Capitulo 26

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Era la tarde del día. El Sol comenzaba a caer lentamente dejando ver los últimos rayos de luz. Entonces, la noche saldría a despertar a los depredadores nocturnos. Los búhos se esconderían entre las ramas tranquilamente. Y los grillos serían escuchados en la lejanía como banda sonora del ambiente tan sosegado.

Curioso.

Una calma indiscreta, para nada disimulada. Pues sabía que algo raro estaba sucediendo.

O tal vez solo era lo acostumbrado que estaba al caos y el desorden que días o semanas anteriores estuvo expuesto. No sé sentía del todo cómodo con un silencio creado por los demás. De alguna forma, aún no se sentía seguro por deshacerse de esa tensión que formaba sus hombros y mandíbula. Su cuerpo fue llevado casi al límite en una crisis nerviosa, era difícil recomponerse de una cosa como aquella.

Y era más raro cuando Maximus no lo había buscado a pesar de dormir más de la cuenta, aún cuando su alarma no se detuvo en la absurda idea por despertarlo. O que Etoiles no estuviera frente a su puerta tocando sin parar con una expresión molesta por haberse retrasado para sus entrenamientos. Ni siquiera un Richas saltando energético sobre la cama matando las ganas de seguir durmiendo.

Nada.

Solo una calma. No tan calmante.

Por eso mismo había elegido por su propia cuenta salir de la habitación para encaminarse a buscar o descubrir que era la que tanto silencio creaba. No sabía si sentirse aterrado. O aliviado.

Obviamente no era lo segundo.

El silencio jamás dió tanto gusto. No desde que vivía en la sede donde el movimiento y el ruido eran parte de la vida rutinaria. Era difícil no pensar en lo que su vida se había convertido. En lo que ahora significaban sus días. La manera tan abrumadora en la que había tardado tan poco en adaptarse con la idea de permanecer ahí. No creía mucho que fuera correcto llamarlo "hogar", pues ya contaba con uno, y que, por supuesto, habían personas esperando ahí.

Tampoco creía correcto llamar "familia", pues igualmente, ya contaba con una.

Porque... ¿Si eran una, no?

Quackity, su abuelo.

Eran una familia, ¿No?. Seguían siéndolo, ¿Cierto?.

Ya no contaba con ese 100% de seguridad.

Tan solo un 95 %

Y que estuviera disminuyendo, era preocupante.

Sacudió la cabeza no deseando mantener ese tipo de pensamientos. Ya que sería complicado hacerlo desaparecer después. Caminaba por los pasillos con paso lento, llevando sus manos en los bolsillos de su pijama. Observaba a todos lados, e incluso abrió más de una puerta para verificar que estuvieran vacías. Suspirando al no visualizar a nadie en su campo de visión. ¿Dónde estaban todos?.

Buscó por la cocina de empleados. En la sala de entrenamiento dónde preguntó por Etoiles y obtuvo una respuesta vaga como: "no lo sé. En la cocina especial para los integrantes de la organización. En las duchas y baños (aún se pregunta si eso fue lógico). En la planta de arriba. Nada. Así que no tuvo más opción que preguntarle a la ama de llaves que siempre estaba dispuesta a ayudar con lo que sea.

¿Disculpe?- se acercó a la mujer la cual iba bien vestida. Normalmente. Aquella le dirigió la mirada interrumpiendo su labor de limpiar unas esculturas de la entrada.

Si dígame, ¿En qué puedo ayudarlo joven Roier? - se sintió avergonzado por la atención tan amable y su elegante educación.

Eh... sé que va a sonar pendejo...oh, lo siento- cubrió su boca más apenado que nada por la grosería dicha. Pasando los dedos por el cuello de su suéter intentando calmar los nervios. La mujer solo mostró una sonrisa comprensiva - pero, ¿Dónde están todos?.

Ordo Theoritas. [GUAPODUO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora