Capítulo 12

78 0 0
                                    

LILIBETH

El corazón me palpita con fuerza, siento que el aire se me va y las piernas las siento como gelatinas, los recuerdos golpean mi mente con fuerza y creo que estoy a nada de entrar en una crisis de ansiedad y pánico, ver a Artemis de nuevo, tan cerca, y a solas, hace que tenga miedo, sin embargo, no lo muestro, me mantengo firme con el mentón elevado.

—Artemis —repito—. ¿Qué haces aquí?

No me gusta cómo recorre mi cuerpo, como si fuera suyo, como si quisiera volver a poseerme, ajusto el nudo de mi toalla y me quedo en mi sitio, permaneciendo lo más lejos posible de él.

—Te he extrañado tanto —dice dando un paso adelante.

—No compartimos el mismo sentimiento.

—Tú me amas —replica con enfado.

Cuento los segundos con la esperanza de que Oliver no tarde en entrar, puede que conlleve que ambos peleen, pero por lo menor en el funeral de mi padre no estábamos solos, había gente que me podía auxiliar en caso de que perdiera la cabeza de nuevo. Este, no es el caso.

—No, ya no te amo, te odio —espeto.

—Mentirosa, ¿por qué te fuiste tanto tiempo? Te busqué, nunca dejé de hacerlo —se toca la barbilla con dos dedos, detallando mi rostro y estudiando cada uno de mis movimientos cuando me alejo y trato de rodear la cama para que sea ella quien se interponga entre ambos.

—No quería saber nada de ti —agrego.

—Te he pedido disculpas.

—¿Por violarme? ¿Crees que eso se soluciona solo en pedir perdón? —refuto.

—La cagué, pero he cambiado.

—Las personas no cambian de la noche a la mañana.

—Estoy haciendo el intento —se pasa una mano por el cabello—. En verdad lo hago.

Me quedo callada, verlo de ese modo me recuerda tanto a aquellos tiempos en los que éramos amigos, en los que, sin saberlo, le amaba con toda mi alma, pero él se ha encargado de pudrir eso.

—Tienes que dejarme ir —digo con cautela—. No puedes seguir amarrado a mi pasado, no es sano, si no te he denunciado es porque tienes a la policía en tu bolsillo.

—¿Serías feliz viéndome en la cárcel? —sus ojos se oscurecen y sus pupilas se dilatan—, Dímelo, Lilibeth.

—Sí —trago duro—. Es donde debes estar.

Sonríe.

—Respuesta correcta, no has cambiado en nada, sé que esto puede ser una locura, yo también creo que debo estar ahí, no obstante, eso me alejaría de ti, y no quiero dejarte, tampoco quiero que te conviertas en un puto recuerdo, te necesito a mi lado, podemos intentar las cosas, podemos.

—Nada, ¿te estás escuchando? —inquiero indignada—. Es una locura, vete, no quiero que te me acerques, tampoco quiero que me mires, me hables o volverte a ver.

Mis palabras parecen surtir un efecto inesperado en él y merma el espacio que hay entre los dos, sus ojos descienden por mis labios hasta posarse en mi pecho, luego vuelve a subir hasta ver algo en mi cuello.

—¿Te acostaste con él? —la pregunta que brota de sus labios hace que su vena carótida resalte con más fuerza.

—Eso no es tu asunto.

—¡Responde! —brama y doy un respingo.

Sello mis labios, por esta razón no quería regresar, es volver a probar los tragos amargos con los dos, con Artemis y con Oliver.

—Vete —insisto.

—Tienes una marca en el cuello, su marca —replica.

Intenta rodear mi cuello con una mano, espero a su tacto, pero al último momento parece cambiar de opinión, se detiene y maldice por lo bajo, luego comienza a caminar de un lado a otro, como si estuviera en una lucha interna de la que no puedo ayudarle a detener.

—Artemis, tienes que irte —respiro profundo.

Él parece regresar a la realidad y asiente en silencio.

—Solo por esta vez, pero quiero que te quede clara una cosa, no pienso renunciar a ti, y si te lo follaste, te aseguro que voy a hacer que olvides cada caricia que ese hijo de puta, tenlo en mente, porque ahora que has vuelto y has aparecido, te voy a seguir, así te escondas en el culo del mundo —dice y me da un beso a la fuerza.

Sus labios pican, me da tanto asco que reprimo un quejido de dolor cuando agarra mi quijada y luego se marcha.

Sale por la puerta, dejo caer mi cuerpo sobre la cama y respiro con profundidad, debo avisarle a Oliver sobre esto, es su casa, las manos me tiemblan y sin perder un solo minuto de tiempo, comienzo a hacer de nuevo las maletas.

—Tengo que irme de aquí.

Estoy tan adentrada en mis propios pensamientos, que no me doy cuenta de que la puerta se vuelve a abrir y esta vez me muestra a un Oliver lleno de rabia, ¿es que acaso no piensan dejarme nunca en paz?

—¿Por qué tanta prisa? —levanta una ceja con incredulidad.

—Ya sabes la respuesta, me voy.

—Tú no te vas a ninguna parte.

Tira de mi brazo y me estrecha contra él. Sus pupilas se dilatan, el enojo emana en el ambiente mezclado de su hostilidad. Esos ojos... esa mirada, golpea mi pecho con fuerza, entonces me susurra al oído:

—No te vas hasta que me cuentes eso que escondes con las garras.

Mierda.

Mierda

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un Corazón Maligno #2 © [COMPLETA]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora