IVÁN
Ana se acomoda con tal precisión que me asombra, con lo pequeña que es puede cargar a un bebé tan pesado como Matthew, pero ella puede y tiene todo a su alcance.
Rodeo el automóvil y tengo miles de pensamientos.
He pasado un día muy agradable después de tanto. Me he reído con Matthew y lo he cargado. Eso ha tocado muchas fibras de mi interior y aunque por momentos la melancolía querida inundarme he logrado olvidarme de aquello.
Ana lo acurruca contra su pecho, le da su biberón y le canta una canción de cuna. Su voz eclipsa todos mis sentidos y pongo mute al reproductor de música al descubrirme encantado con su voz.
Pasan algunas canciones hasta que Matthew se duerme y el silencio vuelve a llenar el ambiente.
Ana y su bebé me han cautivado de una manera peculiar. Por mi salud mental, debería alejarme de ella, dejar que continue su vida y sanar la mía. Pero, no puedo.
Su compañía me hace sentir bien, me da una calidez que extrañaba y me culpo al sentir que pierdo mi lealtad con Daphne. Al tener ese amargo sentimiento que me hace creer que compartir con Ana me hace olvidarla y no si está bien.
Sin embargo, no quiero negarme estas emociones, no quiero negar todo lo bueno que siento por estos momentos y a la vez no quiero dañar a nadie. Pienso, todo el camino y Ana está igual, no hablamos y es lo mejor.
Me estaciono frente a su edificio y apago el motor.
—Gracias por todo —susurro con un nudo en la garganta.
—Gracias a usted, fue una linda tarde —regresa a ese trato formal.
—Lo fue —confirmo—. Déjame te ayudo
Me bajo del coche, el aire frio me golpea la cara y me ayuda a refrescarme de esa sensación agobiante. Le ayudo con sus cosas, cubre a Matthew muy bien y logra tener todo, incluso el cactus y la mini rosa que compró.
—Que tenga una linda noche señor
Esa despedida hace que la presión en mi pecho se aumente. ¿No quiero que se vaya? ¿No quiero dejar de sentir esa agradable sensación? ¿Qué estoy sintiendo?
—Nos vemos mañana Ana
Asiente, me regala una de sus cálidas sonrisas y se voltea para adentrarse en el edificio que vive. Me subo a la camioneta y doy un golpe al volante.
—¡Carajo!
La culpa me invade cada parte, los pensamientos no dejan de ir y venir. Me siento avergonzado con mi comportamiento, como si hubiese cometido un acto de deshonra, como si hubiese asesinado a alguien.
Manejo sin saber con precisión mi destino hasta que llego a casa de mis padres. Tengo el pecho comprimido, tengo náuseas y una migraña que hace que me den punzadas en los laterales de mi cabeza.
¿Acaso seguir con tu vida hace que entierres los recuerdos de alguien a quien amaste?
La respiración se me acelera, añoro con todo mi corazón obtener una respuesta y la calma. Me llevo la mano al corazón cuando un dolor agudo se centra en mi pecho, todo a mi alrededor da vueltas y siento debilidad en mis músculos.
—Iván —mi madre abre la puerta del vehículo—. Cariño
No puedo responder y me aferro al volante cuando la presión en el tórax se hace dolorosa.
—¡Benjamín! —escucho el grito de mi madre, pero es distante—. Cariño, respira —me pide mi madre.
Lo intento, quiero tomar aire y fracaso. Es como si mis vías respiratorias estuviesen tapadas, el aire no ingresa y siento que me asfixio. Mi padre llega, no sé qué pasa después todo se vuelve una especie de túnel que gira y reacciono cuando me acuestan en el césped.
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Arriésgate
RomanceIván Ward lo tenía todo. Un hijo privilegiado, un hermano querido, un hombre atractivo, con una gran capacidad intelectual y autentica carisma. Sin embargo, la vida juega de forma extraña, un segundo, marca la diferencia entre lo que considerabas tu...