Doceavo capítulo

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Doceavo capítulo

-Vamos, Lexa. No llegamos. - Dijo Nora, mientras cogía uno de mis bolsos y lo llenaba con sus cosas a toda prisa, y, después, salía de mi habitación casi corriendo.
Hoy era el cumpleaños de John, y, como de costumbre, iba con el tiempo pisándome los talones.
Ya estaba preparada; me había puesto un vestido largo hasta los pies y ceñido de color rojo, con un escote en forma de pico en el pecho, y otro escote abierto en la pierna; que dejaba ver mi piel hasta llegar al muslo.  Me había recogido el pelo en un moño, y me había dejado el largo flequillo suelto, formando un tirabuzón a cada lado de mi rostro.
Iba a conocer al tío preferido de Nora, al que más quería. Y, a la vez, iba a conocer al padre de Caín, al que odiaba con todas sus fuerzas. Que, casualmente, eran la misma persona. Me unos zapatos negros de tacón, cogí mi pequeño bolso negro, y bajé.
Cuando llegué a la entrada, John, Nora y Selene me esperaban, tan elegantes como yo. John llevaba un traje azul marino, y una corbata del mismo tono beige que el vestido de Selene. Nora, en cambio, se había decantado por un vestido blanco. Les di un beso a ambas, y, mientras las dos salían y caminaban hacia el coche, me acerqué a John.
-¿Sabes algo de Caín? - Le dije en voz baja. La expresión de John entristeció. Le había explicado que había convencido a Caín para venir, pero llevaba sin saber nada de él desde que nos habíamos despedido en la puerta después de ir a patinar. El lunes no había venido a la universidad, y, hoy, tampoco.
- No. Sé que pensabas que vendría, pero él es así. Lo que queramos los demás le importa bien poco. - John emprendió su paso hacia el coche, mientras lo abría desde lejos con la llave a distancia.
Me quedé en la puerta unos segundos, mientras las dudas me invadían. Aunque mi cabeza me decía que si Caín no había dado señales ya, no iba a aparecer; mi corazón me decía que confiase. Que él me había prometido que iba a demostrarme que podía confiar en él. Pero es que ¿Cómo iba a confiar en que vendría, si siempre que me decía que iba a hacer algo, hacía lo contrario? Me parecía muy injusto que me pidiera que confiara en él, y estuviera tres días sin dar señales de vida.
-Vamos, Lexa. - Dijo Selene desde el asiento de copiloto. Cerré la puerta de casa con llave, y me acerqué al coche a paso rápido.

Aunque durante el principio del trayecto John estaba algo decaído, conseguimos animarlo entre las tres, cantándole el cumpleaños feliz a pleno pulmón con las ventanillas bajadas. Mientras pasábamos con el coche cantando por las carreteras de Miami, todas y cada una de las personas que había pasando por la calle, nos miraba.

Después de un trayecto de treinta minutos en coche, llegamos a nuestro destino.
Al cruzar las puertas del restaurante, una sensación de calidez inundó mi cuerpo. Era el lugar con más elegancia en el que había estado; las paredes estaban adornadas con paneles de madera de un tono claro, que reflejaban la luz tenue que evadían los candelabros de cristal que había suspendidos del techo, que era alto.
Las mesas, vestidas con manteles de seda de un tono vainilla impecable, estaban dispuestas con precisión, cada una con un centro de rosas blancas.

Mis ojos se posaron en la recepción, donde los padres de John se encontraban esperando. Estaban vestidos de manera impecable; su madre era bajita y rubia, y lucía un vestido de seda negro que caía con elegáncia, mientras que su padre llevaba un impecable traje marrón oscuro.

El primero en saludar, fue John. Le dio un cálido abrazo a su madre, y un apretón de manos cariñoso a su padre. Selene, en cambio, les abrazó a los dos. Al igual que Nora, solo que mi amiga mostró una innegable alegría al ver a su tío. Por último, me acerqué yo para presentarme.
-Buenas noches. - Antes de que pudiera seguir hablando, el padre de John me cortó.
-¡Tú debes de ser Lexa! Mucho más guapa en persona. - Mientras decía eso, me tendió la mano, y me dio un suave apretón, mientras los dos sonreíamos. -Edgar Strong, pero puedes llamarme Ed.
-Encantada de conocerte, Ed. - Acto seguido, dirigí mi atención hacia la madre de John; que me observaba atentamente con una sonrisa, agarrada del brazo de su hijo.
-Hola, cariño. Estás estupenda. - Dijo. - Soy Mery, y puedes llamarme Mery. - Aquel comentario, que hacía burla a la presentación de Edgar, nos hizo reír a todos, mientras él se quejaba entre risas.
- Encantada Mery. Tú también estás estupenda.- Le dije, con una sonrisa de lo más sincera.

𝐀𝐍𝐓𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐎𝐂𝐄𝐑𝐓𝐄 (Esquivando el dolor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora