Capítulo 39

63 4 0
                                    

ARTEMIS

Los minutos pasan y comienzo a sentirme incómodo, Lilibeth viene con veinte minutos de retraso. La gente que invité de último momento y que ha aceptado venir, habla entre cuchicheos.

La madre de Lilibeth me mira con angustia, desde la muerte de su esposo, dejó de ser una perra que solo se interesaba por el dinero y ahora parece una mujer frágil que solo busca la aceptación de las demás personas a su alrededor. Me mira con una mezcla de vergüenza y rabia, porque si de mí hablan, cosa que no me interesa, de ella es peor.

Muevo el cuello con estrés, reviso la hora a cada minuto.

—Disculpe —se me acerca el sacerdote—. Tengo otro compromiso en una hora.

Volteo a verlo mal, doy un paso al frente y mi sola actitud hace que su arrogancia se esfume y que asienta en silencio. Saco mi móvil para hablarle al chófer que se supone iba a traer a Lilibeth a la iglesia.

«Sabía que debía haber venido conmigo»

Espero paciente a que atienda la llamada, sin embargo, no lo hace, marco un par de veces más obteniendo la misma respuesta. Cansado y alterado, le marco a los otros hombres de seguridad que contraté, nada, no atienden, llamo a la casa y pasa lo mismo.

Las manos me sudan frío y estoy a nada de salir de la iglesia, cuando de soslayo observo a Teal esconderse entre los bastidores. Frunzo el ceño y camino hacia allá, no la encuentro, por un momento pienso que se trata de alguna alucinación, pero no sucede eso. La puerta de los vestidores de los sacerdotes se cierra y sé que es ella.

Al entrar, noto que está de espaldas.

—¿Qué mierda haces aquí? —inquiero—. ¿Tienes algo que ver con esto?

Ella voltea y niega con la cabeza, sus ojos se llenan de lágrimas, no estoy para estas mierdas.

—Yo te amo, y lo hago en serio —comienza.

Abro la boca para decirle que a la única mujer a la que amo es a Lilibeth, pero ella me interrumpe.

—Sé que estás empecinado con ella, Lilibeth, pero es que eres el único que no se da cuenta que ella ama a otro, y ese es Oliver Strong, el padre de sus hijos.

Sus palabras me pican y amargan mi genio.

—Estás diciendo todo esto para que no me case con ella, pero eso nunca...

—No, solo vine a decirte que me cansé —exclama entre sollozos—. Me voy, Artemis, me voy y ya no pienso volver, solo quiero que abras los ojos porque el golpe y la caída van a acabar contigo, estás enfermo, necesitas ayuda. Tienes que pagar por lo que has hecho.

Cierro y abro los puños, lo que sale de su boca son puras bobadas.

—Teal, ¿dónde está Lilibeth? —pregunto.

Ella sella sus labios.

—¡Habla, maldita sea! —bramo.

Me siento fuera de control, la cabeza comienza a punzarme y creo que me va a estallar si no veo a Lilibeth entrar a la iglesia.

—Tranquilo, ella no tarda en llegar, hubo tráfico —contesta limpiando sus lágrimas con el dorso de su mano.

Luego levanta su mirada y me observa unos instantes.

—En verdad espero que mejores, intenté hacer todo lo que pude, pero al parecer, no fue suficiente, porque ella es la única que puede ayudarte —se acerca.

No entiendo por qué hace tanto drama por algo que dejé claro desde el principio, me da un beso en la mejilla y me doy cuenta de que no siento nada por ella, es como si su tacto no existiera.

—Suerte, Artemis, la vas a necesitar.

Sale de la capilla y enseguida entra Levi, el hijo de puta que había desaparecido por unas semanas.

—Por fin apareces.

—Tienes que detener esta locura —arguye sin darme tiempo de hablar—. Hay un carro que nos está esperando, vamos.

Intenta jalarme del brazo, pero me suelto de su débil agarre.

—No.

—Lo que piensas hacer es una mala idea.

—Me importa una mierda.

Me doy la vuelta y salgo de ahí pese a que grita mi nombre, llego de nueva cuenta al altar, miro a todos, la madre de Lilibeth es una bruja, pero una muy astuta que se ha levantado para hablar y tratar de tranquilizar a los invitados, diciendo que es normal el retraso en estos casos, más cuando hay mucho tráfico.

El tiempo pasa, hasta que las puertas de la iglesia se abren y el mundo se detiene al observar a Lilibeth, con el enorme vestido de novia que elegí para ella, la música nupcial comienza, siento un enorme alivio hasta que veo cómo apresura el paso, levanta la mano para indicar que detengan la música. Llega hasta mí, sus ojos están llenos de brillo, su aura irradia seguridad.

—Artemis —su voz me hace temblar.

—Pensé que no vendrías —trago grueso.

—Lo siento —susurra solo para los dos.

Entonces toma mi mano y deja el anillo que compré hace años, uno que tenía planeado para la mujer de mi vida, y supe que era ella. Luego cierra mi mano y sus ojos se llenan de lágrimas.

—Guarda esto para la mujer que esté destinada para ti, no te odio, y te quiero un montón pese al daño que me has hecho, necesitas ayuda, necesitas quitarte la venda de los ojos —musita y su voz tiende de un hilo—. Lo siento, pero no puedo casarme contigo, no soy la indicada para ti.

Algo en mi pecho se fractura, es como si todo este tiempo ya supiera la verdad, pero me aferraba a la idea de poder arreglar lo que yo solo arruiné, y, aun así, tengo que preguntar, porque se siente como una absurda necesidad.

—¿Por qué?

Entonces las puertas vuelven a abrirse y esta vez es Oliver Strong quien aparece.

—Porque es conmigo con quien se va a casar.  

  

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un Corazón Maligno #2 © [COMPLETA]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora