fondo había una pasión y una devoción que pocos conocían. Para él, Rhea no era solo su esposa, era la razón por la que había soportado tantos años de guerra y traiciones.
—Sé que esto es por ella, padre —respondí, con una mezcla de furia y dolor en mi voz—. Y precisamente por eso no descansaré hasta ver a esos malnacidos pagando por lo que hicieron.
Dionisios asintió, satisfecho con mi respuesta. Había algo en su mirada, un brillo que no reconocía del todo. Era como si estuviera viendo un reflejo de sí mismo en mí, y eso, de alguna manera, me daba la certeza de que estábamos en el mismo camino.
Alekos continuó explicando los detalles del plan. En la primera fase, debíamos atacar los puntos más vulnerables de nuestros enemigos, aquellos lugares donde menos esperaban que los golpeáramos. Los almacenes de mercancía, los negocios encubiertos, e incluso ciertos "contactos" que habían sido leales a ellos por años.
—Este primer golpe los desestabilizará —dijo Alekos, con una media sonrisa—. Y una vez que pierdan el equilibrio, será cuestión de tiempo antes de que podamos arremeter con toda nuestra fuerza.
Asentí, cada palabra resonando en mi mente como un eco. La estrategia era sólida, y lo mejor de todo, era impredecible. Estos hombres no esperaban que alguien como Dionisios, alguien que había mantenido una relación "diplomática" con ellos durante años, decidiera darles la espalda de esta manera. Eso sería su perdición.
El plan seguía desarrollándose, y cada detalle que discutíamos parecía construir un castillo de venganza y justicia, uno que estaba destinado a derrumbarlos desde los cimientos. Pero, a pesar de todo, mi mente continuaba distraída. La imagen de Anastasia y el abrazo que me había dado seguían en mi mente, como una especie de espejismo. Era como si, por unos instantes, hubiera encontrado consuelo en medio de la tormenta. Y eso era algo que no podía entender.
—Aether, ¿estás prestando atención? —La voz de Dionisios me sacó de mis pensamientos.
—Sí, claro, padre —respondí, enderezándome en mi asiento.
Mi padre me miró con una mezcla de desconfianza y curiosidad. Sabía que me había perdido en mis pensamientos, pero no era el momento de explicarle por qué. Simplemente no podía. No ahora.
—Bien, entonces ya sabes lo que tienes que hacer. Empezaremos a movernos mañana por la noche. Quiero que estés listo.
Asentí, sintiendo la presión de la responsabilidad en mis hombros. Esto no era solo un plan de venganza, era una declaración de guerra. Y no podía darme el lujo de fallar. No cuando la memoria de mi madre estaba en juego.
Cuando finalmente salimos de la mansión de Alekos, la noche había caído por completo. Dionisios y yo nos subimos al coche en silencio. Podía sentir la tensión en el aire, la rabia contenida en cada uno de sus gestos. Sabía que, aunque intentara mantener la compostura, la herida en su corazón era profunda, tan profunda como la mía, si no más.
Mientras el coche avanzaba por las oscuras calles de la ciudad, me atreví a romper el silencio.
—Padre... —dije en voz baja, mirándolo de reojo—. ¿Alguna vez pensaste que algo como esto podría pasar?
Dionisios soltó un suspiro, uno largo y pesado, como si estuviera liberando años de frustración acumulada.
—La verdad, Aether, es que siempre supe que algo así podía suceder. Pero nunca imaginé que llegaría a tocar a tu madre. Ella siempre fue... distinta. Siempre fue la parte de mi vida que pensé que estaría a salvo.
El dolor en su voz era evidente. Ver a mi padre, el hombre que siempre había sido mi modelo de fuerza e invulnerabilidad, mostrar un atisbo de vulnerabilidad me afectó de una manera que no esperaba. Era como si, en ese momento, lo estuviera viendo realmente por primera vez.
No pude evitar sentir una punzada de empatía hacia él. Sabía que, para Dionisios, perder a mi madre era algo inaceptable. Y en cierto modo, eso me hacía sentir menos solo. Porque, a pesar de todo, éramos una familia. Y aunque no siempre habíamos estado de acuerdo, en este dolor estábamos juntos.
Finalmente, rompí el silencio.
—Voy a encontrarla, padre. Te lo prometo.
Dionisios asintió, su mirada perdida en el horizonte.
—Lo sé, hijo. Y cuando llegue el momento, quiero que esos malnacidos paguen por lo que hicieron. Hasta el último de ellos.
💔🥲
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CRIADO PARA LA MAFIA
Roman d'amourAether Konstantinou no es un hombre común. Criado bajo la sombra de uno de los capos más temidos de la mafia griega, su vida ha sido un campo de entrenamiento constante, un curso intensivo en crueldad y poder. En su mundo, la debilidad es sinónimo d...