14. Llamada

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Era temprano y apenas se vislumbraban los primeros rayos de sol. El sonido del teléfono rompió la serenidad de la mañana, irrumpiendo en el silencio que envolvía a Haerin y a John, profundamente dormidos en la cama. Haerin fue la primera en abrir los ojos, aún algo adormilada, pero atenta al zumbido insistente que interrumpía su descanso.

Observó el rostro de John, sereno, aunque con un ligero ceño fruncido al sentir el molesto sonido.

Con cuidado, se liberó del abrazo protector de John, intentando no despertarlo.

Tomó el teléfono y, al llevarlo a su oído, reconoció la voz de Yoko al otro lado de la línea.

El corazón de Haerin dio un vuelco y tragó saliva antes de responder. La voz de Yoko, inquisitiva y algo molesta, no dejó espacio para dudas:

¿Por qué se han marchado del hotel? ¿Donde esta John?

Haerin dudó un instante antes de responder en voz baja, casi en un susurro, para no despertar a John:

—¿Cómo… cómo lo has sabido, Yoko?—respondió, intentando no dejar traslucir el nerviosismo en sus palabras.

Yoko mantuvo un silencio tenso antes de contestar.

—Llamé al hotel donde se hospedaron, y me dijeron que se habían marchado sin volver—dijo Yoko, dejando que el peso de sus palabras colgara en el aire. Luego, en un tono más severo, preguntó—: ¿Dónde están, Haerin?

Haerin sintió que el corazón le latía más rápido. Sabía que debía ser cuidadosa con sus palabras.

Inhaló profundo y se forzó a mantener la calma antes de responder, sabiendo que no podía revelarle toda la verdad. Tomó aire y, en voz baja, mintió:

—Estamos bien, Yoko. John… bueno, él decidió comprar una casa en la playa. Necesitaba un poco de paz, un lugar tranquilo, ya sabes cómo es—dijo, intentando sonar convincente y natural, aunque el peso de la mentira se le hacía evidente.

Haerin notó que Yoko guardaba silencio unos instantes, como si evaluara su respuesta.

Finalmente, Yoko habló con un tono de voz calculador:

—Espero que le des mis saludos a John cuando despierte. Y dile que estaré esperando su llamada.

La llamada finalizó, y Haerin se quedó unos segundos con el teléfono en la mano, mientras su mirada volvía hacia John, quien seguía dormido ajeno a todo.

Sabía que no podía ocultar mucho tiempo su paradero, pero por ahora, aquel secreto aún estaba a salvo entre ellos.

Haerin intentó relajarse después de la llamada y, sin querer pensar más en Yoko, se acurrucó nuevamente en los brazos de John.

Cerró los ojos, permitiéndose regresar al sueño mientras el sol comenzaba a asomarse suavemente por la ventana. Sin embargo, sus pensamientos seguían divagando en torno a la llamada de Yoko, en sus palabras y en el tono con el que había preguntado por su paradero.

Finalmente, el sueño la venció y cayó en un descanso ligero, solo para despertar nuevamente un par de horas después, esta vez por la suave sensación de los labios de John rozando su cuello.

La calidez de sus besos y su presencia lograron apartar los pensamientos intranquilos de Haerin, quien se giró lentamente, quedando frente a él.

John la miraba con intensidad y dulzura, su rostro todavía tranquilo por el despertar.

Ella le sonrió y murmuró un suave “buenos días” antes de acercarse y besarlo con ternura.

Durante ese instante, todo parecía en calma, y la inquietud de la madrugada se desvaneció. En esos momentos, con él tan cerca, nada más parecía importar.

Pero sabía que tendría que informarle sobre la llamada.

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Sumergidos en la tibia tranquilidad de la tina, Haerin se recostó contra John, sintiendo el calor de su cuerpo y el suave movimiento de la esponja mientras él le frotaba la espalda con cariño. Era un momento de paz que ambos necesitaban, pero John notó que Haerin estaba inusualmente pensativa.

Con una ligera preocupación, le susurró al oído:

—¿Estás bien? Te noto en otro mundo.

Haerin suspiró, preguntándose si era prudente hablar sobre la llamada de Yoko, pero decidió ser sincera. Miró de reojo y, al ver la expresión curiosa de John, finalmente se decidió.

—Yoko llamó esta mañana—dijo en voz baja, notando cómo John rodaba los ojos casi de inmediato.

—¿Que quería esta vez?—preguntó con una mezcla de fastidio.

—Estaba preguntando dónde estábamos. Llamó al hotel y le dijeron que nos habíamos ido sin regresar.

Antes de que pudiera agregar algo más, John la miró de reojo con cierta preocupación y le preguntó, casi con urgencia:

—No le habrás dicho que estamos en la casa de Mick, ¿verdad?

Haerin negó suavemente con la cabeza, tratando de calmarlo.

—No, le dije que habías comprado una casa en la playa. Aunque... me dijo que espera que la llames.

John dejó escapar un suspiro, algo entre el alivio y el agotamiento.

—Esa mujer no entiende de límites—murmuró con una leve sonrisa sarcástica—. Pero ya hablaremos de eso. Ahora, solo quiero estar aquí contigo.

Haerin se acomodó de nuevo en sus brazos, sintiendo cómo John la abrazaba con fuerza. Sabía que no podrían evitar la conversación con Yoko para siempre.

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Capítulo corto, pero vuelvo a actualizar.

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