Aether:
Desde que recibimos la noticia, el mundo parecía haberse congelado. Sentía cada segundo alargarse hasta volverse insoportable, como si el tiempo en sí se burlara de mí. Todo funcionaba en automático: mis manos, mis pasos, mi respiración. Pero había algo roto, algo que no podía describir, un dolor tan profundo que apenas podía soportarlo.
Rhea Konstantinou. Madre. Esposa. Fuerza imparable, guardiana de mi alma, y la única razón por la que cualquier parte de mí seguía siendo humana. La noticia de su desaparición era algo que no podía, ni quería, aceptar. Ella no era alguien que desapareciera sin dejar rastro, no era el tipo de persona que alguien pudiera destruir con facilidad. Pero aunque tratara de racionalizarlo, el pánico me invadía.
Me encontraba solo en mi habitación, luchando contra el vacío que se extendía en mi pecho. Todo lo que alguna vez me enseñó, sus consejos, sus advertencias, parecían desvanecerse en el caos de mi mente. Cerré los ojos y, de inmediato, la vi con una claridad casi dolorosa, como si cada parpadeo trajera consigo una memoria grabada en mi alma. Me dolía pensar en ella, pero a la vez, pensar en su ausencia era insoportable.
Mi mente me llevó a un recuerdo de años atrás, cuando era solo un niño, antes de que todo se volviera tan complejo. Mi madre me llevó al lago cerca de nuestra casa, un lugar que parecía su refugio, su santuario. Ella me tomó de la mano y caminamos por la orilla, sin prisa, solo existiendo en el momento. Recuerdo haber sentido que nada en el mundo podía hacerme daño mientras ella estuviera a mi lado.
"¿Sabes, Aether?", dijo con esa sonrisa cálida que siempre me hacía sentir seguro. "Los antiguos creían que cada estrella en el cielo es un espíritu que guía a alguien aquí en la tierra." La miré, fascinado por sus palabras, y ella continuó. "Si algún día yo no puedo estar contigo, quiero que mires al cielo y busques la estrella más brillante. Ahí estaré, cuidándote."
En ese momento, solo sonreí. La idea de que ella pudiera irse algún día era absurda para mí. Ella era indestructible, una fuerza de la naturaleza que nada ni nadie podía tocar. Pero ahora, esas palabras volvían a mí como un presagio, y el dolor que me causaban era insoportable.
Apreté los puños, tratando de contener las lágrimas, pero el peso en mi pecho era demasiado. Nadie podía entender lo que ella significaba para mí. Ni siquiera mi padre, quien también estaba destrozado, podía comprender la magnitud del vacío que dejaba su ausencia. Ella era la razón por la que no me había perdido completamente en la oscuridad de nuestro mundo. Ella era mi guía, mi brújula, la única que me recordaba que aún quedaba algo de humanidad en mí.
Otro recuerdo vino a mi mente, esta vez de cuando tenía quince años. Mi padre había comenzado a entrenarme en los negocios de la familia, y yo, ansioso por demostrarle mi valía, había cometido un error grave. Estaba devastado, seguro de que él nunca volvería a confiar en mí. Me refugié en mi habitación, sintiéndome como un fracaso, y fue mi madre quien vino a buscarme.
Sin decir una palabra, me abrazó, como si su amor pudiera reparar el desastre que había causado. "Todos cometemos errores, Aether," me dijo, con esa voz suave que siempre lograba calmarme. "No eres menos por fallar; eres humano, y eso es lo que te hace fuerte. No dejes que nadie te convenza de lo contrario." Esas palabras quedaron grabadas en mi alma, y desde ese día, cada paso que di, cada decisión que tomé, fue para no defraudarla.
Pero ahora, ¿de qué servía? Sin ella aquí, yo no era más que una sombra de lo que alguna vez fui. Sentí cómo las lágrimas caían sin permiso, cada una cargada de un dolor que nadie, ni siquiera mi padre, podría entender. Quería gritar, romper algo, destruir todo a mi alrededor, porque nada tenía sentido sin ella.
Me levanté y caminé por la habitación, incapaz de quedarme quieto. Las paredes parecían cerrarse a mi alrededor, el aire se volvía espeso, sofocante. Mi respiración era entrecortada, y por un momento, me permití dejar caer la máscara, permití que el dolor se manifestara.
Si realmente la habían arrebatado de nuestras vidas, entonces yo había perdido no solo a mi madre, sino a la única persona que me hacía sentir como un hombre y no una máquina.
Me dejé caer en el sillón, con el peso de la desesperanza aplastándome, y cerré los ojos. En el silencio de la habitación, pude casi escuchar su voz, susurrándome que todo estaría bien, que no debía rendirme. Pero la verdad era que, sin ella, ya no quedaba nada de mí por salvar.
No sé cuánto tiempo permanecí allí, con la mirada perdida y el corazón hecho trizas. Pero cuando finalmente me puse de pie, algo dentro de mí se había endurecido. Si había algo que ella me enseñó, era a luchar hasta el final.
🥲🥲🥲🥲
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CRIADO PARA LA MAFIA
RomanceAether Konstantinou no es un hombre común. Criado bajo la sombra de uno de los capos más temidos de la mafia griega, su vida ha sido un campo de entrenamiento constante, un curso intensivo en crueldad y poder. En su mundo, la debilidad es sinónimo d...