𝐷𝐶 𝑂𝑛𝑒 𝑆ℎ𝑜𝑡𝑠

𝑡ℎ𝑒 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑟

etiquetas: au de los años 20, obscenidad (18+) , oral (recibiendo), consumo de alcohol, sexo sin protección,

Es tan pequeño que hay que intentar meter decenas de sillas en la gloriosa excusa de una habitación, pero te encanta el lugar. Se oyen risas en todas direcciones, el fuerte olor de tus bebidas y el tintineo torpe de los vasos de cada cliente: el bar clandestino lo tiene todo. Claro, la amenaza constante de que entre la persona equivocada y decida denunciar el lugar todavía te hace estremecer de vez en cuando, pero en general no dejas que te haga perder el control. En cambio, te dejas llevar por las lámparas que se apagan a tu alrededor, iluminando tenuemente los rostros de los clientes habituales o reflejándose en los paneles de madera brillante. 

—Oye, muñeca. ¿No te importaría servirme otro trago old fashioned, verdad?

Y así, sin más, te sacan de ahí. Le preparas la bebida al hombre sin mucho entusiasmo y, mientras él intenta charlar contigo, haces todo lo posible por no prestarle atención. Aunque es difícil dar una respuesta lo suficientemente contundente para apaciguarlo y, al mismo tiempo, dejar en claro que no estás interesada, haces un valiente esfuerzo. Él se va con un gruñido para unirse a sus amigos en una mesa abarrotada en la parte de atrás.

Estás a punto de limpiar el mostrador de nuevo como excusa para mantenerte ocupado cuando lo ves. Un hombre bien arreglado, pero no de forma desagradable. Su cabello es ligeramente largo, cae sin esfuerzo sobre su frente y se curva alrededor de sus mejillas para enmarcar su rostro. Su traje es bonito, más bonito que la mayoría de los que usan los clientes habituales, pero no es demasiado lujoso. Fue más extraño que apareciera con traje, ya que este bar era un evento más informal. Y, aunque no querías reconocerlo, era muy guapo. Solo la pequeña parte de su rostro que puedes ver a través de la penumbra te llama la atención.

Por suerte, él camina directo hacia ti y se sienta en un taburete justo en el medio del mostrador. Intentas darle un momento de silencio, porque seguramente podría encontrarse con alguien aquí esta noche, pero no puedes resistirte.

“Buenas noches”, dices. “No lo había visto por aquí antes, señor”.

“Acabo de enterarme de este lugar. No puedo creer que no supiera que estaba aquí todo este tiempo”, gira su mirada hacia ti. “Es cálido. Animado”.

Sus ojos son de un azul precioso, pero intentas evitar mirarlo con demasiada intensidad. “Bueno, la gente buena de aquí sabe cómo guardar un secreto cuando es necesario”.

Se ríe entre dientes: "Ya lo sé. ¿Hay alguna bebida que deba probar ahora que estoy aquí?".

Y es magnético, atrae a grupos de personas del otro lado de la barra hacia él, charlando con él para que puedan entender quién es el atractivo desconocido. Es tan carismático que se involucra con personas que apenas conoce en una conversación, incluso te involucra cuando no estás demasiado ocupado anotando todos tus pedidos. Inesperadamente, es seguro sin ser arrogante, pero también modesto sin ser autocrítico. Es un acto de equilibrio impresionante, y lo logra sin sudar la gota gorda.

Intentas no hacerte ilusiones después de esa primera interacción, sabiendo que él está demasiado concentrado en otras personas en este momento como para prestarle atención al barman, pero por alguna razón, sigue mirándote. Cada risa que se le escapa lo hace golpear la mesa, pero al final de su reacción, te mira para ver si también te pareció divertida la broma. Es entrañable cómo está tan en sintonía con las emociones de todos, incluso las tuyas, y te gustaría dar algo más que respuestas breves y concisas, pero te inundan las solicitudes de bebidas a medida que avanza la noche. Él termina alejándose de ti minuto a minuto a pesar de que está justo en tu línea de visión.