LA PROMESALlevaba dos semanas sin salir de casa, sin querer ver a nadie y comiendo lo justo, solo tenía ganas de tumbarme en la cama a llorar hasta que me quedara sin lagrimas. Mi madre, Dylan y las chicas estaban tan preocupados por mi, que llamaron a un sicólogo para que viniera a casa a hablar conmigo, pero no sirvió de nada, no decía ni una palabra, no podía, me sentía incapaz.
Las horas pasaban como si nada, los días eran eternos. El mundo seguía girando, mientras yo estaba atrapada en mi tristeza, la luz de un nuevo día entraba por mi ventana, pero me daba igual todo.
Una tarde, mientras estaba inmersa en mi tristeza, escuche un leve golpe en la puerta. Era Dylan. Al principio pensé que seria otra visita de las suyas, en la que entraba, hablaba un rato y después se iba resignado por no recibir respuesta, pero esta vez algo cambio.
Entro despacio, con una taza de té en las manos, y se sentó, no dijo nada, solo hubo un silencio denso, pero no incomodo. Era como si el entendiera que solo necesitaba su presencia y eso me dio una sensación de alivio.
— Te extraño— dice al fin, su voz suave y sincera—. Todos te extrañamos.
Esas simples palabras hicieron que algo en mi interior se removiera, quise hablar, pero mi garganta se tenso, las palabras seguían atrapadas, detrás de ese muro que yo misma había levantado.
Dylan dejo la taza sobre la mesita de noche y, con cuidado, cogió mi mano. Sentí su calidez y por un momento no me sentí sola, cerré los ojos, e imagine que todo iba bien, pero no era real, todo estaba mal y yo estaba rota.
—No tienes que decir nada—continuo él, apretando levemente mi mano—. Solo quiero que sepas que cuando estés lista estaremos aquí para ti.
Después de un rato, se levanto y, antes de marcharse, se giro para darme una ultima mirada, esa mirada llena de preocupación y amor, que había visto tantas veces, pero sin prestarle mucha atención, ahora era diferente, había despertado en mi algo que llevaba tiempo apagado, esa chispa que había olvidado que teníamos. Y por un instante me sentí mejor.
Cuando cerró la puerta, me quede en silencio. El té seguía caliente a mi lado, y sin pensar demasiado, lo tome entre mis manos. Lo mire un rato, sentía una suave calidez. Quizás mañana seria diferente.
La mañana llegó más rápido de lo que esperaba, después de que Dylan se marchará, me quedé pensativa, sus palabras no paraban de repetirse en mi mente, "te extrañamos" esas palabras me hicieron reaccionar y recordar que no estaba sola, que este dolor no era solo mío, todos estaban sufriendo su pérdida.
Me levanté, me sentía débil, pero estaba decidida a intentar volver a la vida normal, miré la hora, eran las 9h de la mañana. Me puse la ropa más sencilla que tenía, me senté en el tocador y me miré en el espejo, no reconocía a la persona que tenía delante, mis ojos que siempre brillaban ahora estaban apagados y debajo tenía unas ojeras mas grandes que nunca antes había tenido. Me maquille como pude, para disimular mi cara demacrada y cuando terminé me miré nuevamente en el espejo. El maquillaje había logrado cubrir parte de mi cansancio, pero aún así no me sentía como yo misma. Respire hondo y me levanté. Sabía que no iba a ser fácil, pero tenía que dar el primer paso.
Salí de la habitación y la luz del día me deslumbró, el sol que antes me daba energía ahora me resultaba incómodo, obligándome a cerrar los ojos.
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Rubí, La Elegida.
FantasyRubí, es una chica que después de morir, vuelve a la vida, y cambia todo su mundo, vuelve con poderes y descubre todo un mundo nuevo de criaturas fantásticas, hadas, elfos, oráculos....pero también criaturas oscuras, vampiros, hombres lobos, brujas...