Capítulo 15 : El Viaje y la Confrontación

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Aether:

Había pasado un mes desde que empecé con la venganza de mi madre.La sala de estar estaba en silencio, solo roto por el sonido del eco de mis pasos. Miré la carpeta sobre la mesa, llena de información sobre el hermano de Prieto Alfano. Sabía que la siguiente jugada era clave, pero también sabía que este no sería un camino fácil. Todo lo que había planeado hasta ahora había sido una preparación para este momento. No podía fallar. No, no podía.

Anastasia se mantenía a un lado, observándome sin decir una palabra. Estaba calculando cada movimiento, y lo podía sentir en el aire. Sabía que la guerra no había hecho más que comenzar, pero esta vez, el destino de todo lo que quería se jugaba en Italia.

—Ya tenemos todo —dijo ella, sus ojos fijos en la carpeta, como si estuviera esperando que yo reaccionara.

Me acerqué a la mesa, tomando la carpeta con una mano. La tapa crujió al abrirse, y vi las fotografías del hermano de Alfano. Era más joven, con una sonrisa inocente, pero por las conexiones que tenía, sabía que no debía subestimarlo. Y mucho menos subestimar a su hermano, el hombre que había hecho de mi vida un infierno.

—Italia —musité. Mi mente ya estaba allí. En ese país, en esos callejones oscuros, en esa ciudad que olía a traición y venganza. Todo el mundo pensaba que Alfano era el hombre al que había que temer, pero el hermano... el hermano era el que movía las piezas en las sombras.

—Italia. —Anastasia repitió, como si las palabras fueran más pesadas de lo que parecían. Sabía que ella tenía su propio interés en este viaje, y no se trataba solo de venganza. No podía confiar completamente en ella, pero tampoco podía hacerlo sin ella.

—¿Estás lista? —le pregunté, cerrando la carpeta con un golpe seco. Ya estaba listo para salir, pero no podía evitar la sensación de que este viaje cambiaría las reglas del juego para ambos.

Anastasia asintió sin decir nada más. Sabía que ella era tan calculadora como yo. Para ella, esto era solo un paso en un juego mucho más grande, un juego que no siempre jugábamos de la misma manera.

El vuelo hacia Italia fue largo y silencioso. Las horas se alargaban como si el tiempo se hubiera detenido, pero mis pensamientos no hacían más que acelerarse. Sabía que cualquier cosa podría salir mal. Habíamos planeado cada detalle con precisión, pero había algo en el aire que me decía que no sería tan fácil. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si las piezas de este rompecabezas no encajaban como pensábamos?

Anastasia estaba sentada a mi lado, mirando por la ventana del avión, pero yo podía sentir que su mente estaba lejos, planeando, calculando. Esa era la diferencia entre ella y yo: mientras yo pensaba en el presente, ella pensaba en el futuro, siempre un paso adelante. Era lo que la hacía tan peligrosa.

Un leve golpe en el asiento me hizo volver a la realidad. Miré a Anastasia y vi una ligera sonrisa en sus labios. No sé si era por el cansancio o por alguna emoción que no podía identificar, pero algo en ella me provocaba incomodidad.

—Estamos cerca —dijo sin volverse hacia mí. Sabía que estaba hablando más para sí misma que para mí, pero la tensión que había en su tono no pasó desapercibida. Cada palabra que salía de su boca me dejaba con la sensación de que había algo más detrás.

Llegamos a Italia, al hotel donde habíamos planeado pasar la noche antes de seguir con la búsqueda. Italia era lo que esperaba: un caos de tráfico, edificios antiguos y calles llenas de vida, pero también de secretos. Un lugar perfecto para alguien como Alfano, para alguien como su hermano.

Nos registramos rápidamente en el hotel, y no hubo palabras durante el trayecto hacia las habitaciones. Sabíamos lo que estábamos haciendo, lo que vendría después. No había necesidad de hablar. Al menos, no hasta que estuviéramos en privado.

La puerta de la habitación se cerró con un clic resonante. La luz tenue iluminaba el espacio, pero el aire se sentía denso. La habitación de hotel no era lujosa, pero tenía todo lo que necesitábamos: dos camas, una mesa, y la tranquilidad para hablar sin ser escuchados.

Me dirigí hacia la ventana, observando la ciudad de noche. El murmullo lejano de la vida nocturna se mezclaba con mis pensamientos. Italia no era un lugar desconocido para mí, pero esta vez no había tiempo para disfrutar de sus paisajes o su historia. Mi misión aquí era mucho más personal.

Anastasia entró detrás de mí, y por un momento, el silencio entre nosotros era casi palpable. No era la primera vez que estábamos juntos en una habitación, pero sí era la primera vez que nos encontrábamos en este tipo de situación: solos, con la tensión de un plan que no podía fallar. Y algo más... una especie de fricción, de incomodidad que no sabía cómo manejar.

—No me gusta que estemos aquí —le dije finalmente, rompiendo el silencio. Mi voz sonó más áspera de lo que esperaba. La tensión se acumulaba como un peso pesado entre nosotros.

Ella se acercó lentamente, sus ojos fijos en mí, como siempre. No había sorpresa en su rostro, solo calma. Tal vez, demasiada calma.

—No tienes que preocuparte —respondió con suavidad. Pero había algo en su tono que me hizo sentir que no todo estaba bajo control. Yo había estado en situaciones peores, sí, pero con Anastasia siempre había esa sensación de que ella jugaba con reglas distintas a las mías. Quizás por eso siempre me resultaba difícil leerla.

—¿De qué estás tan segura? —pregunté, girándome hacia ella.

Anastasia dio un paso más hacia mí. Su presencia se volvía más densa, más intimidante.

—Porque sé lo que estoy haciendo. Y sé lo que tú estás pensando. —Me miró con una frialdad que solo ella podía tener. Pero en sus ojos brillaba algo más, algo que no podía identificar.

—Lo que estoy pensando es que estamos caminando sobre una cuerda floja —respondí, mi tono lleno de desconfianza.

El silencio se hizo aún más denso entre nosotros, como si las palabras sobraran en este momento. Estábamos demasiado cerca, demasiado atrapados en este juego para poder retroceder.

—Lo sé —dijo, su voz bajando a un susurro. La tensión entre nosotros aumentó. Podía sentir cómo la distancia se acortaba. Y no era solo la proximidad física, era la tensión de lo que venía. Sabía que algo iba a pasar. Sabía que esta situación no podía durar mucho más.

Me quedé mirándola, esperando que dijera algo más, pero Anastasia solo me observó en silencio. Y entonces, con una rapidez que me dejó sin aliento, ella dio un paso más cerca. Me quedé quieto, sin saber si debía alejarme o quedarme allí, esperando el siguiente movimiento.

De alguna manera, lo que ambos queríamos se encontraba en la misma habitación, colisionando sin que ninguno de nosotros lo deseara.





















































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CRIADO PARA LA MAFIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora