26 de Diciembre
Jueves
10:00 PM
Capítulos Finales
Vivian Pov:
El día comenzó como cualquier otro, con el sol filtrándose por las rendijas de la ventana y el sonido del aire acondicionado marcando el ritmo de la mañana. Mi padre y Lukas seguían allí, velando por mi bienestar, pero había algo diferente hoy. Algo en el aire, en mi corazón, en mis pensamientos. Ya no quería quedarme en la cama, tapándome hasta la cabeza con las sábanas, esperando que la tristeza me dejara en paz.
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3:00PM
La terapia me había dejado más cansada que nunca. Las preguntas, los recuerdos que salían de mis labios como si fueran viejos fantasmas que finalmente decidían salir a la luz... era agotador. Me sentía vacía, como si todas esas palabras no fueran suficientes para cambiar nada. Salí del consultorio, y aunque Fede y Lukas me miraban con preocupación, algo en mí empezó a romperse. No quería estar más así. No podía ser tan dependiente de esos momentos, de esas voces que me decían qué hacer, cómo vivir.
Pasaron los días en silencio, y fue en uno de esos momentos en los que, sin darme cuenta, mi cuerpo comenzó a moverse. Algo había activado una chispa en mí. La música. La sensación de mis pies moviéndose al ritmo de una canción en la radio. Recuerdo cómo mi cuerpo no pudo evitar dejarse llevar, a pesar de todo lo que había dentro de mí, todo lo que estaba roto.
Fue en ese instante cuando supe que necesitaba bailar. No para escapar, sino para encontrarme. La música me hablaba de una forma que ninguna palabra había logrado. El latido del ritmo era un refugio, y el movimiento me dejaba sentir, me dejaba vivir.
El primer día que bailé no fue nada especial. Era una tarde común, la luz de la tarde colándose por la ventana mientras la radio, al fondo, sonaba con una canción que no conocía. Sin embargo, esa melodía hizo algo en mí. Algo que llevaba tiempo esperando. En lugar de seguir en la misma rutina de siempre, quedándome en silencio o evitando todo lo que me rodeaba, mi cuerpo empezó a moverse, casi por instinto. No pensaba en nada, solo en el ritmo que golpeaba mis oídos y cómo mis pies, aunque torpes al principio, se ajustaban a ese pulso.
Era raro. La sensación de estar haciendo algo que no era parte de mi dolor, algo que no era parte de las preguntas interminables de los psicólogos o de las conversaciones incómodas con Lukas y mi padre. Simplemente, era yo con la música. La primera vez que lo hice, ni siquiera noté que había cerrado los ojos. Fue solo cuando la canción terminó, y el silencio llenó la habitación, que me di cuenta de que mi respiración estaba más tranquila. Mis manos, que antes siempre estaban apretadas, descansaban a los costados.
El siguiente día, lo hice otra vez. Esta vez, sin pensarlo, me acerqué a la esquina donde guardaba las viejas canciones que me gustaban de antes. Canciones que Lukas y yo solíamos cantar, y que siempre nos hacían reír. Me senté en el suelo y las dejé correr. Al principio, no podía evitar sentir una incomodidad, como si todo lo que había en mí estuviera presionándome para dejarlo. Pero algo sucedió. Mientras el ritmo me envolvía, mis pensamientos se apagaron. Era como si las palabras que los psicólogos me decían, las que siempre me habían atormentado, se desvanecieran.
El tiempo se hizo más ligero. Durante esos minutos, no pensaba en lo que me había hecho mal ni en lo que me faltaba. No pensaba en las cicatrices, ni en los recuerdos que aún me perseguían. Solo pensaba en el sonido de mis pies sobre el suelo, en la sensación de movimiento, como si la música me hubiera dado permiso para respirar de una manera que no recordaba.
Lukas me vio un par de veces. Al principio, estaba en la puerta, observando desde lejos, como si no quisiera interrumpir mi pequeño escape. No me dijo nada, pero pude sentir que algo en su rostro había cambiado. Tal vez se dio cuenta de que algo dentro de mí estaba comenzando a sanar, aunque no lo entendiera completamente. No dije una palabra. No tenía que explicar nada.
A veces, mi padre también se quedaba observando desde el pasillo, con una mezcla de preocupación y alivio. Siempre, al final, me preguntaba si me sentía mejor. Yo le sonreía, no porque todo estuviera arreglado, sino porque por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía un control, aunque fuera un poco, sobre algo.
A medida que los días pasaban, el baile dejó de ser solo un escape y se convirtió en algo más. Era mi forma de enfrentarme a los días grises, a las noches en las que me despertaba con un nudo en el estómago, a las horas vacías en las que me sentía perdida. Cuando la música comenzaba, sentía que mi cuerpo recuperaba algo que había perdido. Mi poder, mi voz, mi libertad.
NOTA:
7 capss y nuestra Vivian esta volviendo a la normalidad, no crean, lukas tambien recibio terapia, no se preocupen
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HER ¡!
FanficEn un mundo lleno de cámaras, luces y pantallas, Lukas Urkijo y Vivian Vigevani parecen tenerlo todo. A primera vista, son solo dos adolescentes atrapados en el vertiginoso mundo de las redes sociales, donde las sonrisas y las vidas perfectas se ven...