Capítulo 21

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La luz tenue del amanecer se filtra a través de las pequeñas ventanas de la bodega, y el aire es fresco y quieto. Los sacos de dormir están esparcidos por el suelo de piedra y el lugar aún guarda el eco de la risa y la música de la noche anterior. Entre el desorden de botellas vacías y restos de serpentinas, los amigos duermen profundamente, exhaustos después de una noche de celebración.

Juanjo es el primero en abrir los ojos. Parpadea, aún adormilado, y se encuentra con Martin, quien lo mira desde su saco a solo unos centímetros de distancia, con una sonrisa perezosa.

- ¿Te has despertado también? - susurra Juanjo, riendo suavemente.

El vasco asiente, y con cuidado se incorpora, estirándose.

- No sé si estoy despierto o si todavía estoy soñando, pero creo que me apetece moverme un poco - bromea, bajando la voz para no despertar a los demás - ¿Te apetece salir? Vamos a ver el amanecer, seguro que por el campo se ve increíble.

Juanjo asiente, y con una sonrisa cómplice, ambos se deslizan fuera de sus sacos de dormir. Salen de la bodega con las zapatillas en la mano para no hacer ruido y se calzan al llegar al camino de tierra. Afuera, el aire fresco del amanecer los despierta de golpe, y el cielo empieza a teñirse de tonos anaranjados y rosas que iluminan suavemente el horizonte.

Caminan en silencio un rato, disfrutando de la paz del campo y de la sensación de estar solos en medio de la vastedad del paisaje. De vez en cuando, Juanjo lanza una mirada de reojo a Martin, que parece absorto en la vista del amanecer. El viento agita suavemente su cabello y el mayor siente cómo el pecho se le llena de una extraña mezcla de nervios y felicidad.

- Dormir en el suelo no ha sido tan malo, ¿no? - dice el maño, rompiendo el silencio.

Martin lo mira y suelta una risa suave.

- No ha estado tan mal. Aunque creo que el truco es estar bien acompañado - responde, devolviéndole la sonrisa con un brillo juguetón en los ojos - ¿No crees?

Juanjo se ríe, aunque siente cómo se le calientan las mejillas.

- Bueno, supongo que sí. Aunque los ronquidos de Álvaro casi me hacen reconsiderarlo.

Martin suelta una carcajada y asiente, recordando los ronquidos que resonaron toda la noche en la bodega.

- Sí, eso casi rompe el encanto - bromea.

Mientras continúan caminando, se dan cuenta de que han llegado al borde del pueblo, y allí, al otro lado de la plaza, ven la churrería local empezando a abrir. Juanjo sonríe al ver la oportunidad de hacer que la mañana sea aún mejor.

- ¿Te apetecen unos churros? - pregunta, señalando la churrería - no se me ocurre una mejor forma de empezar el día.

El pequeño asiente de inmediato, entusiasmado.

- Solo si el chocolate viene incluido, porque sin eso no tiene sentido.

Juanjo le da un codazo en el brazo y ríe.

- Obviamente, el chocolate es la mitad de la experiencia - dice, mientras caminan hacia la churrería - además, creo que te hace falta algo de azúcar para animarte un poco.

- ¿Ah, sí? - Martin lo mira con una sonrisa desafiante - no sé, creo que ya me siento bastante animado.

Se miran a los ojos y ambos se ríen, sintiendo la chispa que flota en el aire entre ellos, como una corriente que no necesita palabras. Al llegar, piden un par de raciones de churros con chocolate y se sientan en un banco de la plaza, compartiendo el desayuno bajo la luz del amanecer que sigue iluminando poco a poco el pueblo.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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El destino - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora